Asociación Civil Bolivariana "Defensores del bolívar"

lunes, septiembre 29, 2008

Los Propietarios de la Riqueza II(Los Salarios como anticipos II)

Por Manuel C. Martínez M.
28 sep. 08


Según explicamos en la entrega I, de igual título, decíamos que:

“Deducido el valor de los MP insumidos en el PTB del año, el remanente pertenecería a ambos propietarios mediante alícuotas cuya cuantificación la determinarían contractualmente los contratistas del caso, obreros y patronos.”. Ese remanente de valor se colocaría a determinado precio (P).


De resultas al empresario (E) le asistirá una ganancia porcentual (g) impuesta por el mercado a favor de su capital inicial (CIE) consistente en medios de producción (MP) y salarios (S).


Por su parte, al trabajador (T) en funciones, con un “capital” creado (CCT) le asistiría igual porcentaje por la parte del valor agregado (VA) pendiente cobro = la conocida plusvalía (pl). Recordemos que recibe salarios(S) a manera de anticipos.


En términos numéricos, para una tasa estimada de ganancia,

(g) = 20%, y para una tasa de plusvalía (pl) = 100%, tendríamos el siguiente juego de igualdades,

Para MP = 80, y S = 20:

1. CIE = MP + S, capital inicial del empresario (medios de producción y salarios);


2. CCT = M’ – MP = VA, capital creado por el trabajador,


3. (M’ = MP +VA)


4. P = 1, 2(MP + S) +1,2pl = 1, 2(MP +2S), precio logrado en el mercado para:


5. M’ = MP + 2S, mercancía fabricada por T a partir de MP


6. CFE = 1, 2(MP + S), capital final del empresario, y


7. CFT = 1,2S, “capital” final del trabajador.


De ese paquete de igualdades inferimos que:


1.- Al terminar el año económico, al empresario sólo le pertenecería una ganancia porcentual sobre su capital aportado. Este quedaría reducido al precio de los MP y al monto de los salarios cancelados antes de vender todo el inventario de M’, y


2.- A los trabajadores les pertenecería un segundo pago igual al monto de los salarios recibidos como anticipo, sumado a una ganancia porcentual no inferior a la recibida por el empresario sobre el remanente de valor agregado, M’-MP-S.


Si así fuere, se llegaría a la corroboración de que la parte añadida a los MP pertenece al trabajador, cuyo valor lo recibe éste en anticipos salariales y en un segundo pago acrecentado por la supuesta tasa de ganancia a la que se hace merecedor el capital aportado por el empresario. O sea:


P = 1, 2(MP +S) + 1,2S = 1, 2(MP+2S). Este Segundo miembro de la igualdad contendría un sobreprecio de 20% sobre el valor de producción de M’, = MP + 2S, habida cuenta de que las ganancias del empresario y del trabajador, es decir:


0,2(MP +2S) aparecerían arrancadas del mercado. Desde luego, individualmente, microeconómicamente, esta desigualdad entre el valor de mercado y el valor real de la producción es concebible, pero no así macroeconómicamente porque sencillamente para que unos vendedores logren ganancias debe haber otros que sufran pérdidas.


Ocurre que tanto la ganancia, g = 0,2(MP + S) más la de 0,2S, del empresario y del trabajador, respectivamente, carecen de respaldo físico, y sólo queda como
precio de M’ = 1,2(MP + S) que pasa al bolsillo patronal, y a los trabajadores se les da como enteramente pagados con los salarios del caso.


Queda así corroborada la fuente del valor, la de la ganancia burguesa, y en resumen confirmamos la Explotación del Asalariado. Sin embargo sería cuestión de ensayar esta nueva visión de la ganancia procedente del mercado, y de la escasez como fuente de la riqueza dentro de los parámetros económicos reformulados en estas entregas sobre los “salarios” y los “propietarios de la riqueza”.

Los Propietarios de la Riqueza(Los Salarios como Anticipos)

Por Manuel C. Martínez M.
27 sep. 08


A quiénes pertenece la riqueza de las naciones lo determinan las legislaciones vigentes. Por ejemplo, muchos recursos naturales suelen ser colectivos. En algunos países, los recursos del subsuelo pertenecen a los dueños del suelo. En Venezuela el petróleo y otras riquezas constitucionalmente pertenecen al Estado, una forma difusa y susceptible de corruptelas y violaciones varias.


Queremos ocuparnos de la riqueza nueva, de la que diariamente alimenta los inventarios comerciales por obra y gracia del trabajo humano (T), de los trabajadores artesanales y principalmente la de los trabajadores asalariados. A esta nueva riqueza social suele llamársele Producto Territorial Bruto (PTB).


En especial, la ciencia de la Economía da por sentado que históricamente la “propiedad” surge con la privatización de los Medios de Producción (MP). Hoy por hoy los MP pertenecen a los explotadores capitalistas. Tal explotación ha condicionado unilateralmente la propiedad sobre la integridad del PTB, mismo que está formado por la suma de MP y Valor Agregado (VA) aportado por T.


Como sábese, la relación obrero-patronal jamás ha desembocado en un pago justo para el asalariado. La sola definición de salario ya nos habla de la desigualdad distributiva entre ganancias y remuneraciones laborales.


