Asociación Civil Bolivariana "Defensores del bolívar"

martes, agosto 31, 2010

Conozcamos el Imperialismo de este Siglo XXI (Los “revolucionarios” estamos a tiempo para evitar males mayores)

Manuel C. Martínez M.

31/08/2010 21:28

Resulta por demás curioso el énfasis expansivo y sostenido que tan repentinamente ha tomado este ensayo “socialista de Siglo XXI” en el Trópico americano al lado de la inédita pasividad real asumida por parte del Capitalismo Internacional.



En Venezuela, por ejemplo, sentimos un ruidosa alharaca de la Fulana comisión “Súmate”, de sus viajes a USA, del financiamiento recibido por las ONG que fungen de opuestas al chavismo, y todos esos despliegues guarimberos-golpe de Estado y sabotajes incluidos-, como movimientos impunes protagonizados por chamos y chamas, por soldados y soldadas, por capitanes y capitanas, por generales y generalas, por líderes y lideresas,..., finalmente amnistiados, ruidosa alharaca, decimos, que parecieran ser los actos de una estratégica comedia en pleno proceso de desarrollo.



Es curiosa también la drástica y severa reducción del acervo tecnoprofesional venezolano, sufrida por el mejor personal tecnoprofesional desarrollado como fuerza productiva nacional, en la cuantía del despido directo e indirecto masivo del personal de Pdvsa que se había formado durante 100 años, con inclusión de los trabajadores ordinarios no gerenciales ni sindicales ni políticos. La excusa ha sido “que se quedaban con todo”, como si todos los gobiernos y sus favoritos no lo hicieron durante esa centuria desde Gómez hasta Caldera 2.



No menos curiosas son todas esas labores de informantes yanquis y proyanquis, toleradas por el Imperio y practicadas por personas como la respetable abogada E. G., con sus famosos “desclasificados”, unos documentos obsoletos no verificados ni autenticados por nadie, y sin ningún poder acusatorio en ningún tribunal Internacional; personas como el afamado lingüista Noam Chomsky, quien funge de “socialista” en un plano muy semejante al que tristemente jugó el “sabio” y mala gente, el físico Albert Einstein, un brillante personaje cuyos aportes científicos en buena parte fueron el resultado de apropiaciones indebidas de inventos e hipótesis ajenas que pasaban por las Oficinas de Patentes de Berna, Suiza, lugar, este, donde aquel “aprendió muchísimo” con las solicitudes de registro de las correspondientes innovaciones punteras de la Física del micromundo, y donde este Nobelado era entonces un afanoso funcionario público, o espía intelectual ad hoc. Es muy sospechoso su exilio de post Primera Guerra Mundial, luego de ser Nobelado en 1921., en plena efervescencia de la recuperación alemana y del explosivo avance de la Física frente a la Química que desplazó de su pedestal como ciencia máxima, particularmente en materia de la F. cuántica y radiactiva. Un espionaje que no tiene nada raro para un “genio” ya bien desdibujado en 1905 por su famoso “efecto fotoeléctrico”.

“Otra patente que lleva el sello

Einstein es la vieja pickup eléctrica

que permitía a los disco de vinilo,

púa mediante, convertir el movimiento

electromecánico en una señal

eléctrica. Nada menos que la posibilidad

de captar el sonido mediante

el fonógrafo.

Ese litigio por la brújula giroscópica

y las horas que pasó en la oficina

de Patentes, en Berna, Suiza -trabajó

entre 1902 y 1909-, motivaron a

Einstein a inmiscuirse en el mundo

de los inventos.

“Muchos toman el trabajo de la oficina

de Patentes como un trabajo

más, pero allí aprendió muchísimo”,

dice López Dávalos.

Sin embargo, el físico argentino

apunta a una sed inventiva “desde los

cuatro años”. Es que Einstein venía

de una familia dedicada a la industria.

El genio mundial creció entre motores

y generadores eléctricos.”


En fin, todos esos flamantes e innovadores acontecimientos “revolucionarios” de la presente República Bolivariana podrían estar formando partes muy bien articuladas de una “megaestrategia Imperialista” de última hora, algo así, digamos, como la “última fase” del Imperialismo, mismo que fue catalogado prematuramente así por el bolchevique Lenin. Es de inferirse que el intríngulis de esta macroestrategia es destruir todo tipo de reivindicaciones laborales adquiridas desde aquel chicagüeño Primero de Mayo para supuestamente partir de cero a costa de retrotraernos a los prolegómenos de las luchas sociales de siglo XIX.



Una novísima estrategia burguesa, e imperialista de punta, que busca aniquilar sus capitalistas de tercera y cesantear una “clase media” aburguesada, una clase de trabajadores que está absorbiendo mucho capital variable y c. constante, es decir, que está destruyendo los progresos económicos que el capitalismo mundial venía obteniendo a punta de mejoras en la “plusvalía relativa”, esto es, que hoy por hoy y a nivel mundial el tiempo necesario para reponer el “capital variable” crece a cada segundo con cargo a la plusvalía que aceleradamente se achica.



El modelo es Cuba, Uruguay se sacudió a tiempo, Chile la rechazó, México no la comparte, Brasil forma parte del juego, etc. La bandera socialista con ribetes bolivarianos que han pretendido convertir la revolución antifeudal bolivariana en rev. Socialista también forma parte de esta estrategia o Imperialismo de Siglo XXI.



Desde estos mismos medios, hemos expuesto la Megaestrategia Imperial:

Acabar con toda la clase media y sus reivindicaciones acumuladas luego de más de 200 años. Porque ya los mercados burgueses se agotan y la tasa de ganancia promedia no da más.



El Imperio y sus apologistas y consejeros lo saben, conocen de cabo a rabo la Crítica de la Economía Política capitalista de Carlos Marx, y mejor que la mayoría de los marxistas argentinos, por citar los más infatuados y jactanciosos al respecto. Efectivamente, el desarrollo de las actuales fuerzas productivas es tal que está viabilizando la explotación salarial, altamente rentable, de hasta los más tarados, formados con un ligero “ABC” de escritura cubana (Misión Robinson- esto quiere decir pirata, aventurero, empírico y afines, y de allí su nombre apuntalado demagógicamente por las ya obsoletas lecciones coloniales del pionero docente de los “niñitos de papá”. Estamos hablando acerca de Simón Rodríguez ya que Andrés Bello renunció a esa servidumbre a última hora. Simón R. sólo enseñaba a los mantuanos, es decir a los “blancos criollos” o pendejos de otrora, porque los realistas o feudales se formaban directamente en Europa



En las nuevas plantillas laborales asalariadas de esta fase “Imperialista de SXXI” estarían inscritas las personas naturalmente subdotadas o minusválidas, susceptibles de vender su fuerza de trabajo con paga de salario mínimo y en moneda devaluada o fiduciaria con negado poder adquisitivo, carente de todos los aditivos salariales que formaban parte de las reivindicaciones de esa clase media que ya dejó de crear plusvalía en la cantidad necesaria para el sustento de las relaciones burguesas. Este minimizado salario supone un ahorro de capital variable en favor de los crecientes costes de medios de producción, propios de la elevada composición orgánica que impone la dinámica capitalista de las últimas décadas con un capital constante de incontenible y alta proporción frente al gasto salarial.





Eso explicaría la desplegada defensa de estos nuevos asalariados relevistas de la actual clase media, su incorporación a las olimpíadas y la introducción de la mujer beisbolera expuesta a cáncer de mama causable por el primer pelotazo en su desprotegido busto. Todos estos potenciales obreros de este siglo presente podrán interactuar técnicamente con la maquinización digital y, por supuesto, recibir los mismos salarios de hambre que imperan en la superpoblada China o en los países mesonorafricanos de hambrunas permanentes y comprobadas.



