Asociación Civil Bolivariana "Defensores del bolívar"

martes, mayo 01, 2007

La Oferta en Calidad y Cantidad Depende de la Competitividad

Por Manuel C. Martínez M.
29-abr-07

La protección arancelaria, prohibiciones y restricciones a las importaciones competitivas para un Economía, es una medida intervencionista estatal sólo recomendable para favorecer la industria nacional ya desarrollada, sobre todo para contrarrestar el dañino dumping en sus variadas manifestaciones.

Si, además, nuestros empresarios siguen recibiendo jugosas subvenciones anuales de dudosa recuperabilidad para el Fisco nacional y para el consumidor criollo, el síndrome del parasitismo se magnifica y acelera en su presentación.

Para nadie es un secreto que el desarrollo capitalista de los países hoy conocidos como potencias industriales se afirmó eficazmente sobre la base de férreas competencias interempresariales, competencia que si bien propende a prácticas monopólicas son indeseablemente inevitables porque, por una parte, el criterio empresarial, su capacidad organizativa, la predisposición a recibir menos ganancias (dumping doméstico) son características económicas que están desigualmente repartidos entre los empresarios de cada rama, de cada sector, y, por otra, la regulación de precios para favorecer a unos es una medida económica que desvía la ganancia hacia el peor de los industriales, lo que termina traduciéndose en pésima calidad y en una oferta limitada de la mercancía involucrada.

Los ejemplos más palmarios del fracaso proteccionista los ofrece Venezuela, vulgarmente llamado *paternalista* o académicamente keynesianista, con un Estado que tiene amamantando a una plantilla de pseudoempresarios industriales desde la posguerra mundial para acá sin que sus resultados hayan podido traducirse en mejoras en la calidad de la producción nacional, ni en el correspondiente abaratamiento de sus precios, a tal punto que durante el presente han tenido que recurrir a la devaluación del bolívar para sostenerse activos a punta de ganancias especulativas de mercado, con una oferta asfixiada y de una calidad de tercera.

Venimos sosteniendo que mientras el empresario venezolano incipiente no demuestre capacidad competitiva, en calidad y cantidad, no arriesgue su capital, sus ahorros, y siga acogiéndose al facilismo estatal, como un sutil mecanismo para coparticipar de la Renta Petrolera, jamás pasará de ser un parásito interno, y, lo más grave para el país, seguirá siendo un gratuito y fiel ayudante del empresariado extranjero en la medida que se limita a importar sus maquinarias y equipos, materias primas, know how, copyright, etc.