Las reivindicaciones, los periódicos ajustes salariales y toda la legislación protectora de los trabajadores no han logrado el cese de la lucha obrero-patronal. Al respecto, la teoría marxista prevé la Revolución Socialista como único mecanismo social que podría cortar el sistema burgués y eliminar las desigualdades en materia de propiedad.


Una hipótesis marxista estima el fin de la era capitalista para su fase “imperialista”. Durante ésta la tasa de ganancia media global o macroeconómica habrá descendido a un nivel que desencantaría a todos los inversionistas en conjunto.


Pero mientras llega esa revolución, o se cubre la fase imperialista, cobra importancia reconocer que los asalariados son los propietarios del VA, y que los patronos lo son de los MP. El patrono, en su rol de comerciante, acude al mercado con un inventario constituido por dos mercancías fundidas en una sola: los MP y el trabajo añadido a ellos. De esta manera el patrono estaría fungiendo de intermediario de VA.


Sobre esas bases, la propiedad de los MP le concedería al patrono un justa ganancia por concepto de reventa de sus MP, y quedaría por determinarse la justa comisión que debería asistirle por su intermediación en la venta del VA que es propiedad de sus asalariados.


Por su parte, y sobre esas mismas bases, los salarios deberían ser considerados como anticipos dinerarios del precio de venta al que se colocaría el valor del PTB. Será el mercado y su ley de la oferta- demanda el que fijará el precio (P) del PTB, y consecuencialmente el del VA y el de los MP.


La idea es reconocer que con la venta de cada mercancía se recoge la venta de los MP involucrados y la venta del VA como si se tratara de una segunda mercancía. Mediante este artilugio contable el capitalista podría seguir justificando su ganancia como resultado de la reventa de sus MP, pero no podrá seguir sosteniendo lo mismo con la venta simultánea del VA ya que este no le pertenece. En todo caso estaría fungiendo de simple intermediario y los salarios cancelados serían un anticipo entregado a sus trabajadores por la “consignación” recibida.


Deducido el valor de los MP insumidos en el PTB del año, el remanente pertenecería a ambos propietarios mediante alícuotas cuya cuantificación la determinarían contractualmente los contratistas del caso, obreros y patronos.


El precio del VA quedará fijado por el mercado, y en este caso la escasez será determinante para esta valorización.


Entiéndase que se trataría de salarios asimilados a adelantos del valor del PTN (Producto Territorial Neto), deducido el valor de los MP insumidos. Los trabajadores recibirían un segundo pago anual que garantizaría mejoras económicas parejas para patronos y trabajadores. La vergonzosa división entre pobres y ricos tendería a desaparecer, y las reivindicaciones varias ya no serían cargadas a los costes de producción ni serían dádivas de filantrópicos patronos. Esas reivindicaciones también serían admitidos y contabilizados como adelantos de la riqueza añadida por T.

viernes, septiembre 26, 2008

Demanda Social y D. Capitalista(Precisiones sobre la Literatura Económica Marxista)

Por Manuel C. Martínez M.
26 sep. 08


En las sociedades capitalistas, la demanda general de medios de producción (MP) y de bienes de consumo anda por un lado, y la oferta correspondiente por otro. No existe una planificación de conjunto. Los trabajadores se aíslan en sus fábricas, y los consumidores se dispersan en mil expendios de mayoreo y menudeo mercantiles.


Esa demanda general preexiste, viene dada y su volumen depende de la población con sus hábitos de consumo. La oferta es arbitrariamente hecha y cuantificada por los capitalistas para cubrir sólo una porción de la parte solvente de la demanda general. Además, el fabricante decide cómo, cuándo y dónde satisfacer las necesidades sociales. El consumidor no cuenta como planificador.


Ahora bien, científicamente hablando la producción de las mercancías se lleva a cabo exclusivamente con la mano de obra en funciones (T). Los asalariados del sistema son sus auténticos creadores de dichas mercancías. Que los MP estén en manos privadas de los no trabajadores (empresarios), con ayuda de los cuales aquellos puedan trabajar, no viene al caso. Esos MP agregan a las nuevas mercancías el valor creado en momentos anteriores, y T les agrega nuevo valor. Digamos que los trabajadores y los dueños de MP son los condueños legítimos de toda la producción, habida cuenta de que ambos confluyen en los mismos centros productivos de mercancías. Esta ambipropiedad es la que nos permite analizar y afirmar que ambos factores son empresarios y condueños del valor de las mercancías.


Cierto que originariamente la apropiación de MP fue ilícita, pero hoy por casi toda la propiedad privada de los MP está legalmente respaldada, con las excepciones del caso. Los saqueos actuales de riqueza que practican los gobiernos de los países imperialistas son ilícitos, pero no así la propiedad de los empresarios que llevan años y décadas acumulando capital, aunque sean de procedencia salarial. Estos empresarios conforman la clase burguesa al lado de la clase proletaria.


El proceso técnico discurre así:


El capitalista aporta dinero, suyo o financiado por un tercero, y con este compra los insumos de uso (Capital constante, CC). El trabajador durante su jornada aporta toda su humanidad laboral (Capital variable, CV).


Digamos que en cada empresa capitalista hay dos agentes de producción: el dueño del CC y el dueño del CV (mano de obra). Ambos agentes deberían recibir el tratamiento de capitalistas.