Digamos que este Neoimperialismo de SXXI busca convertir el Ejército Industrial de Reserva, inclusivo del lumproletario, en asalariados activos y útiles para producir plusvalía, y ejército políticamente tratado como pobres dignos de “empoderamiento” y en favor de quienes cualquier ayuda gubernamental termina siendo bien vista hasta por los extremistas de radical conducta socialista y antiimperialista.

miércoles, agosto 25, 2010

Conozcamos la Industria Sanitaria Burguesa (De cómo los médicos y afines son explotados y coexplotadores)

Manuel C. Martínez M.
25/08/2010 21:23

“Fragmentos de obras de Marx



El capital, lib. 1, sección 5, cap. XIV

El obrero no produce para sí mismo, sino para el capital. Por eso, ahora, no basta con que produzca en términos generales, sino que ha de producir concretamente plusvalía. Dentro del capitalismo, sólo es productivo el obrero que produce plusvalía para el capitalista o que trabaja por hacer rentable el capital. Si se nos permite poner un ejemplo ajeno a la órbita de la producción material, diremos que un maestro de escuela es obrero productivo si, además de moldear las cabezas de los niños, moldea su propio trabajo para enriquecer al patrono. El hecho de que éste invierta su capital en una fábrica de enseñanza, en vez de invertirlo en una fábrica de salchichas, no altera en lo más mínimo los términos del problema. Por tanto, el concepto del trabajo productivo no entraña simplemente una relación entre la actividad y el efecto útil de ésta, entre el obrero y el producto de su trabajo, sino que lleva además implícita una relación específicamente social e históricamente dada de producción, que convierte al obrero en instrumento directo de valorización del capital. Por eso el ser obrero productivo no es precisamente una dicha, sino una desgracia.”
http://www.webdianoia.com/contemporanea/marx/textos/marx_text_plusval.htm
El subrayado es mío.

Obrero viene de “opus”, y esta voz latina significa la obra, de allí que a las intervenciones quirúrgicas se las haya llamado “operaciones”, y de los pacientes que las hayan recibido se dice que fueron “operados” de tal o cual víscera, de tal o cual hueso, de tal o cual tejido. A veces y desafortunadamente, se les dice: murieron durante la operación.



Obsérvese que por muy agradecidos que estemos de estos “trabajadores”, y por invalorables que resulten sus servicios, y como producto de alienaciones de parte del galeno y del paciente, es decir, del profesional y de su “cliente” , si usted quiere insultar u ofender a un médico burgués, pregúntele por su trabajo, como usted mismo se lo preguntaría a cualquier obrero, técnico o profesional diferente al médico, o haga como yo lo estoy haciendo nombrando a sus pacientes como su “clientela”. Sálvense las raras excepciones del caso.



También es un hecho que en el sistema capitalista, entras por el aro de la contrata asalariada, como artesano o profesional de libre ejercicio para servirle sumisamente al capital, o sencillamente te mueres de hambre o de lumpenidad.

Los médicos burgues, cuando le trabajan al Estado para fungir de burócratas, son explotados por el gobierno (1). Si trabajan por su cuenta, con clínica propia o como arrendatarios de una ajena, entonces allí actúan como pequeños burgueses capitalistas con un determinado personal auxiliar (asalariados), mobiliario y demás medios de trabajo ad hoc.



Efectivamente, los pensa universitarios y académicos de médicos, psicólogos y sociólogos de estos “países-mercados” tienen inscritos los programas de adiestramiento teórico para que los formados y egresados actúen como trabajadores al servicio de la industria sanitaria internacional. Esta industria médica, por ejemplo, abarca la Farmacopea, la fábrica de instrumentación quirúrgica y de materiales médicos en general, también absorbe las editoriales de toda la literatura médica, textos de estudio, revistas especializadas, páginas Web, etc.



Pero esos importantes pequeños “burgueses”, consciente o inconscientemente, están siendo explotados por aquellos industriales. Efectivamente, cuando un médico llena el récipe ocasional está promocionando el consumo de los medicamentos que mejor hayan sido introducidos por los laboratorios farmacológicos de actualidad. En este caso, a cambio no reciben salario alguno, salvo las muestras médicas promocionales y su correspondiente instructivos y recomendaciones terapéuticas. Su ejercicio profesional va más hacia el levantamiento de un acertado diagnóstico que hacia la curación del paciente (cliente), ya que ésta corre a cargo en principio de los medicamentos debidamente seleccionados por estos colaboradores, explotadores y explotados del sistema burgués. Podríamos inferir que los pensa de estudio del caso guardan ex ante una inextricable e interesada armonía entre síndromes y medicamentos en pleno proceso de producción en las correspondientes empresas de dicha farmacopea. De los Farmacéuticos resultaría toda una perogrullada que destaquemos su implícita e irremunerada alianza con esta industria.



Desde luego, se trata de una tácita y rentable mancomunión de intereses o de excelentes beneficios para ambos empresarios, lo cual podría justificarse sobre la base de que todos los trabajos de todas las industrias son complementarios en una sociedad mercantil capitalista como es la burguesa. Sin embargo, lo que queremos destacar es que la Industria de la Farmacopea viene usando como simples y no remunerados promotores y publicistas de sus mercancías hasta los más prestigiosos y ya poderosos galenos. Como estas mercancías son terapéuticas por excelencia, mal puede verse a ningún galeno como vigilante, protector o interesado por la salud de sus “clientes” en términos profilácticos o preventivos. A la Farmacopea le conviene obviamente una sociedad de enfermos con inclusión de los crónicos porque en ello le va la conservación de sus propias ganancias burguesas, y esto no significa ninguna pedrada para los ilustres, afanosos y diligentes “operadores” que venimos analizando.

(1) http://www.aporrea.org/ideologia/a98546.html

jueves, agosto 19, 2010

Conozcamos el Poder Judicial Burgués. ¿Qué tal si Privatizamos el Poder Judicial?

Manuel C. Martínez M.
19/08/2010 9:07

Necesitamos “democratizar” el interés burgués oligopolizado

hasta ahora por un grupito de burócratas constitucional,

legítima y legalmente adueñados

del mercado de las querellas, logros y dificultades sociales

del resto de la ciudadanía.


No es ningún un secreto a voces la pésima y, contradictoriamente excelente, e irreparable calidad del Poder Judicial venezolano, mientras esta sociedad siga siendo burguesa, y cuyos servicios dejan mucho qué desear y, al contrario, mucho que “atornillar”, en los distintos campos: penal, civil, comercial y “mercantilfinanciero”.



Dilaciones, y petulancia burocrática, inoperancia oportuna, defraudaciones sentenciales, casaciones convencionales, despilfarros procedimentales, anacronías jurídicas, obsolescencia organizacional( de poco sirve la electrónica computacional a cargo de una mano de obra rezagada culturalmente), etc., todo eso configura un cuadro improductivo para unos servicios tan valiosos e imprescindibles en cualquier sociedad civilizada, pero que cobran mayor relevancia en la sociedad capitalista cuya estructura familiar es privada y querellante por excelencia.



Esa ambivalente calidad judicial, notoria por demás, ha servido para que con sobrada razón algunos venezolanos hayan buscado causas y causitas, y sugerido fórmulas y formulitas en búsqueda del saneamiento y mejora en los servicios del caso que nos ocupa, aunque sin caer en acciones “revolucionarias” de corte económicas propias de la Economía Política. Se trata de posturas que, bien ignoran el trasfondo burgués, o se trata de populismo político y crematístico con demagógica factura.



Jueces, fiscales, legos y escobinos, jurisconsultos, docentes, abogados, empíricos a granel y humildes abogados a la caza de honorarios a como dé lugar para su sobrevivencia, todos ellos representan una heterogénea masa de trabajadores en pugna por imponer, personal y privadamente, cada uno sus propios alegatos e inferencias, razón esta por lo que demuestran que no han aplicado la cooperación interlaboral como método para agilizar los procesos judiciales ni resolverles querellas ni casaciones a los afectados de cada día.



Ha tenido tanta fuerza, estabilidad o atornillamiento en nuestra sociedad, este procedimiento judicial venezolano que es un prejuicio popular, incorporado a los pensa de estudios jurídicos, convivir con la opción de que “más vale un mal arreglo entre las partes que un buen juicio ante el juez”.



La legislación venezolana se ha ido saturando de leyes y leyecitas, de una legislación hipercasuística donde la mayoría de sus leyes terminan durmiendo el sueño de los justos, e injustos, por su inaplicabilidad, su empolvamiemto o ignorancia dentro de los propios tribunales, y donde las necesidades del burócrata judicial en nada difiere del mercachifle cuyos inciertos ingresos lo mantiene diariamente en constante y estresante expectación.



Sábese que por naturaleza propia los servicios jurídicos nacionales del llamado Estado de Derecho siempre han sido públicos o al servicio, ni tan indistintamente, de tirios y troyanos, de negros y blancos, de honrados y deshonestos, de alfabetos y analfabetos, de pobres y ricos, de capitalistas y asalariados, de prestamistas y prestatarios, de comerciantes y consumidores, de mayores y menores, de mujeres y hombres, de heter y homosexuales, de grandes damas y grandes prostitutas, y de delincuentes y probos.



Esa indiferencia teórica y constitucional ya deja mucho qué desear en un país donde el lucro particular y los problemas familiares de esos negros, de esos blancos, de esos banqueros, de esos prestatarios, de esos asalariados, de esos capitalistas, de esos consumidores, de esos comerciantes, y de esos analfabetos y alfabetos, de todos ellos, decimos, guía la mente y los pasos de una ciudadanía nacida, alimentada y educada en un atomizado mundo individualista y aburguesado a lo largo de todas sus aristas y dimensiones.



