Flojos, No
Flojos, NO; Deshabituados al trabajo, SÍ
(Mestizos de alta productividad)
Manuel C. Martínez M.
Flojo ha sido un inadecuado, desafortunado e injusto tratamiento endilgado al venezolano por analistas, Sociólogos, Politólogos y falsos Historiadores de la cuestión obrera venezolana, y también a trabajadores de la región meso y suramericana.
Vivimos en una sociedad cargada de contradicciones, las más inadvertidas, y pocas analizadas, una sociedad gobernada por el sistema económico más elástico y más zigzagueante de la Historia cumplida a la fecha. Por ejemplo, los asalariados más rentables no son los mejores preparados, tecnocientíficamente hablando, y esta es en sí misma una extraordinaria paradoja.
Veamos: En el Capitalismo la riqueza en funciones productivas del inversor llamado empresario, a mediano y largo plazos tiende forzosamente a descomponerse en mucho capital constante y poco capital variable; hablamos en términos relativos. Todo ello en estricto cumplimiento de las leyes económicas de la concentración y centralización del capital.
Damos por conocidas esas dos figuras, contables en su versión vulgar, pero económicas vistas a través de la lupa de la Economía Científica. En la versión contable las materias primas representan capital variable, no así en la EC que las integra al c. constante. En la versión marxista, a este capital constante debe pertenecer la plantilla gerencial, la administrativa y los staves, aunque pertenecen al otro capital en la versión contable burguesa 1/.
La relación entre los capitales , constante y variable, bota su Composición Orgánica, y según que esta sea respectivamente alta o baja, baja o alta termina siendo tasa de ganancia microeconómica, la tasa de los capitales aisladamente considerados. Digamos que un capital con alta CO resulta menos ganancioso porcentualmente. Lo contrario rige para aquellos capitales contratistas de mano de obra, que operen con baja CO o con medios de producción de menor sofisticación técnica, más baratos y de menor rendimiento.
Un bodeguero libre de competencia, y con precios iguales al valor de las mercancías, podría perfectamente acusar una mayor tasa de ganancia que los inversionistas de mayor capital en el mundo, aunque su ganancia absoluta sea insignificante frente al saco de dólares que anualmente se embolsilla la alta burguesía empresarial transnacionalista o imperialista.
La siguiente digresión es oportuna y muy importante: Los mayores volúmenes de ganancia los da el gran capital de elevada CO debido a los altos rendimientos de su costosa maquinaria. Esta coadyuva en la productividad del asalariado, pero aun así toda la productividad potenciada por esa maquinaria es creación exclusiva del asalariado, y de nadie ni de nada más. En tal sentido, la ayuda del capital constante se asemejaría a las gruesas callosidades de la mano de obra que le permiten al operario una mayor prontitud en la correspondiente manufactura de tal cual mercancía, y no por ello debemos atribuir a esas callosidades la facultad creativa del valor de aquella.
Seguimos: Las tasas de ganancia tienden a nivelarse en el escenario macroeconómico, razón por la cual, y groso modo los grandes, medianos y pequeños inversionistas terminan operando con tasas de ganancias ligeramente diferentes entre sí y hasta iguales. Esta nivelación se da porque las mercancías no se venden según sus valores particulares, sino al precio de producción que arroja el mercado como resultado de todo el entramado e ingente volumen de transacciones cumplidas. Este precio de producción es una categoría máximamente macroeconómica y característica del régimen burgués de producción. Sirve para dilucidar el meollo de la fuente de las riquezas, de la fuente del valor o de la fuente de las ganancias2/.
En tal sentido, los capitalistas de menor o de pequeños capitales tienden relativamente a equipararse a los grandes capitalistas. Por cierto, este es uno de los encantos que obnubila a todos los asalariados en su esperanzadora espera de tiempos mejores, en su “involuntario” deseo de “saltar la talanquera” de trabajador a explotador, de empleado a patrono.
Bien, dentro de ese marco burgués expliquemos que la mano de obra predominante en Venezuela es en principio de baja formación cultural y tecnocientífica, y aun cuando no fuera así por las altas dosis presupuestarias que el Estado ha inyectado a la población durante unos 140 años, aun así la moral, la conducta asumida y los hábitos de nuestros mestizos no son precisamente de trabajadores muy habituados al trabajo responsable y cronometrado. En este sentido podríamos identificar al asalariado criollo como un trabajador de bajo rendimiento, y, como tal es un rico productor de una mayor tasa de ganancia para sus empleadores. Nótese que la preferencia de su contrata en territorios meso y suramericanos y africanos y asiáticos va más allá de la simple colocación de medios de producción excedentarios y desempleados procedentes de los grandes emporios mercantiles capitalistas e imperialistas. De nada sirven los medios de preproducción divorciados de la mano de obra viva.
Basta reconocer los componentes genéticos que han tejido a nuestros trabajadores actuales. Lo de trabajador es más bien un tratamiento eufemístico “por defecto”. Así, los nativos de tierra firme hallados por Colón, por ejemplo, jamás conocieron el trabajo organizado. Eran erráticos recolectores y pescadores del paleolítico tardío en el mejor de los casos. La mano de obra africana que los “realistas” y “mantuanos” compraron para esclavizarla en nuestros territorios americanos fue “cazada” a lazos en las costas africanas no norteñas. Estos pobladores africanos vivían de la pesca y cacería, y como tales no habían creado hábitos para el trabajado en haciendas ni mucho menos en talleres ni en las incipientes fábricas burguesas. Fue el establecimiento del sistema capitalista lo que obligó a la compraventa de esclavos a fin de responder a la creciente demanda y agitada dinámica del comercio internacional ya disparado hacia arriba con el hallazgo del continente transatlántico.
En cuanto al tercer componente de este curioso y armonioso mestizo afroamericohispano, la tripulación marítima de Colón no se caracterizó por ser muy trabajadora que digamos. La conocida “leyenda negra” es tajante al respecto.
En consecuencia, tenemos un trabajador venezolano que sólo en poca cantidad y con raros casos logró habituase a medias a un modo de vida extraño a sus comunidades originarias. Un modo de vida del feudal tardío mezclado con el modo de vida burgoincipiente. Súmese que el populismo político y la disfrute burocrático de la Renta Petrolera en Venezuela desde los tiempos gomeros se tradujo en muchas reivindicaciones para un trabajador de bajos rendimiento lo que desincentivó prematuramente los mejores hábitos salariales
Es obvio que para rendir plusvalor en una fábrica primero débese estar habituado al trabajo por jornada, estar encuadrado en rígidos horarios bajo la supervisión de capataces, cosas así, por inferir lo menos. Una sociedad de trabajadores primitivos, analfabetos y con costumbres arraigadas e milenios atrás no puede arrojar trabajadores muy productivos que digamos. Pero paradójica y contradictoriamente, estos trabajadores venezolanos, en cambio, han sabido generar más riqueza de plusvalor y más ganancias mercantiles que los más cultos y expertos trabajadores de la Vieja Europa.
Entonces la llamada florera que se atribuye al venezolano de bajos rendimientos e irresponsable conducta empresarial no es otra cosa que falta de hábitos permanentes para el trabajo.
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1/Cónfer:
http://www.aporrea.org/ideologia/a84644.html / http://www.aporrea.org/ideologia/a94541.html
2/ C.: http://www.aporrea.org/actualidad/a37856.html
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