Curiosamente, la literatura económica no marxista afirma y vende el criterio según el cual legalmente el primero aparece como dueño de toda la empresa, y como contratista de los asalariados. A estos últimos se les niega toda propiedad sobre las mercancías. Pero más curioso es el hecho de que la literatura marxista presenta al asalariado como vendedor de su fuerza de trabajo antes de trabajar. Olímpicamente, esta literatura sostiene que el capitalista reconoce el valor de la fuerza de trabajo, y que la explotación sufrida por el asalariado se limita al tiempo de trabajo excedentario involucrado en la jornada diaria reconvenida, durante el cual se genera el conocido “plusvalor”.


Desde nuestro punto de vista, el proceso económico y la contabilidad capitalista requieren una reformulación teórica. Hacemos abstracción del mercado como escenario dominante, y proponemos la siguiente:


Trabajadores (T) y empresarios (E) se agrupan en la fábrica, el primero aporta su mano de obra y los segundos, D. De esa manera:

D – M;

T – M’ – D’;

D’- D = Valor Agregado (VA);

VA- salarios = G, para:

D = Capital dinero del empresario burgués;

M = Capital constante comprado con D;

M’ = Mercancías fabricadas por T;

D’ = Valor de M’

T = Conjunto de trabajadores en funciones;

G = ganancia de E. Es este monto, G, el que tiende a repartirse por igual entre los empresarios directos no trabajadores, los comerciantes y los financistas.


La transformación de M en M’ corre a cargo de T.


En el mercado opera la oferta y la demanda según la Ley que las rige. Se logra un precio para M’, igual, superior o inferior a su valor de fábrica. De este precio debe deducirse la paga de T y el remanente se constituye en ganancia de E.


Con este enfoque se deja de considerar el salario como un coste de producción, y pasamos a reconocerlo como parte del Valor Agregado a M durante su conversión en M’, cuyo valor es D’.


Resumiendo: Los trabajadores del capitalismo son vendedores forzosos de su Valor Agregado dentro de la fábrica. A cambio de esta venta recibe unos salarios preconvenidos que obviamente dejan un ancho margen de ganancia al dueño de MP.


Si se logra mejorar esta compraventa a favor de los trabajadores, las ganancias empresariales podrían reducirse a valores justos en razón del riesgo, de sus servicios directamente aplicados al manejo supervisor de la empresa y a otros aportes no laborales que como burgués viene reclamando, y que bajo el enfoque marxista y no marxista le ha permitido hacerse más rico mientras el asalariado sigue en permanente pobreza.

miércoles, septiembre 24, 2008

Los Salarios no son Costes de Producción(Inédito)

Por Manuel C. Martínez M.
24 sep. 08


Desde cuando los fisiócratas reconocieron que el trabajo artesanal no era menos creativo que la Naturaleza. Desde cuando se descubrió las potencialidades productivas de la división del trabajo, desde ese entonces empezó a reconocerse el Valor Creativo del Trabajo Humano (VTH).


Como quiera que todo proceso productivo practicado bajo condiciones capitalistas supone aportes de capital dinero de parte del industrial, del comerciante y del financista, resulta coherente que la contrata de mano de obra remunerada con salarios se considere un coste de producción, y como coste en dinero esos salarios suelen asimilarse a un desgaste o consumo de materiales involucrados en esos procesos. La diferencia es que el trabajo asalariado es vivo e inmediato, y los demás costes son trabajos muertos.


Karl Marx manejó la misma contabilidad capitalista pero no habló de mano de obra sino de coste por concepto de “capital variable”. Este “capital” tiene la curiosa virtud de agregar valor al resto del capital invertido en materias primas y auxiliares, y en maquinarias y energéticos varios. Digamos que la aplicación del trabajo humano asalariado es en sí misma la producción de cualquier mercancía. Esta producción, esta creación de valor, es un resultado y no una causa.


Resumiendo: La remuneración que se le dé al trabajador a cambio de un trabajo ya realizado mal puede ser un coste ex ante de producción. Es más bien una compra ex post.


Esa compra del trabajo ya creado por el asalariado es posterior al proceso productivo, y el salario ya no puede entrar como coste. Además, el salario sólo cubre una parte del valor del trabajo creado y añadido a la parte que K. Marx denominó “capital constante”.


Allí K. Marx cometió una imprecisión contable por cuanto le dio entrada previa al salario, en lugar de fijarlo después y entenderlo como un pago “chucuto” que hace el patrono por el trabajo recibido. Fue una imprecisión forzosa porque se propuso demostrar la fuente del valor.


Por eso aconsejamos a los gobernantes populistas y a los prosocialistas que no soliciten ni impongan Salarios Mínimos con cargo a los costes de producción, ya que, según la concepción vigente, terminan inflando los “costes de producción”. Más bien deben limitarse a imponer un reparto del valor ya creado entre patronos y trabajadores, entre ganancias y salarios. De esta manera los precios de venta dejarían de moverse con cada mejora salarial porque sólo irían con cargo a las posibles ganancias patronales.