Los hombres preocupados por la mala marcha del Poder Judicial (mala para una parte de la sociedad, pero muy buena para la otra) han hablado de obsoletos métodos procedimentales, de carencia de espacio físico, de mala remuneración de la burocracia judicial, de malos hábitos del venezolano y de otra larga lista de posibles y hasta concomitantes causas de semejante anacronismo, desorganización y baja productividad del poder institucional que más peso cultural ejerce en cualquier sociedad del mundo de ayer y de hoy, inclusive más allá de los aportes culturales derivados del multisistema educativo nacional, estadal y municipal. El Poder Judicial es fuente inagotable de pedagogía popular.



Pensamos que este Poder Judicial bien podría ser objeto de privatización de tal manera que su gerencia y directivos judiciales vean en cada caso ventilado en sus oficinas una fuente de lucro ordinario y correspondientemente vean también, y en paralelo, una causa de quiebra capitalista en caso de que no sepan prestar buenos y oportunos servicios, ni garantizarle la razón legal a un demandante, ni sugerir el justo castigo a quien, negro, blanco, rico, pobre, empresario o asalariado, haya cometido algún ilícito, o violación o incumplimiento de variopintas obligaciones.



Esta privatización del Poder Judicial no tiene nada de extraño ni de inédito, habida cuenta que actualmente la mayoría de los defensores y demandantes de la querella nacional es ejercida privadamente por abogados debidamente acreditados en su libre y arbitrario ejercicio profesional. Para eso los titulariza nuestra burguesa y cuestionable Universidad.



El libre ejercicio de la abogacía es en sí mismo un anticipo y buen ejemplo de privatización judicial de derecho y de hecho. Entonces, ¿por qué no se privatiza de un plumazo también y definitivamente la fiscalización de los deberes y obligaciones de los burócratas de los poderes legislativo y ejecutivo? La legislación venezolana, actualmente, y desde atrás, hace del poder Ejecutivo y del Poder legislativo un doble suprapoder que constitucionalmente subyuga y regula el ejercicio burocrático del poder Público Judicial.



Los magistrados son preseleccionados por esos poderes, y el Presidente está facultado para casar a voluntad suya cualquier decisión que cualquier tribunal haya tomado aun con justificada razón jurídica. Para gozar de este privilegio se le reserva constitucionalmente la facultad indultaria.



¿Por qué no se privatiza la atención y defensa del agraviado, del secuestrado, de las víctimas del hampa común y burocrática?, cosas así. Alguien dirá: Eso sería como robustecer los males y bondades presentes. Sin embargo, debemos reconocer que mucho mejor marcha la empresa privada que la gerencia pública, porque sencillamente nuestra mente, nuestro piso cultural y variada praxis es burguesa desde hace sus buenos 2 cientos años, y ningún gobernante puede arrojar en contrario la primera piedra”.



En resumen: Así como muchos servicios privados han sido nacionalizados, también algunos servicios que tradicional y contractualmente han sido nacionalizados pudieran ser perfectamente privatizados, ya que mal puede seguir el Poder Judicial en unas manos burocráticas y de difusa responsabilidad de quienes por lo general y tendenciosamente terminan convirtiendo la Justicia en coto privado.

martes, agosto 17, 2010

Conozcamos la Competencia (La compraventa incluye procesos productivos)

Manuel C. Martínez M.
15/08/2010 18:42

Luego de instaurarse el tráfico de mercancías, y perfeccionado éste con el arribo del sistema capitalista, la competencia entre compradores y vendedores es un mecanismo económico de mercado mediante el cual se ha impulsado el desarrollo de las fuerzas productivas.



Efectivamente, la lucha entre los artesanos se afirmó con bienes de mejor calidad o de menor precio, independientemente de su intercambio con trueque o con dinero. Pero no se trata de sacrificios ni de ganancias, en favor o perjuicios de vendedores ni de compradores, sino de una mayor productividad o de desequilibrios en la oferta-demanda.



Partimos de que la demanda potencial, inclusiva de la d. solvente, es expresión del desarrollo de las fuerzas productivas, vale decir que hasta el crecimiento demográfico es en sí mismo una consecuencia del desarrollo de dichas fuerzas. El hambre de los insolventes representa un freno burgués para ese desarrollo.



En el caso de mercancías trocadas: Generalmente, cada artesano opera con una productividad particular que determina su tiempo de trabajo individual invertido en cada unidad mercantil. Aquellos cuyo coste de producción esté por debajo de la media o del valor social de esa producción (valor de la producción de todos los artesanos con igual oficio) podrán vender a este precio medio inferior (competir), u optar por obtener una respecto de aquel coste medio – ganancia sin explotar a nadie, se entiende-. Una ganancia obtenida al vender por valor superior al v. medio. En el primer caso está compitiendo, no así en el segundo que está aprovechando sus ventajas personales. Estas ventajas de mercado se mantienen mientras los demás artesanos no se desarrollen y mejoren sus productividades.



Seguimos: En esa economía de trueques, cuando la demanda sobrepuja la oferta, o esta escasea temporalmente, los precios suben para ajustarse al valor correspondiente a una productividad que no abastece equilibradamente la demanda del caso, y los trabajadores operan a costes elevados. Por el contrario, cuando la demanda no absorbe totalmente la oferta y surgen bajones en el precio es porque este se ajusta tendenciosamente a la mejor productividad de unos artesanos que pudiendo vender al precio del coste medio deciden hacerlo en correspondencia a una productividad inferior, pero ya superada.



En el régimen capitalista, ocurre, mutatis matandis, algo muy parecido, salvedad hecha de que muchos desajustes de la oferta y la demanda responden a falsos desequilibrios ya que, por ejemplo, entre otras ventajas del vendedor, no necesita vender para comer sino para acumular riquezas de capital, mientras que el artesano no dispone de reservas alimentarias ni medios para la conservación de sus posibles excedentes. Los capitalistas industriales, productores, financistas y comerciantes, tienen mercancías en forma de capital, mientras que los artesanos tienen mercancías en forma de vida y sustento.



Como vemos, la competencia no está desligada de los procesos productivos ni tampoco es un asunto de control subjetivo de parte de ninguno de los transaccionistas, sino que responde necesariamente al tipo específico e histórico de relaciones sociales de producción. Durante el Medioevo, los comerciantes eran coexplotadores de los feudales y de los artesanos a quienes compraban mercancías por debajo de su valor y retenían para sí parte del plusproducto , base económica del modo feudal. En el capitalismo todos los capitalistas reciben partes alícuotas del plusvalor explotado del asalariado porque este así lo conviene entro de una relación social que convierte a los trabajadores en comerciantes sin medios de producción propios, y a los compradores, en unos coexplotadores y explotados al mismo tiempo por ser dueños exclusivos de los medios de producción que otrora pertenecían a los trabajadores.



En esta entrega estamos introduciendo una novedad pedagógica a fin de conocer mejor al “capital”. Hemos elaborado una aclaratoria importante. Estamos considerando que el principal explotador burgués es el capitalista industrial productor, quien, adueñado de primera mano de toda la plusvalía que le otorga la relación de explotación “capital”, es decir, la contrata de asalariados, fuente de la plusvalía, es a su vez explotado en segundo grado por el industrial comerciante cuando este le compra a un precio por debajo de su valor original. A su vez, este comerciante resulta explotado finalmente por el financista con quien aquel comparte la porción de plusvalía que, como ganancia, había hecho suya cuando compró al industrial productor.



La gráfica siguiente, nos revela que siempre es posible hallar compradores mediante diferentes precios de venta, y hasta colocar 100% de la producción, si no existieran los capitalistas ni ninguna otra variante de explotador. De allí que la escasez o excedente en la demanda-oferta es sólo cuestión del modo de producción social.

En esta gráfica vemos que al bajar los precios, la demanda crece:



Ilustración 1 (Conducta de Oferta-demanda)


 
Dadas las curvas DD’ y OO’, de demanda y oferta, respectivamente:

Para pe = precio de equilibrio temporal; p1 = precio inferior, y p2 = otro precio inferior, y

para qe = demanda de equilibrio temporal; q1 = demanda mayor, y p2 = nueva demanda superior.

ADFP y ADFP representan situaciones desbalanceadas entre producción y demandas solventes, como siglas de Alto o Bajo Desarrollo de las Fuerzas Productivas. Los circunferencias correspondientes expresan la dinámica de ajustes para la retoma del equilibrio temporal.


jueves, agosto 12, 2010

Los Diputados y la Deuda Pública (¿Asamblea Nacional o Secretaría Ejecutiva de Asuntos Legislativos?)

