Asociación Civil Bolivariana "Defensores del bolívar"

sábado, enero 24, 2009

Inseguridad y Subempleo (El Estado Paralelo)

Por Manuel C. Martínez M.
21 ene. 09

La mayoría de las oficinas bancarias venezolanas cierran a media tarde. Los establecimientos comerciales lo hacen un poco más tarde; las estaciones de servicio de combustibles y afines, el reparto a domicilio está desaparecido para farmacias y el grueso de estas ya no opera sino de día con turnos nocturnos muy distantes entre sí.

Para las ciudades modernas dotadas de magníficos servicios de energía eléctrica esos recortes en sus jornadas significan una contradictoria y considerable reducción de su demanda y un consecuente ajuste en la respectiva oferta. Finalmente, todo eso se traduce en subempleo general de insumos varios, mano de obra, inventarios, etc. Esto representa una potencial merma en sus ganancias anuales que los afectados suelen compensar mediante indebidas alzas de precio.

Pero lo más significativo es que esos recortes en la jornada diurna por cierre temprano de comercios en general significan un desaprovechamiento del tiempo solar. Efectivamente, estamos desaprovechando económicamente alrededor de 10% de las 24 horas del día.

Cuando se va a las causas de ese subempleo del tiempo caemos en el problema más relevante de los últimos tiempos, no sólo aquí sino en casi todas las ciudades del mundo. Los gobiernos se han mostrado muy ineficientes e ineficaces para combatir la delincuencia. Han hecho de la inseguridad la más desvergonzada burla burocrática de las principales funciones del gobierno.

¿Para qué sirven las instituciones legislativas, ejecutivas, militares y policiales ante una hampa superior en eficiencia e impunidad? Por las calles, plazas y carreteras de desplazan sin control alguno multitud de antisociales, las cárceles se hallan saturadas, los tribunales se han corrompido, la policía y los militares son burócratas incompetentes para la satisfacción de estas necesidades, y la venta de armas y municiones en un gran negocio para sus traficantes.

Todo este cuadro nos debería llevar a la reflexión sobre qué estamos haciendo con nuestra educación, para qué sirve el alto grado técnico impartido por escuelas, liceos y universidades, si la delincuencias organizada y desorganizada ha ido conformando un auténtico Estado Paralelo.

Efectivamente, el Estado se limita a la contrata política de cierto número de policías y militares. A los primeros los mantiene en completa pobreza, con un hábitat común a los antisociales de baja ralea, y a los segundos los acuartela y usa para actividades protocolares. Por excepción, algunos son usados actualmente para oficios ajenos completamente a la seguridad individual antidelictiva. Un puñado de ellos son empleados para la demagógica función de velar por otro tipo de seguridad ciudadana, como la llamada seguridad “alimentaria”.

El Estado monta un aparataje al montaje de una Fiscalía timorata y corrupta, y unos tribunales que guardan muy poca relación moral y cuantitativa con la desbordada cantidad de casos jurídicos derivados de los diarios y repetitivos actos delictivos.

Por último el Estado se aboca a la elección de gobernantes de todo tipo, con diferentes programas de Justicia Social que no termina por convencernos ante el sostenido alto índice delictivo. La inseguridad es un asunto de Estado que el Estado no resuelve mediante las prácticas usuales ni mediante un sistema de seguridad que no da pie con bola. Asimismo, el comercio se limita a cerrar sus puertas y aumentar el subempleo de nuestros recursos y del tiempo en general.