En términos matemáticos, propongo la siguiente reformulación teórica para los algoritmos económicos correspondientes:

1) D − M – T – P – M’ – D’, para:

D = Capital inicial y constante del patrono;
M = mercancías constitutivas del capital constante en Maquinarias, materias primas y afines del patrono;
T = Mano de obra del trabajador:
P = Proceso creativo de valor nuevo o productivo del trabajador;
M’ = Mercancías fabricadas por T, y
D’ = Precio de M’

2) D’ - S - M = G, para:
D’ = Valor de M’;
S = Salarios;
M = Capital constante del patrono, y
G = Ganancias del patrono.

Las ecuación clásica del proceso productivo capitalista es:

D − M − P – M’ – D’, para

M = mercancías constitutivas del capital constante más variable. El trabajo contratado se asimila a una mercancía al igual que las máquinas, las materias primas y afines.


Como se observa, la diferencia entre esta última ecuación clásica y las dos anteriores es que en la “1” sólo parece la mano de obra (T) y no su coste.

sábado, septiembre 20, 2008

Dos Explotadores, Una Lucha de clases

Por Manuel C. Martínez M.
10 sep. 08

Ya hemos escrito sobre los inversionistas políticos y sobre los inv. mercantiles contemporáneos dedicados a la obtención de ganancias por vías extracapitalistas y hasta precapitalistas. Forman una subclase burguesa que actúa como frente de choque contra todo conato de independencia económica por parte de países y gobiernos de avanzada revolucionaria.


Eso significa que algunos empresarios se dedican a la usura, al acaparamiento de mercancías vitales. Otros se dedican a actividades morbosas como las narcomercancías y afines, la trata de blanca, etc., a la especulación.


Otros pocos empresarios, los más poderosos, aquellos que controlan directamente el Estado y sus Fuerzas Armadas, se dedican subrepticia o descaradamente al saqueo de riquezas de países más débiles. Estas actividades las han venido practicando desde los tiempos mismos de la esclavitud y feudalidad. Son las familias dueñas de los países imperialistas que, por cierto, durante los últimos 200 años solemos confundirlos con Imperialismo derivado de la evolución del sistema y representa la fase culminante del Capitalismo Desarrollado.


Esas prácticas insanas extrasalariales tienen como contraparte las medidas condenatorias populistas que adoptan todas las legislaciones burguesas. Los capitalistas ordinarios, aquellos dedicados a la contrata de asalariados, son muy sigilosos en la condena de esas explotaciones anticapitalistas, por ser abusos y prácticas indeseables desde los tiempos bíblicos.


Sábese que la conquista de mercados por vía tecnológica y con la penetración de innovaciones mercantiles y sus correspondientes inversiones industriales ha sido siempre bien recibida por todos los países que muestran rezago técnico y carencia de capital para el montaje de empresas maquinizadas y procesadoras de materias primas nacionales o importadas. El Endeudamiento Público ha sido el corolario de este tipo de penetración burguesa financiera. Ese desarrollo industrial “nacionalista” no pasa de ser una ampliación del capitalismo imperialista dada la dependencia que supone semejante desarrollo industrial frente a los países ya desarrollados.
Entre sus mecanismos políticos de lucha propios del explotador no capitalista se hallan el malquistamiento social y la división de la sociedad en partidos políticos y variantes religiosas. También fraccionan a los trabajadores en gremios sin conexión entre sí. Han promovido guerras civiles dentro de cada país, y guerras regionales y mundiales. Digamos que se mueven según concepciones geopolíticas medioevales.


Todas esas malas prácticas fueron frecuentes y comunes hasta la llegada del explotador burgués o capitalista.


Este sistema cobró prioridad frente a todas esas formas de explotación precedentes visiblemente muy oprobiosas y antipopulares, pero estas han seguido sirviendo para ocultar la base económica del sistema social. Hoy por hoy se tiene conocimiento de la propiedad actual de unos 27 millones de esclavos en funciones.


Con la llegada de los creadores de la Economía Científica se empezó a poner en claro que las sociedades no son homogéneas y que dentro de las agrupaciones sociales hay siempre dos de ellas que son básicas porque responden a la Estructura Económica. De manera que al lado de aquellas prácticas indeseables están las clases de los capitalistas y asalariados. Sólo entre estas dos clases principales se daría la lucha de clases.

miércoles, septiembre 17, 2008

Los latinoamericanos comienzan a unirse(Unasur)

Por Manuel C. Martínez M.
17 sep. 08


La inmediata y mancomunada reacción política de la flamante Unasur es una prueba que desde esta misma semana divide la Historia de América en un antes de Unasur y después de ella.
Si queremos ser objetivos debemos evaluar aciertos y desaciertos. Nuestras discrepancias con el Presidente Hugo Chávez no nos impiden reconocerle el bien merecido crédito que se anotó con sus reiterados mensajes de unión suramericana. Amparado en la bandera del Bolivarianismo ha logrado estimular con mucho optimismo las alianzas de los gobiernos que hasta ayer eran timoratos y se mantenían políticamente aislados.



Todavía recordamos con mucho asombro aquella travesía de la Flota Inglesa que se dio el tupé de atravesar el Atlántico desde las costas británicas hasta las islas Malvinas, con la tenebrosa encomienda de someter por la fuerza a los ciudadanos argentinos que reclamaban su independencia insular. Ningún país de Centro América ni de Sur América fue capaz de protestar semejante abuso imperial, salvedad hecha de Cuba.