Manuel C. Martínez M.
06/08/2010 18:21



La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (CRBV), en materia económica que es la más importante en toda sociedad moderna, es una   hechura de los diputados   acreditados como tales, aunque consustanciada con los intereses foráneos propios de un país atado al Comercio Burgués Internacional. De allí que las bondades y maldades populares o antipopulares que pueda presentar el texto de la “Carta Magna” es responsabilidad directa de todos ellos, salvo las excepciones debida y oportunamente asentadas en actas,  y en acuerdo con  los “ejecúteses” presidenciales.

De entrada, nos parece que esta Constitución sigue adoleciendo de muchos vicios de vieja data con un texto subrepticio en materia presupuestaria, y muy lesiva a los intereses nacionales. Pasamos a explicarnos:
Allí observamos que el endeudamiento público pareciera formar parte intrínseca de los Presupuestos Nacionales. Es lo que se desprende del articulado siguiente:
Art. 311, § 1 y 2, CRBV (Constitución República Bolivariana de Venezuela), Título VI, Capítulo II, Sección Primera;
Art. 312, § 1 y 2, ibídem;
Art. 313, § 2, ibídem
Art. 314, ibídem,
y otros artículos no menos ligados a la cuestión crediticia pública.

Ocurre que los Presupuestos Nacionales están prebalanceados   a punta de Endeudamientos Públicos. Así lo induce y prevé el texto del Art. 311 de la CRBV cuandosubordina los Ingresos a los Egresos, y no lo contrario como debería ser bajo un criterio de sanidad tributaria y financiera en favor de los trabajadores venezolanos.

Curiosamente, el texto de ese Art. 311 da por equilibrado y solvente el Fisco Nacional. Digamos que deja en libertad al Ejecutivo Nacional para la contrata de todos los créditos públicos compensatorios de potenciales huecos fiscales causados por malversación de fondos o por sobrestimaciones de gastos que el gobernante considere conveniente. Se irrespeta y contradice así la voluntad popular representada en el viejo Poder Legislativo.
Ese Art. 311 reduce la Asamblea Nacional a un ente pasivo meramente redactor, habida cuenta de que el sistema de partidos políticos previsto en la CRBV es retrógrado en relación a la Constitución de 1961. En ésta, la presidencia de las Cámaras era designada de forma democrática: la Primera presidencia le correspondía al partido inmediatamente perdedor.

Por ejemplo, si bien el Proyecto de Endeudamiento Público que asume el Ejecutivo debe pasar por el filtro de la Asamblea nacional, los diputados   están maniatados por una Constitución que les prohíbe hacer modificaciones reductoras al Presupuesto de Egresos que le presente el Ejecutivo, o sea, que ¡el endeudamiento va automáticamente!  aun   cuando ese Ejecutivo sobrepresupueste gastos cuya cobertura con ingresos ordinarios resulte corta. El Ejecutivo infla los gastos y presenta una Ley de Endeudamiento Público ad hoc que los diputados deben rubricar por mandato constitucional.

Los Art. 312 y 313 son aberrantemente contradictorios y coherentes al mismo tiempo: El 312 se limita señalar que los créditos públicos deben estar soportados por leyes especiales o separadas del Presupuesto Anual. En el Art. 313 leemos: “La Asamblea Nacional podrá alterar las partidas presupuestarias” (¿qué será eso?), pero “no autorizará medidas que conduzcan a la diminución de los ingresos públicos ni gastos que excedan el monto de las estimaciones de ingresos del proyecto de ley de Presupuesto”.  Si se lee bien, eso significa que la Asamblea debe aprobar de antemano la Ley de Endeudamiento Público, cualquiera que sea su monto. También leemos que la Asamblea está obligada a reconocer los excedentes de gastos estimados que sobrepasen los Ingresos propios, con lo cual se refuerza su obligación de aprobar sin chistar el endeudamiento público de marras.

Pero, además, y aun peor,   esta Asamblea Nacional está obligada a un servilismo denigrante y antipatriótico: el Art. 312 liga el PIB más los Créditos Púbicos previos   disponibles en Caja-a fin de honrar el Servicio de la  deuda pública-con nuevos Créditos Públicos. Por su parte, el Art. 314 prevé la formulación de “decretos ejecutivos” para otros endeudamiento fuera del Presupuesto Anual. Son los subrepticiamente llamados “créditos adicionales”. Estos los usa el Ejecutivo Nacional para cubrir sus  déficit de Caja de la Tesorería (¡uf!) cuando   sus asesores y Ministros    se hayan pelado es sus estimaciones de Gastos, y cuando     la Ley de Endeudamiento  Público de ese año haya sido por un  monto  insuficiente, y ese mismo Art.  aberrantemente contempla que esa Tesorería tenga fondos disponibles y sufrientes, es decir, que se induce e impone  la contrata  de más crédito público para mantener una tesorería solvente y equilibrar así durante el año los sobregastos o subestimaciones de ingresos. A esa triquiñuelas presupuestarias constitucionales dan en llamarlas equilibrio fiscal logrado con soportes de eficiencia, solvencia, transparencia y responsabilidad” (Art. 311).

Pero, en adición, los  diputados pecan de inconstitucionalidad cuando aprueban créditos adicionales para cubrir malversaciones de fondo del Ejecutivo y de sus irresponsabilidades administrativas, como suele ocurrir con los llamados “Pasivos Sociales” . Estos pasivos laborales, por ejemplo, de vieja data, suelen caminar por esta vía, siendo que por lo general sus partidas han sido más   de una vez presupuestadas y aprobadas y compensadas con reciclados créditos y más créditos públicos desviados hacia  otros fines. También son pasivos por mora manifiesta y por otros abusos burocráticos inherentes a la “piratería” tecnoprofesional que ha reinado en nuestra burocracia ya que en ella pesa más un carnet de político que una credencial universitaria. Curiosamente, las más encendidas críticas contra   y funcionalidad y calidad administrativa y académica de nuestras Universidades responden más a la falta de cualidad de los políticos que llegan al Poder con notorio bajo perfil académico y universitario que a juicios profesionales de irrebatible competencia académica.

Por todo lo cual inferimos que este articulado económico burocrático de la CRBV, ha sido redactado previamente por representantes directos de entidades financieras internacionales y criollas con alto poder económico financiero.  En la CRBV el Ejecutivo tiene en su bolsillo el Poder Legislativo, con lo cual este poder subordinado pierde toda su antigua autonomía y se convierte de hecho en una suerte de Secretaría ampliada del Ejecutivo Nacional; con sinceridad, podríamos llamarla “Secretaria Ejecutiva de Asuntos Legislativos”.

martes, agosto 10, 2010

Conozcamos el Revolucionario Desarrollo de las Fuerzas Productivas (Cómo y porqué ese desarrollo vencerá el modo burgués)

Manuel C. Martínez M.
08/08/2010 20:11

Los hombres colaboran en la producción del Producto Interno Bruto (PIB) y al mismo tiempo producen su vida misma, su forma de ser –primero- y de pensar –después-. Con la formación de las sociedades clasistas comenzó un inusual desarrollo de la capacidad productiva en y a cargo   exclusivamente de los hombres trabajadores, a pesar de que lo hayan   hecho en condiciones de explotación en favor de los hombres no trabajadores, según el acucioso sabio de la Economía Política, en general, y de la Burguesa en particular, Carlos Marx (Contribución a la Crítica de la Economía Política).

Los explotadores, y menos los burgueses, no han formado ni forman parte de las fuerzas productivas puesto que no trabajan. Sólo se desarrollan los medios de producción materiales, apropiados clasistamente, porque con ellos los   proletarios llevan a cabo los procesos tecnofabriles de producción de mercancías. Los explotadores, los dueños de esos medios, no trabajan para vivir ni viven para trabajar, sino “todo lo contrario”, sólo parasitan.

La producción social de la propia existencia de los hombres   se realiza objetivamente dentro del marco de unas determinadas, necesarias y circunstanciales relaciones interpersonales que mantienen los trabajadores y no trabajadores; estas relaciones que surgen entre los asalariados, que se ven forzados en ese marco social a vender su fuerza de trabajo (FT) durante un tiempo determinado (jornada),  y los capitalistas, como dueños de las demás fuerzas productivas (medios de producción), también involuntaria e indirectamente   explotan  aquella FT para su uso con fines capitalistas.  Es esta explotación de la mano de obra asalariada es la única y exclusiva  fuente de las ganancias, según la versión marxiana que nos ocupa. Debe evitarse la expresión de “empleo de trabajadores”, por parte de los capitalistas o empresarios, en lugar de “explotación” de dichos trabajadores, que es la expresión correcta.  A los trabajadores no se les da trabajo (sic), sólo se les explota.

