Discriminación social y mercantil olímpicamente vista por gobernantes y demás parlanchines
Por Manuel C. Martínez M.
4-abr-06
Este es el caso: Desde los más remotos tiempos de la compraventa, consumidores y vendedores han manejado la oferta y demanda de bienes de primera calidad, de segunda calidad y de tercera calidad, sin mayores miramientos más allá de su convencimiento de que unos estén al alcance de unos bolsillos, y no de otros.
Muy lejos han estado esos transaccionistas de entrever en esa aparentemente simple clasificación de los bienes materiales que son ellos mismos quienes de partida se hallan encajonadamente separados entre sí, según el volumen de sus correspondientes y personalísimos peculios.
Se infiere, pues, que en estas sociedades tenemos, coadmitimos y pasamos inadvertido que formamos un conglomerado de seres humanos subdividido en grupos de Primera Calidad, de Segunda Calidad y de Tercera Calidad, muy a pesar de las contradictorias y edulcoradas mentiras escritas en las Constituciones republicanodemocráticas de las sociedades burguesas, o sea de las sociedades de primera, de segunda y de tercera. Todo ello en perfecta sincronización y respeto de la ley de las simetrías.
Así como hay vestidos y calzados de primera calidad, los hay de tercera; así como hay comida de primera calidad, la hay de tercera; así como hay viviendas de Primera Calidad, las hay de tercera; así como hay bebidas de Primera calidad, las hay de tercera; así como hay salarios de Primera, los hay de tercera; así como hay medicinas de Primera, las hay de tercera, así como hay libros de Primera, los hay de tercera; así como hay vehículos de Primera, los hay de tercera; así como hay conciudadanos de Primera, los hay de tercera; estudiantes de tercera, mujeres de tercera, informaciones de primera, y finalmente, gobernantes de Primera.
De manera que la simple división entre patronos y obreros trasciende su iniquidad y discriminación a todos los aspectos de la vida de ambos conglomerados sociales, quienes olímpicamente dan como un don de la Naturaleza y de Dios semejantes y tan abundantes diferenciaciones mercantiles.
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