Los acuerdos internacionales de países atados al mando yanqui en Centroamérica y Suramérica sólo habían conocido mancomuniones comerciales tuteladas y jurídicamente establecidas a favor y alrededor de los inversionistas transnacionales cuyos juicios solían ventilarse en los EE UU. Los tribunales y leyes nacionales sólo eran aplicables a querellas menores e intrascendentes. Una querella entre EE UU y Venezuela, por ejemplo, resultaba completamente ajena para el resto de los países que ahora forman Unasur.



Con las uniones políticas de muchos países centro y suramericanos los gobiernos actuales han empezado a mejorar su autoestima. Y aunque todavía esos países sigan siendo capitalistas, Unasur ya es un paso importante. Debe tenerse claro que dentro del capitalismo su clase burguesa se subdivide en tres toletes perfectamente diferenciables y hasta rivales entre sí: 1.- los inversionistas que usan su capital para controlar los países enteros y practicar políticamente el saqueo impune de nuestras riquezas. 2.- un grupo de capitalistas dedicados al comercio del dinero de monedas fuertes e internacionales. Así obtienen jugosas ganancias extrafábrica, al margen de la contrata de asalariados de lo que se ocupa el tercer tolete. Los dos primeros representan una especie de subclase burguesa dedicada preferentemente al comercio del dinero internacional y al dominio imperial de los gobiernos de los países débiles.



Por eso vemos con interés este brote de independencia política sureña e internacional que nos traduce Unasur y que está yendo más allá de la independencia individualista que hasta ahora nos mantenía aislados y desunidos. Sólo nos unían los obsoletos lazos dejados por arcanos próceres y por una religión y una lengua comunes que más han servido para aislarnos en familia y someternos que para independizarnos frente al enemigo mayor.

domingo, septiembre 14, 2008

La Lucha de Clases y las demás luchas

Por Manuel C. Martínez M.
10 sep. 08


Ya hemos escrito sobre los “inversionistas” mercantiles contemporáneos dedicados a la obtención de ganancias por vías extracapitalistas y hasta precapitalistas. Se dedican a la usura, al acaparamiento de mercancías vitales, a la especulación y al saqueo de riquezas de países más débiles, a actividades morbosas como las narcomercancías y afines, a la trata de blanca, el sicariato, secuestros, etc.


Detalladamente, entre las formas de lucha del explotador no capitalista se hallan el malquistamiento político y la división de la sociedad en partidos políticos y variantes religiosas, en entes políticos independientes, en gobernaciones y alcaldías autónomas, en municipios de vieja data precolombina. También fraccionan a los trabajadores en familias mediante apellidaciones y paternidades debidamente registradas en prefecturas empadronadoras ad hoc; y los fraccionan mediante gremios sin conexión entre sí.


Ese tipo de explotador no capitalista es el verdadero promotor de guerras civiles dentro de cada país, y de guerras regionales y mundiales. Todas esas malas prácticas fueron frecuentes, comunes y dominantes hasta la llegada del sistema burgués o capitalista, pero todas ellas estaban yuxtapuestas a los sistemas esclavistas y feudales que imperaron en épocas precedentes.


Todas esas prácticas han merecido un repudio general de toda la sociedad, y tienen como contraparte las medidas condenatorias populistas que adoptan todas las legislaciones burguesas.


Po el contrario, los capitalistas ordinarios, aquellos dedicados a la contrata de asalariados, son muy sigilosos en la condena de esas desviaciones anticapitalistas, de esos abusos y prácticas indeseables desde los tiempos bíblicos. Esto les permite ganar afectos dentro del sector trabajador.


Pues bien, al lado de esas prácticas y luchas sociales paralelas, la conquista de mercados capitalistas por vía tecnológica y con la penetración de innovaciones mercantiles y sus correspondientes inversiones industriales ha sido siempre bien recibida por todos los países que muestran rezago técnico y carencia de capital para el montaje de empresas maquinizadas y procesadoras de materias primas nacionales o importadas. El Endeudamiento Público ha sido el corolario final de este tipo de penetración burguesa financiera.


Sin embargo, el capitalismo no ha reemplazado 100% a las demás formas precedentes de explotación, a esas que siguen atadas a concepciones geopolíticas medioevales y premedioevales.


Cierto que el sistema capitalista cobra prioridad frente a todas esas formas de explotación precedentes que son visiblemente muy oprobiosas y antipopulares, pero estas demás luchas sociales siguen sirviendo para ocultar la base económica del sistema social burgués.


Repetimos: al lado de esos explotadores no capitalistas, se hallan los explotadores capitalistas. Esta clase junto a la de los asalariados permanece subyacentemente como la estructura económica de la sociedad moderna.


Curiosamente, los capitalistas no maduran. A más de 200 años del ascenso burgués, sus empresarios y apologistas siguen atascados en la concepción feudal que los vio nacer. El influjo ideológico sufrido por patronos y trabajadores durante mil años y mucho más les impide ver que respectivamente son los modernos explotadores y explotados. De allí que la lucha de clases sea la escenificable entre patronos y asalariados, una lucha no contractual sino antagónica al término de la cual la clase asalariada terminaría imperando y promoviendo la generalización del trabajo para todos sin mediación de clase social alguna.