Los asalariados, desde hace siglos ya, para trabajar y para seguir trabajando para vivir, se ven obligados a vender su propia fuerza productiva, su capacidad para crear riquezas mediante su interacción con los medios de producción ajenos, y, precisamente, que estos medios sean históricamente  de exclusiva propiedad de sus   patronos marca el carácter clasista de la presente sociedad burguesa y de todas las sociedades explotadoras precedentes, en todas las cuales unos hombres han explotado a otros.

Los patronos burgueses se limitan a la compra de esa fuerza de trabajo; estas transacciones de compraventa los convierte en capitalistas, una compra de FT que llevan a cabo directa o indirectamente a través de trabajadores útiles, aunque no asalariados, o no generados de plusvalía: Son los administradores del capital, usualmente  llamados ejecutivos o gerentes, cuyos honorarios superan con creses el salario de trabajadores asalariados subordinados a la gerencia y auténticamente creadores del PIB.

Por esta razón crematística y particular, y no por otra, este personal no asalariado termina aburguesado, y funge de apologista del régimen que lo privilegia. Son tomados como ejemplo mediático,   como pruebas palmarias de la inexistencia de clases,. Esto permite que el enriquecimiento de unos y la pobreza de los demás se atribuya a gestiones de iniciativa personal, de voluntad de superación, etc., a prácticas mercantilistas propias de una fase burguesa superada siglos atrás. En verdad, la mejora económica de estos trabajadores responde a que el capitalista   comparte con su “gente de confianza” la plusvalía arrancada los asalariados, todo lo cual convierte a ese personal administrativo y gerencial en coexplotadores y verdugos de la gente bajo su mando.

Los contratos de trabajo entre asalariados y capitalistas son contraídos jurídicamente entre trabajadores no productivos y trabajadores productivos; los primeros forman parte del capital constante, y los segundos, del capital variable, según la terminología introducida por el mismo Carlos Marx, ya citado. La división entre proletarios (asalariados) y burgueses (capitalistas) es meramente económica y no jurídica.

Curiosamente, ninguna “Carta Magna” reconoce estas clases sociales. En estas Constituciones sólo se habla de familias, personas, trabajadores, monopolios, comercios, industrias, explotación de recursos naturales, pero en ninguno de sus numerosos artículos se cita la palabra patrono ni la de explotadores, pero sí se ensalza y se   protege   al “asalariado” para quien se garantiza el salario digno, éste reducido al monto de un “salario que baste para cubrir la cesta básica” (Art. 91, Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, 1999). Evidentemente, se trata de una Constitución subrepticia y estructuralmente burguesa, protectora de la explotación capitalista. Sus alusiones a cooperativas de trabajo o económicas, y medidas de justicia social, todo eso ocurre dentro la esfera de la justicia social burguesa.  


Luego de comprada a crédito la fuerza de trabajo ( mano de obra asalariada) esta es utilizada mediante procesos técnicos productivos de mercancías, o sea, de valores de cambio depositados en los bienes de uso y b. de producción constitutivas del PIB. Los ejecutivos encargados de las empresas revenden las mercancías creadas en los centros fabriles, como una mezcla o simbiosis de fuerza de trabajo asalariada con medios de producción, (mezcla de trabajo muerto (depreciaciones) con “trabajo vivo” (FT) que muere al término de cada jornada)

El encargado de la fábrica coloca esas mercancías a un precio mayor que el coste de fabricación adelantado por el capitalista   La diferencia entre ingresos y egresos de capital por este concepto de compraventa de mercancías   producidas y creadas gracias al concurso de los asalariados, se explica porque los trabajadores productivos entregan durante su jornada, larga o corta, más valor que el contenido en el salario que reciben después de trabajar. De allí su denominación de “plusvalía” -más valor-. Como trabaja primero y cobra después, al asalariado le resulta tarde y extemporáneo cualquier reclamo sobre  ajustes del precio   de su propia y única mercancía, el salario recibido a cambio del uso temporal de su fuerza de trabajo (FT).

La era de esos ajustes del pago del valor trabajo creado con la FT fue llamada por Carlos Marx “era de revolución social” (Ibídem), y esta llegaría sólo a largo plazo, y no necesariamente como resultado de querellas   viscerales entre obreros y patronos. Estas querellas no pasan de ser luchas jurídicas mercantiles. La revolución social ocurrirá inevitablemente cuando la capacidad de creación de riqueza por parte de los trabajadores, en calidad y cantidad, con inclusión de la que portan los desempleados, sobrepuje toda la capacidad de los   mercados solventes para comprar dicha riqueza.

Digamos que contradictoria y paradójicamente en esa “era” de revolución social los productores, los comerciantes y los financistas, empezarían a disminuir parcialmente   la acumulación de capital que han practicado continuamente desde que se transformaron en capitalistas a partir de simples comerciantes. En esta “era” los trabajadores habrían empezado a tomar conciencia de que su trabajo individual es sólo una parte del trabajo social, y en consecuencia la era de la “unión de los proletarios del mundo” marcaría el comienzo de  una nueva historia.

En este sentido, ocurriría lo siguiente:

El desarrollo desbordado e ilimitado de la FT, con su acervo tecnocientífico y con la disponibilidad social de medios de producción igualmente desarrollados, con elevados índices de rendimiento, permite fabricar un volumen tal de mercancías que el mercado mundial no podría absorber solventemente, ni de medios de producción ni de bienes de consumo final. Los   abundantísimos inventarios que llenan los stocks de comercios cargados y saturados de mercancías invendibles o con bajísima circulación en todas las ciudades del mundo, son una prueba inequívoca y visible del choque entre el desarrollo alcanzado por las Fuerzas productivas mundiales y las relaciones de propiedad bajo las cuales se han desarrollado aquellas.

Por tal razón, e involuntariamente, los empresarios se ven económicamente obligados a restringir la mano de obra contratada, y las reducciones de la jornada de trabajo   vendrían por su propio peso, más como una estrategia comercial y unilateral del Capitalismo, que de una conquista reivindicativa sindical ni de ninguna gestión política de gobernantes, quienes demagógica y populistamente (tipo Perón, Argentina) suelen asumir esos logros como iniciativas suyas.  Cuando estas contradicciones se presentan en regiones y  sin el agotamiento total de los mercados mundiales, se trata  de crisis más o menos e tendidas y más o menos duraderas, pero que permiten a la   economía salir de ellas y entrar en las llamadas fases de recuperación. A la larga, tales crisis van agudizándose hasta que llegaría la “era” de la revolución social” tan científicamente prevista por el sabio y crítico que venimos citando.

El continuo desarrollo de las fuerzas productivas, complementarias entre sí, tanto de los medios de producción como de la fuerza de trabajo que  subsumen   la ciencia y su aplicabilidad tecnológica, se traduce en avances o mejoras en la cantidad y calidad de los medios de producción; estos alcanzan altos  índices de rendimiento, y, al lado de ellos, la mano de obra salarial puntea esos avances puesto    que los bienes de producción y de consumo final son todos obra exclusiva de los proletarios; de allí que estos  representan la clase revolucionaria por excelencia.  Los medios de producción son   extensiones artificiales o prótesis industriales del aparataje anatómico propio del trabajador, suerte de potenciadores de sus manos, pies, fuerza neuromuscular y creciente productividad de su persona integralmente considerada. Digamos que los trabajadores, bajo régimen burgués, han ido acumulando mucha capacidad productiva, al lado de la acumulación de medios de producción presente en los centros fabriles y en funciones, y en inventarios y depósitos comerciales de capitalistas en general.

Es que la acumulación de capital es acumulación de plusvalía, ésta apresada en unos bienes de producción y   de consumo. Estas mercancías, que también son fuerzas productivas, empezarían a desbordar depósitos e inventarios como mercancías invendibles o de largos y antieconómicos tiempos de circulación. Tales mercancías empiezan a convertirse en capital enfermo, a transformarse en mercancías cuyo coste de conservación, de ocio, de vigilancia, o de obsolescencia moral o tecnológica, sólo darán a sus propietarios una renta negativa. La plusvalía, hasta ayer, fuente de ganancias y enriquecimiento para los explotadores, se convierte en fuentes de pérdidas y descapitalización in crescendo que empieza a experimentar el capitalista en pelleja propia, y con ello se sumaría a quienes claman por un cambio radical del modo de producción que indistintamente amenaza a trabajadores y no trabajadores. Los acuerdos de colaboración entre obreros y patronos se metamorfosearían trabajadores a secas.

El proceso de explotación llegaría así a un tope máximo. Los asalariados, por su parte, siguen disponiendo de un colosal potencial productivo de riquezas que no hallan cómo utilizarla porque la tenencia en propiedad privada de loa medios de producción así se lo impiden. En esa era y momento, la Revolucion Social empieza masivamente a   cuestionar  las relaciones sociales o, en su expresión jurídica, a   la propiedad privada que hasta ese momento defendía inconscientemente. Se entra en una fase durante la cual  los propios explotadores no tienen razón alguna para evitar tal cuestionamiento, ya que al ceder parte de sus propiedades se estarían descargando de costes de mantenimiento de un capital a la sazón constante, ocioso y en proceso de putrefacción. Los medios de producción y todas las mercancías inventariadas tienen un rígido ciclo de salida y reciclaje, so pena de ocasionar pérdidas de capital por obsolescencia moral o física, por causa de sobrecostos de mantenimiento, custodia, almacenaje y aseguramiento.

Debe, pues, sopesarse si las tentativas revolucionaria que se asomen en algunas sociedades son verdaderamente expresión del fin del capitalismo, o si se trata de nuevos artilugios burgueses tendentes al alargamiento del “fin de su historia”.

Con una mayor capacidad productiva que crece en cada jornada, los trabajadores podrían trabajar durante menos horas y sin embargo seguir creando tanta o más riqueza que en jornadas de mayor duración en el pasado. Hoy, contradictoriamente, a los patronos les conviene la reducción de la jornada laboral de la misma o manera que le conviene un permanente excedente laboral desexplotado o subexplotado, a pesar de que cada asalariado   está preñado de productividad de capital, de ganancias. Las limitaciones crecientes del mercado impiden lo uno y los otro. De allí la contradicción endógena de unos medios de producción que en lugar de generar más ganancias, como “capital de mercado” ahora causan pérdidas como “capital industrial productivo”. De esta manera, el desarrollo de las Fuerzas productiva terminará explotando, no ya a los trabajadores, sino, al modo de producción burgués.

domingo, agosto 08, 2010

El Maravilloso Encanto de la Maternidad (Cuando la calidad y la cantidad no cuentan para nada)

Manuel C. Martínez M.
08/08/2010 6:25

El maravilloso encanto maternal es uno de los más curiosos fenómenos universales que escapa del encierro matemático, del guarismo y la enumeración que tanto privan en todo conocimiento acreditado como científico, salvedad hecha de las novedosas incertidumbres cuánticas y heisenbergianas.



En ese orden de ideas, saber quién fue la primera o el primero en la pareja progenitora de las especies sigue pendiente de elucidación popular. Más bien, esa irresistible manía de ordenar cualitativa y cuantitativamente a todo lo que nos rodea, con inclusión de nuestras partes corporales, nos luce un efecto cultural y no una causa original. Tal pareja evocaría, más bien, a una unidad en la cual ninguno de los contrarios tiene superioridad ni siquiera genética, sino alternativamente dominante o pasiva. Así lo señala la Dialéctica Materialista en una de sus portentosas leyes.



Sin embargo, por tradición cristiana, por ejemplo, a la “madre” suele dársele prioridad, tal vez por el exclusivo y natural don del amamantamiento de sus hijos. Efectivamente, sus mamas o fuentes alimentarias, exteriorizadas en su altivo e infatuado busto, justo alrededor de su sonoro corazón, convierten a la madre en un ser insustituible.



Los homosexuales modernos, por ejemplo, y viene al caso, hoy favorecidos con todo el empuje que el mercado de trabajo burgués les viene estimulando con miras a suplir faltantes competitivos en la oferta de mano de obra asalariada, ellos, decimos, confrontan la gran debilidad psicofisiológica de no poder salir naturalmente encinta.



Estamos hablando de una convencional y ancestral prioridad que es extensiva a todas las madres por su simple potencialidad como eficaz multiplicadora de la especie correspondiente. La literatura medioeval resumió todo el encanto y los privilegios de la futura madre, latente en las damas favorecidas por el andante caballero.



Las madres animales tienen una distribución más o menos equitativa y balanceada entre sus mamas y el número de sus cachorros, de manera que sólo los partos irregulares excedentarios subordinarían a alguno de sus igualmente queridos y no ponderados descendientes.

La incansable y afanosa gallina de corral enflaquece, se deshidrata y no para un segundo de su preciosa función materna hasta tanto no ve autonomizar a sus polluelos, según las enseñanzas y el aprendizaje que ella dirige escarbando acá, horadando allá, apartando esto y seleccionado aquello; todo para logar una equilibrada alimentación y entrenamiento de sus igualmente preciosos “hijos e hijas”.



Las aves suelen semidigerir, por embuche y desembuche, los alimentos de sus críos que se los ofrece a través de maternales, emocionados largos y maravillosos besos de madre a hijos.



En particular, la llamada “cacaíta” (Zenaida macrura):


Ella realiza en favor de sus pichones dentro y alrededor del nido, que también funge de reserva alimentaria ya que está levantado con su propios detritus que le sirven de argamasa y reserva mineral proteínica después de la incubación, todas las funciones pre y pos incubación.



Moldea el nido con fines ergonómicos y con su peso debidamente graduado encima de ellos estimula el desarrollo neuromuscular de los recién nacidos a quienes ejercita en el desarrollo y separación de su plumaje, del aleteo a millón que deben perfeccionar antes de realizar sus primeros minutos de vuelo; vigila constantemente y da la protección y avisos ante la presencia o sospecha de intrusos non sancto.



Es difícil comprender el dominio materno para amarlos por igual a todos, vigilándolos a todos, sin conocer y sin diferenciación alguna de sexo, color, tamaño, perfil, cabellera o aptitudes mentales, no saber clasificar ni contarlos, salvo para notar su penosa ausencia o pérdida de vista de alguno de ellos. Es que la madre parece moverse en función de un grupo mayor o menor de sus adorados hijos, y eso le da el encanto y maravilla de la maternidad bien entendida.

viernes, agosto 06, 2010

Conozcamos al Proletariado (Ni asalariados ni pobres)

Manuel C. Martínez C.
04/08/2010 18:47

El proletariado es la principal clase social, en calidad y número, de muchas de las sociedades conocidas. Siempre ha estado protagonizado por trabajadores explotados por terceras personas. Sus integrantes usualmente tienen pocos ingresos de escasa duración y corto alcance, y como única propiedad, además de su fuerza de trabajo (FT), exhiben mucha carga familiar además de las ilimitadas deudas públicas contraídas en su nombre por sus gobernantes.



Entre esta clase hay unos más pobres que otros, a pesar de trabajar como burros maltratados durante toda su vida, inclusive desde su temprana niñez y hasta su tardía vejez. Es una clase social que durante los últimos 100 años se ha ido enriqueciendo demográficamente gracias a las gestiones “humanitaristas” en favor de mayoridad del hombre y la mujer, y de la “liberación feminista”, así como la de los hombres que acusan formas sexuales no convencionales.



A los adolescentes se les salta años a fin de integrarlos más prontamente a las bolsas de trabajo, ya con responsabilidades civiles y penales. A los llamados gayes se les abren caminos morales en un plano casi igualitario con el resto de los sexos, y con igual fin en favor del incremento de la masa de trabajadores disponibles y aptos para su coexplotación en esos centros fabriles, comerciales y bancarios. Connotados movimientos sociales modernos, identificados con el eufemismo de “reivindicaciones feministas” han ido sacando a la mujer de sus hogares, de su maternidad, de sus maridos, con el subrepticio y perverso fin de penetrarlas a los centros fabriles, comerciales y bancarios 1



En teoría, es la clase de avanzada social con mayor fuerza potencial de lucha en favor del desarrollo de su capacidad laboral. Ésta fuerza reproduce el valor de sus salarios, y produce las ganancias patronales de los dueños de fábricas, de los comerciantes y de los banqueros. La “Ley del mínimo coste y máxima ganancia” (ley de oro de la Economía Burguesa), rige para ambos contratistas: el patrono lucha por la minimización del salario, y el trabajador lo hace por su maximización. Digamos que trabajadores y capitalistas jamás hacen equipo social, simplemente viven en lucha y contradicciones con tendencias antagónicas.



Cabe acotar que cada proletario en funciones en fábricas, comercios y bancos financieros, produce una plusvalía que macroeconómica o globalmente forma parte integral de la masa de plusvalía que terminan repartiéndose porcentualmente y a partes iguales, los fabricantes, los comerciantes, los banqueros y los gobernantes.