Las demás luchas responden tanto a la concepción precapitalista y sus variadas clases sociales que, por ejemplo, en Venezuela sus trabajadores se muestran disconformes con trabajos extras. Aluden que ellos ya no son esclavos. En consecuencia mal pueden pensar que sus patronos burgueses los explotan. Se sienten libres para saltar de un explotador a otro, y hasta se dan el tupé de exigir reivindicaciones y mejoras salariales sin darse cuenta que los patronos tan pronto las conceden las asimilan a sobrecostes de producción. Su traslado al precio de venta es lo que conocemos como carestía de la vida, tanto peor mientras más reclamos realice y logre el asalariado. Su inmadurez es tan fuerte que las críticas adversas al sistema capitalista las ven motivadas por simples abusos de corte precapitalista. Digamos que el inversor capitalista no termina por asimilar el “poder” de su poder, ni los asalariados por identificar en sus patronos a su explotador. Su anticomunismo es más visceral que racional, como si los comunistas fueran los feudales que él aniquiló. Digamos que los trabajadores vienen practicando muchas otras luchas sociales, y no la más importante que es la lucha de clases.

viernes, septiembre 12, 2008

La Explotación Combinada en el Capitalismo(El mercado como fuente de ganancias)

Por Manule C. Martínez M.
09 sep. 08


Para contrarrestar la teoría marxista, según la cual el sistema capitalista está afirmado en la explotación de los trabajadores asalariados, sus apologistas consideran el mercado como fuente de las ganancias tanto del productor de las mercancías como las de sus intermediarios o comerciantes propiamente dicho.


Tales aseveraciones pueden resultar convincentes en mercados aislados o dentro de la Microeconomía, pero no así cuando tomamos en cuenta el conjunto de todas las economías, es decir bajo la óptica macroeconómica.


Efectivamente, hasta los más lerdos observadores pueden inferir que las transacciones de compra venta practicadas por un comerciante suelen dejar un margen de ganancia. Basta vender el inventario por encima de su coste de compra. Y esto sería válido también para el empresario que funge de comparador de medios de producción y mano de obra. Ocurre que si con estos análisis se agotara la crítica al capitalismo entonces la Economía, como ciencia, seguiría siendo Economía Mercantil Simple (EMS). Con semejante inferencia esa Economía quedaría en un plano vulgar o asequible hasta para cualquier infeliz bodeguero.


En la EMS los artesanos libres terminaban cambiando sus mercancías por otras con la intermediación del dinero, y los feudales hacían otro tanto, pero esas transacciones meramente comerciales no pueden negar la explotación del campesinado de marras.


Asimismo, las compraventas mercantiles por encima del “valor“, las especulaciones, las encarecidas ventas en tiempos de escasez ni la compra de materias primas por debajo de su “valor”, como tampoco las apropiaciones por la fuerza que haga un país sobre los recursos de otros, podrán invalidar el hecho de que en el sistema capitalista el factor y fuente principal de la ganancia es el plusvalor.


La Economía científica da por sentado que las ganancias no se originan en ningún mercado. Afirma que las mismas se originan y derivan del plusvalor, o sea del diferencial impago que hace el productor cuando reconoce sólo salarios y no el valor completo del trabajo realizado por sus trabajadores.


Sin embargo, a pesar de esa convicción económica, la decadencia y reemplazo del sistema capitalista se ven retardados por los numerosos impedimentos para su generalización mundial. Mientras eso ocurra no habrán madurado las condiciones para el pleno arribo del sistema Socialista.


Por ejemplo, las empresas de alto giro, como las transnacionales o los inversionistas con alta composición orgánica de capital, además de la suya propia, siguen recibiendo plusvalía generada en empresas con menor adelanto técnico, a pesar de que en estas últimas la productividad es menor que en aquellas. Esa apropiación de plusvalía de unas empresas a otras se lleva a cabo mediante las migraciones de capital de empresas con menor tasa de ganancia hacia otras de tasa mayor. Tales migraciones operan dentro de cada país y de un país a otro. Los Precios de Producción sirven de base para la fijación de los precios de salida de los centros productivos a los mercados mayoristas y minoristas. Estos precios de mercado son los que al final concretan la ganancia procedente del plusvalor engendrado en cada centro de producción salarial.


Por otra parte, los países con menor grado de desarrollo capitalista desde hace siglos vienen siendo presa fácil para la extracción cuasirregalada de valores primarios de sus territorios, y de plusvalor de sus trabajadores asalariados. En estos países priva la compraventa de materias primas y energéticas por debajo de su valor. Por ejemplo, los empresarios petroleros, bananeros, metalextractoras, etc., suelen despacharse y darse el vuelto. Ayer lo hicieron como concesionarios, y modernamente lo hacen como socios mixtos. Esto significa que los países imperiales (los del Occidente Europeo) también se mueven en un plano de economía precapitalista. Sus inversionistas se proveen de esos recursos para operar en sus exhaustas empresas europeas y en las empresas transnacionales. De esta manera las ganancias de los capitalistas proceden de dos fuentes combinadas: la explotación salarial, y el Mercado.