Cabe, pues, sopesar la inconmensurable capacidad de creación de la riqueza material que alberga el proletariado y que termina poseída en propiedad privada por los ricos del mundo, a tal punto de que toda, absolutamente toda, esa riqueza material acumulada durante milenios procede del trabajo impago de los proletarios de este mismo mundo sobre la base de relaciones sociales laborales, forzadas, que modernamente se admiten como contractuales dentro de ese Derecho Positivo Civil Burgués que data desde los tiempos mismos de la Revolución Francesa emprendida exitosamente por los distinguidos, historiados y connotados políticos, diputados y juristas, literatos y Sociólogos, todos cuadrados con la causa burguesa en contra de los antiguos explotadores feudales y esclavistas.



Semejante contrato mercantil laboral entre asalariados y capitalistas funciona entre trabajadores proletarios que siguen vendiendo, bajo múltiples versiones sociológicas y contables, su única mercancía llamada fuerza de trabajo a un precio salarial cuyo valor de cambio en el mercado es siempre muy inferior al precio del valor que dicha FT agrega en fábricas (Producto Interno Neto-PIB-) a los medios de producción ajenos ya apropiados por su comprador o patrono gracias a la misma plusvalía que jornada tras jornada va acrecentando dicha riqueza ajenamente conculcada.



Digamos que tenemos un proletariado que mientras más trabaja más enriquece a sus patronos, más los fortalece , razón por la cual él va perdiendo estímulos para seguir operando dentro de semejantes y leoninas relaciones de trabajo, para él, y de relaciones de explotación para su contratista. En ningún momento, ningún asalariado trabaja para un solo patrono, sino para toda la clase capitalista.



La vida del proletario transcurre entre reclamos por mejoras de ingresos que son tragadas por la inflación en los precios de su cesta familiar, y la entrega gratis de una mayor riqueza acumulada para los capitalistas. Por eso, la lucha de clases moderna debe centrarse, primeramente, en una supresión de los asalariados y, sólo consecuencialmente, de los pobres.


1 http://clio.rediris.es/udidactica/sufragismo2/origfem.htm

domingo, agosto 01, 2010

Las Clases, Marx. (El Capital, Libro 3, Capítulo LII, un concepto carente aún de aceptación común)

Manuel C. Martínez M.
29/07/2010 10:09

"En la mayoría de los escritos de Marx, como en los de Saint-Simon, el concepto de clase se emplea libremente sin ofrecer una definición formal.

Hasta sus últimos años de vida, Marx no sintió la necesidad de brindar una exposición formal de los atributos de la clase; y el famoso fragmento sobre "las clases", que aparece al final del tercer volumen de El capital, acaba precisamente en el momento en que parece que va a ofrecer una exposición concisa sobre la naturaleza del concepto."

http://new.taringa.net/posts/apuntes-y-monografias/1551233/La-Estructura-de-Clases-en-la-Sociedad-Avanzada---Athony-Gid.html

"Marx estuvo muy cerca de definir las clases sociales; pero, precisamente en este lugar, el manuscrito del Tomo III de El capital se interrumpe." 

Tomado de: David I. Rosenberg (Académico de la URSS, Comunista, Economista y Profesor), Comentarios a los tres tomos de El capital, (Original de 1939), Editorial C.S., Cuba, La Habana, 1979.

Criterios y demás especulaciones como esas no escasean en Internet ni en las bibliotecas convencionales, y, por bien intencionadas que nos luzcan, muchas de ellas revelan que la lucha por desvirtuar, ningunear, anular, combatir, controvertir, perfeccionar, negar y -si fuera factible- reemplazar y hasta matar los hallazgos de Marx, no afloja.

No obstante, creemos que muchos apologistas burgueses entienden perfectamente qué significa clases sociales en la literatura marxiana y marxista, y cuidado si lo saben mejor que muchos connotados marxistas. Aun así les conviene hacerse los desentendidos. ¡Hay tanta miseria en la Economía Política!

Hoy nos proponemos “terminar”, literal y expresamente, el Capítulo 52 que nos ocupa. Pensamos que, ex profeso, Marx se comportó mayéuticamente y dejó que fueran los mismos lectores de su obra quienes terminaran (ellos) de llenar los detalles que él dejó sobreentendidos en la expresión “etcétera”, misma que el propio Marx colocó como “epílogo” de ese Tercer libro, una “etcétera” de significado obvio, pero que ha sido, deliberada, inducida o inconscientemente reemplazado por la convicción de que Marx no nos dejó una definición completa acerca del concepto de clases sociales, ¡como si sus múltiples referencias a ese concepto no fuera uno de los dos soportes e hilos conductores de su precipua obra! Este tipo de crítica a priori, planteada por sociólogos, economistas y afines en la literatura no marxista y marxista, se asemeja a la que ha girado en torno al famoso “Problema de la Transformación” [1] .

Es claro que Marx suponía que su obra sería entendida para el final de dicho Libro, porque, si no, ¿cómo se explica que en ese capítulo él define claramente el concepto de clase, lo hace al comienzo, tal como veremos más adelante. Al respecto, Lenin salvó su responsabilidad desde el mismo año 1919 (Lenin, “Los sábados comunistas, Una gran Iniciativa”).

Partimos de aquí: En Sociología y Economía hablamos de: Modo feudal, m. esclavista y m. capitalista, en biunívoca correspondencia con: feudo, esclavitud y “capital”. Por eso, Marx llamó capital al modo de producción cuya crítica asumió como contraste y complemento de la que habían realizado los preeconomistas o “alquimistas”, los economistas clásicos y los “vulgares” o empíricos de la Economía.

Señalemos que en su “Contribución a la Crítica de la Economía Política”, Marx coloca como umbrales prologales, precisamente, las 3 clases principales e inherentes que dividen la sociedad burguesa:

1.-capitalistas, 2.- terratenientes, y 3.- asalariados.

Pero, muerto Marx, la mediática en general se ha encargado de negar la existencia de tales clases, particularmente porque Marx en esos 3 Libros optó por identifica las 2 primeras como clases explotadoras de la tercera. De allí, los comentarios como el del epígrafe.

Bien, dejemos adelantado que la clase “1” se subdivide funcionalmente en 3 variedades explotadoras que apuestan a partes iguales en el reparto del botín llamado “plusvalía”. Todas estas variedades son la misma clase; es una subdivisión meramente técnica y no social, habida cuenta de que un capitalista representa en sí mismo la tríada de comerciante, financista y “productor”. Con capital propio, necesita adoptar la personalidad de comerciante, la de productor y, por supuesto, ya ejerce la de autofinancista que le permite comprar “mercancías”: medios de producción, fuerza de trabajo y otros insumos, y así dedicarse a la explotación del asalariado contratado, vender las mercancías resultantes y recuperar su capital debidamente empreñado con la plusvalía aportada por sus trabajadores.

Curiosamente, el referido Cap. LII / Tercer Libro/ El capital, Marx lo colocó como epílogo o cierre de esta obra, y a la Plusvalía, por su propia “valía”, le reservó expresamente 3 Tomos adicionales que parecieran tener vida propia (Libro 4).

Curiosamente, también, resulta que todo el voluminoso apologismo de economistas -unos más nobelados que otros- de sociólogos y de filósofos concentra y dirige sus baterías hacia la plusvalía y hacia las relaciones sociales, conscientes de que estas dos categorías representan las dos columnas “sansonianas” de El capital y del Manifiesto Comunista.

Porque El Capital fue escrito a lo largo de 1859- 1867(Contribución a la Critica de la Economía Política-El Capital), sobre las base fundacionales historicomaterialistas del Manifiesto Comunista (Diciembre 1848). Fue en esta primera y densa obra donde Marx y Engels definen claramente el concepto de las clases: “burguesía” y “proletarios”. Una ligera lectura de ese manifiesto revela de inmediato que ya ellos conocían perfectamente la esencia de la “plusvalía” y la estructura económica que representaban las “relaciones sociales” concentradas en aquellas dos clases. Luego, con “El capital”, Marx y Engels ofrecieron esos detallados elementos cognoscitivos y academicistas que tan redundante y oscurecedoramente han perseguido los Sociólogos marxistas y no marxistas durante más de un siglo después de aquellos. Podríamos afirmar que, en sus orígenes, la Sociología es una ciencia eminentemente antimarxista, y de allí la frescura relativa de su nacimiento, y su viciosa yuxtaposición con la creación de Marx. (La creación de la sociología como disciplina está asociada a los nombres de Henri de Saint-Simon, Auguste Comte, Karl Marx, Herbert Spencer, Émile Durkheim, George Simmel, Ferdinand Tönnies, Vilfredo Pareto, Max Weber, Talcott Parsons, Alfred Schütz. Wikipedia)

De resultas, de partida, nos negamos a tan siquiera imaginar pizcas de duda, falla o inseguridad por parte de este científico en cuanto a la definición más precisa de un concepto que en su extensa obra “sociológica”, económica y filosófica, juega un papel de primerísima relevancia. Entre otras tantas citas “clasistas”, Marx demostró cómo el dinero se convertía en “capital” tan pronto como el dueño del dinero halla en el mercado un trabajador libre, carente de medios de producción, predispuesto a vender su fuerza de trabajo como cualquier otra mercancía, inútil para él, pero muy útil para su comprador. Este trabajador libre está preñado de plusvalía y este valor se capitaliza como ganancia en favor del dueño de la fábrica que lo emplea para fabricar mercancías.

Hablar de plusvalía- el motor y pesado núcleo de toda su Obra- es biunívocamente hacerlo de las “clases sociales burguesas”. No habría otra forma de entender lo uno sin lo otro, o tan siquiera atribuir lapsus, fallas o ambigüedades sobre tales conceptos fundamentales propias de la Crítica marxiana.

Es de inferirse que Marx sospechaba y estuvo consciente de que ese nuevo concepto, además de revolucionario, en lo técnico, en lo filosófico y en lo “sociológico”, no sería fácil de digerir ni siquiera por los más compenetrados defensores de la causa proletaria. En consecuencia, la mayéutica le venía al pelo.

Marx aprendió (descubrió) que no se puede conocer de súbito, de una ligera lectura, lo que todavía no hemos observado en su totalidad. A Marx le costó una buena suma de años y de exploraciones literarias, cual ratón de bibliotecas, poder tener una visión suficientemente extensa e intensa que soportara estable y sostenidamente su “Contribución como Crítico de la Economía Política”, ésta, a la sazón pendiente de configurarse como ciencia con todo el rigor científico de las demás. Digamos que los ensayos sociológicos de marras, y de más atrás, fueron reemplazados por la ciencia de la Economía Política perfeccionada por Marx. (“…ya desde la Edad Media, pensadores de origen árabe, como Ibn Jaldún, realizaron reflexiones académicas que podrían ser consideradas sociológicas.”. Ibídem)

A continuación, recogemos el texto íntegro del capítulo que nos ocupa, e iremos intercalando algunos comentarios después de cada/u de sus párrafos. De su cuidadosa lectura, podrá observarse cómo el orden de presentación de los protagonistas de las clases sociales burguesas y la cita redundante de sus correspondientes cualidades o “condiciones” sociales son petrificados por Marx de manera verdaderamente plausible; se trata de un capítulo con una densidad informativa difícil de hallar en la escritura de connotados científicos de la literatura universal, al presente:

“Las clases

§ 1.- “Los propietarios de simple fuerza de trabajo, los propietarios de capital y los propietarios de tierra, cuyas respectivas fuentes de ingresos son el salario, la ganancia y la renta del suelo, es decir, los obreros asalariados, los capitalistas y los terratenientes, forman las tres grandes clases de la sociedad moderna, basada en el régimen capitalista de producción.”


Si allí no se lee una palmaria y detallada definición de clase, somos analfabetos.

§ 2.- “Es en Inglaterra, indiscutiblemente, donde más desarrollada se halla y en forma más clásica, la sociedad moderna, en su estructuración económica. Sin embargo, ni aquí se presenta en toda su pureza esta división de la sociedad en clases. También en la sociedad inglesa existen estados intermedios y de transición que oscurecen en todas partes (aunque en el campo incomparablemente menos que en las ciudades) las líneas divisorias. Esto, sin embargo, es indiferente para nuestra investigación. Ya hemos visto que es tendencia constante y ley del desarrollo del modo capitalista de producción el establecer un divorcio cada vez más profundo entre los medios de producción y el trabajo y el ir concentrando esos medios de producción desperdigados en grupos cada vez mayores; es decir, el convertir el trabajo en trabajo asalariado y los medios de producción en capital. Y a esta tendencia corresponde, de otra parte, el divorcio de la propiedad territorial para formar una potencia aparte frente al capital y al trabajo 1/, o sea, la transformación de toda la propiedad del suelo para adoptar la forma de la propiedad territorial que corresponde al régimen capitalista de producción.”

“Nota 1.- [F. List observa acertadamente:

El régimen predominante de las grandes fincas cultivadas por cuenta propia sólo demuestra la ausencia de civilización, de medios de comunicación, de industrias nacionales y de ciudades ricas.

Por eso encontramos generalizado este régimen en Rusia, Polonia, Hungría, Mecklemburgo.

Antiguamente era también predominante en Inglaterra; pero al aparecer el comercio y la industria, las grandes fincas se desintegraron en explotaciones de tipo mediano y se impuso el régimen de arriendos.”]

En § 2 dice que Inglaterra fue el primer país en adoptar exitosamente el modo burgués de explotación. Que la clase trabajadora artesanal fue perdiendo mercado, empobreciéndose y convirtiéndose en asalariada; que la de los propietarios de tierra feudal donde se extraía plusproducto agrícola y tributos en dinero y especie optó por arrendarlas y recibir alquileres del capitalista; que la clase traficante de mercancías va optando por producirlas en galpones y centros fabriles, y los usureros prestan a los productores capitalistas y comerciantes.


§ 3.- “El problema que inmediatamente se plantea es este: ¿qué es una clase? La contestación a esta pregunta se desprende enseguida de la que demos a esta otra: ¿qué es lo que convierte a los obreros en asalariados, a los capitalistas y a los terratenientes en factores de las tres clases sociales? Es a primera vista, la identidad de sus rentas y fuentes de renta. Trátase de tres grandes grupos sociales cuyos componentes, los individuos que los forman, viven respectivamente de un salario, de la ganancia o de la renta del suelo, es decir, de la explotación de su fuerza de trabajo, de su capital o de su propiedad territorial.”

En este párrafo 3 dice que las rentas: salario, ganancia y alquileres, responden a las fuentes: Fuerza de trabajo, capital y propiedad territorial, en lugar de mercancías para artesanos y campesinos, ganancia comercial y usura medievales para comerciantes y usureros.

§ 4.- Es cierto que desde ese punto de vista también los médicos y los funcionarios, por ejemplo, formarían dos clases, pues pertenecen a dos grupos sociales distintos, cuyos componentes viven de rentas procedentes de la misma fuente en cada uno de ellos. Y lo mismo podría decirse del infinito desperdigamiento de intereses y posiciones en que la división del trabajo social separa tanto a los obreros como a los capitalistas y a los terratenientes, a estos últimos, por ejemplo, en propietarios de viñedos, propietarios de tierras de labor, propietarios de bosques, propietarios de minas, de pesquerías, etc.”

Como vemos, Marx se cuida de evitar confusiones, razón por la cual señala ciertos y aparentes contraejemplos o ambigüedades como las supuestas clases de los médicos y de los burócratas.

Al respecto, es claro que, contextualmente, esos profesionales y otros artesanos o y profesionales de libre ejercicio, quienes todavía cuentan con medios de producción propios, representan simples vestigios medioevales que no encajan en las clases principales del modo burgués, todavía en proceso en tal sentido, a quienes progresivamente el sistema los absorbe u obliga a ejercer como empresarios y asalariados de sí mismos(Médicos y docentes dedicados al comercio hospitalario, a la educación mercantil…)

Igual cosa podemos decir de los funcionarios públicos o burócratas de mediano y bajos rangos administrativos. Todos ellos reciben remuneraciones del Estado, éste los recibe en forma de tributos que según ya se ha explicado científica y detalladamente a los largo de El capital, son la cuota parte que recibe el Estado con cargo a la plusvalía, en cuanto a los capitalistas y arrendatarios, y con criminal cargo sobre los mismos asalariados, a manera de doble explotación sufrida, además de que también son explotados por los gobernantes (altos burócratas del Estado) como tales funcionarios públicos en correspondencia con su “plustrabajo” que les arrancan en forma de “plusproducto” servicial, subremunerados o con salarios de hambre en su gran mayoría. Por esta razón también representan remanentes del modo de producción feudal.

Marx afirmó que cuando la sociedad se comunice el Estado actual se habrá extinguido y con éste se extinguirían esos funcionarios. En resumen: este capítulo 52 del Tercer libro de El capital debe recibirse como suficientemente terminado no sólo en cuanto al objeto de estudio específico(las clases), sino en cuanto a toda la Obra que lo contiene.







[1] Cónfer: http://www.aporrea.org/actualidad/a37856.html