De allí que la pureza del sistema mercantil capitalista sea meramente hipotética, y sobre esta base teórica Karl Marx propuso una explicación macroeconómica o de conjunto que permitiera compaginar las ganancias de mercado con la plusvalía. También zanjaba la aparente disparidad entre precios basados en el valor de las mercancías, según el Tomo I de El Capital, y precios basados en Precios de Producción manejados en el Tomo III de la misma obra. Esta última explicación dio origen al famoso “Problema de la Transformación” de los valores de las mercancías en precios de producción. Tal fue la salida marxiana a las marcadas diferencias entre valores y precios a nivel microeconómico, y entre valores y precios en el plano macroeconómico. La diferencia combinada entre ganancias comerciales y g. de producción.

lunes, septiembre 08, 2008

¿Por qué le tememos al Socialismo?

Por Manuel C. Martínez M.
07 sep. 08


En las sociedades burguesas para satisfacer las necesidades básicas y suntuarias debe irse al mercado. En este los compradores deben estar solventes. Para ser solvente debe disponerse de ingresos, y en la sociedad burguesa estos son obtenibles ora mediante la explotación de asalariados, mediante la renta de la tierra, mediante limosnas, mediante robos, mediante impune corrupción burocrática, ora mediante el trabajo asalariado o artesanal privado. También se puede ser solvente mediante figuras sucesorales.


En las sociedades capitalistas hay varios tipos de explotadores: 1.- Quienes viven del trabajo de sus asalariados, 2.- quienes viven del Estado con fachadas y personalidad de empresarios, 3.- quienes viven del Estado como becarios contraproducentes, estudiantes crónicos, y otros ciudadanos inmorales que optan por la miseria en lugar de ser útiles de alguna manera.


En una sociedad capitalista, como la venezolana, en la cual el Estado cubre la mayor parte de las necesidades de la mayoría de sus habitantes, resulta muy temible cualquier atisbo de medidas socialistas. Es difícil negar que el grueso de la población activa y no activa de Venezuela vive parasitariamente del Estado, desde empresarios hasta estudiantes, pasando por gente desempleada y por una ingente plantilla burocrática que inútilmente pesa cual fardo lastroso en el Presupuesto Nacional. Estos funcionarios públicos, amparados en un sindicalismo político, ignaro y corrupto, inexplicablemente gozan de inamovilidad, de prestaciones sociales, etc., aunque su aporte al PTB deja mucho que desear, pero mucho ofrecen en materia del retardo cumplido en la prestación de los servicios públicos.


En una sociedad socialista se iría paulatinamente reduciendo la propiedad privada de los medios de producción más importantes y de mayor adelanto técnico. Esta consigna ha sido la más divulgada en la sociedad capitalista. Con ella se alude directamente al sector empresarial de alto giro, a la oligarquía burguesa. Y esto pareciera ser el coco con que se amedrenta al inversor privado y a los ciudadanos ya adaptados al consumismo burgués, muy conformes con su estado económico. Pero bien miradas las cosas la expropiación o socialización de los medios de producción va aparejada necesariamente con la eliminación del parasitismo ciudadano.


Para cuando se instale un Socialismo verdadero ya no habría desempleo ni subempleo porque sencillamente en esa sociedad para ir al mercado socialista habrá que trabajar y aportar algo al PTB. Se comerá según aportemos como valor agregado. Será principio socialista “recibir de la sociedad según se trabaje”.


La figura de funcionarios públicos ociosos en plantillas inscritas en organismos públicos que no las necesitan desaparecería. Igualmente desaparecería el becado crónico, el contratista que subcontrata, el empresario moroso y mala paga. Desaparecerían muchos comerciantes al menudeo, como vendedores de cerveza, de comidas baratonas, de revistas y afines, vendedores de terminales, muchos publicistas de porno y de mendacidades periodísticas.


Obsérvese que en las sociedades capitalistas sólo una exigua minoría tiene un elevado poder económico que le permite controlar los principales medios de producción. La ingente mayoría son asalariados pobres y miserables. ¿Acaso la gente autollamada clase media no vive en casa propia porque la adquirieron al crédito con onerosos y anatocistas intereses? Sólo que su infatuidad le impide ver y reconocer su propia pobreza.


En fin, que al Socialismo se le teme básicamente porque el trabajo sería obligatorio para la gente floja y viviana que suele vivir sin trabajar en estas sociedades no acuciadas por la necesidad de incrementar su industria porque, como en el caso venezolano, se vive de la Renta Petrolera, es decir de los 4 gatos. que operan en esta dadivosa industria.


Por el contrario, aquellas sociedades capitalistas donde los Ingresos Fiscales manufacturados son casi el único integrante del Presupuesto Nacional serían muy proclives a la instauración del Socialismo. Cierto que eso ocurrió con la URSS. Pero en la Europa Occidental por ser esta la sede de los grandes explotadores imperialistas se da la curiosa circunstancia de que sus asalariados coexplotan a los asalariados del resto del mundo.


En esa Europa ultracapitalizada es hoy por hoy mentira que sus asalariados dejan plusvalor. Por el contrario, sus patronos suplen su baja productividad con las extracciones de valor que les permite el saqueo practicado a países asiáticos, africanos y americanos, práctica que ya lleva más de 500 años. Por eso los países de Europa Occidental le temen al Socialismo, y los países como Venezuela le temen porque acabaría con tanto parásito que hoy por hoy vive del Estado.

viernes, septiembre 05, 2008

La encrucijada

Por Eudes Vera


Con reservas internacionales aproximándose a los 38.000 millones de dólares, deuda externa cercana a los 30.000 millones de dólares, inflación del 27% proyectada para fin de año y persistencia del mercado negro, Venezuela afronta una encrucijada con tres caminos bien definidos en materia de política cambiaria. Estos caminos son:


1. Mantener el control de cambio y el tipo de cambio actual de Bs. F. 2,15/US$

2. Mantener el control de cambio y devaluar el bolívar llevando el tipo de cambio a por lo menos Bs. F. 3,0/US$

3. Iniciar una política sistemática de revaluación del bolívar que conlleve eventualmente a la suspensión del control de cambio. Hemos sugerido en anteriores artículos llevar el tipo de cambio a Bs. F. 1,0/US$ en un lapso de 105 días hábiles, lo cual aumentaría el salario mínimo en dólares desde $372 (su valor actual) hasta $799, sin cambiar su valor actual en bolívares (Bs. F. 799).


El repunte del dólar paralelo en los últimos días pone en evidencia la ineficacia de la política de emisión de bonos y venta de notas estructuradas para bajar la cotización de aquél. Esa política fallida continuaría de optar el gobierno por cualquiera de las dos primeras alternativas.


Sólo la tercera alternativa tiene posibilidades reales de éxito, pues su aplicación llevaría en escasos meses a la reducción sustancial de la inflación y a la reactivación del aparato productivo del país, toda vez que con la apreciación del bolívar se reducirían significativamente los costos de producción (maquinarias, equipos e insumos importados, mano de obra y financiamiento). Por el contrario, las opciones 1 y 2 conducen al aumento de dichos costos, depresión económica y mayor inflación.


El blindaje más efectivo contra la inflación para un país con las características de Venezuela es, sin duda alguna, una moneda fuerte.


Existe la creencia bien arraigada en la gente de que el bolívar cada vez va a valer menos y por ello tratan de proteger sus ahorros adquiriendo divisas fuertes. Por lo tanto, es necesario crear la expectativa contraria en la población, es decir que el bolívar cada vez valdrá más.


La revaluación de la moneda permitirá pasar de una cultura devaluacionista a una revaluacionista. Una vez que esto ocurra se debe proceder a la suspensión del control de cambio con la seguridad de que no se producirá una fuga exorbitante de capitales. Si Venezuela fue capaz de erogar 9.500 millones de dólares con la compra de bonos argentinos, no hay duda de que también será capaz de desmontar exitosamente el control de cambio y acabar por siempre con el mercado paralelo.

martes, septiembre 02, 2008

Los Bazares de Mercal(Las ilusiones del mercado burgués

Por Manuel C. Martinez M.
1-sep-08


Si observamos los inventarios de todos los expendios al menudeo veremos en ellos muchas mercancías, tantas que exhiben prosperidad y garantía de suministro para el consumidor final.


Pero bien miradas las cosas, no es así. Los comerciantes al detalle disponen de un relativo poco capital ya que por grande que este sea se ven obligados a tener de todo un poco. Las farmacias son un buen ejemplo. Estas llevan a un control de existencias que a diario les obliga a reponer los faltantes. Estos expendios de mercancías medicinales requerirían ingentes inversiones para un completo abastecimiento de fármacos ya conocidos y prescritos diaria y copiosamente por los galenos, además de las innovaciones que suelen ocurrir casi quincenalmente. Por eso se limitan a tener pequeñas cantidades de cada uno de esos miles de medicamentos patentados.


Cuando usted va, pongamos por caso, a una zapatería, esta se halla full de calzados obsoletos, de tallas con poca salida, con colores y modelos no adecuados al gusto del consumidor medio. Si prefiere calzar a la moda debe aprovechar la época estacional, unas navidades, días del padre o de la madre, etc.


En este sentido, los arcanos “bazares medievales” resultaban un mercado ideal para el consumidor. En ellos se hallaba los productos del agro más frescos y hasta de óptima calidad. También la artesanía de los oficiales y maestros. Había plazas y lugares ad hoc que durante algunos días permitían que los consumidores se abastecieran para los inviernos y otras estaciones.


Si estudiamos los flamantes Mercales, con todas sus taras de corrupción que inevitablemente prende en todas nuestros organismos públicos, con una burocracia impune, y usada más para votar que para servir al pueblo, en esos Mercales, decimos, hay una buena y acertada copia de aquellos bazares.


Mediante estos nuevos “bazares” el pueblo consumidor logra adquirir su cesta básica ocasionalmente y de manera fresca y abundante.


Como si fuera poco, con los bazares la vida y su costo resulta abaratada en muchos y por muchas causas. Imagínese un comerciante moderno debidamente establecido. Para vender una que otra unidad de su inventario, fuera de las estaciones y días festivos, debe mantener un costoso local, con gastos de electricidad, agua, patentes, empleados, etc. Por supuesto, todo ese costo con cargo a unos inventarios repletos de invendibles.


Por todo ello abundamos con estas ventajas de los Mercales en los que el Estado debería poner todo su empeño para garantizar su continuidad y ocasionalidad temporal para que el consumidor pueda programar su presupuesto. Los sueldos y salarios necesitarían una readecuación, los puestos de venta deben ser fijos aunque ocasionales. Cosas así.