Asociación Civil Bolivariana "Defensores del bolívar"

miércoles, abril 22, 2009

SOBRE LA CUESTIÓN DEL PODER

SOBRE LA CUESTIÓN DEL PODER

Pablo Hernández Parra


Para algunos compañeros y amigos, la cuestión del poder parece ser una especie de uniforme o camisa de fuerza según la cual todo el que se apodera de este, adquiere las características de todo poder, que ejerce un efecto impersonal, independientemente de quien haya sido investido con él, o sea se llena de autoritarismo, privilegios, desigualdades, violencia. Esta idea se convierte en un verdadero prejuicio en el pensamiento de cada uno de ellos, pues es la idea del poder que la burguesía ha inculcado y difundido como sinónimo de dictadura, violencia y arbitrariedad. Quién no ha oído y hecho suya inconscientemente aquella célebre frase de que “el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”. A menudo encontramos no sólo entre la población, sino entre los intelectuales expresiones como esta “En la sociedad humana siempre hay alguien (anónimo, personal o institucionalizado) que manda y que gobierna. Y hay otros (súbditos o vasallos) que obedecen y son gobernados. En este sentido podemos decir con Hobbes que “el poder es una necesidad social; que con el orden que impone y el concierto que instaura, el poder les permite a los hombres alcanzar una vida mejor”. (E n r i q u e N e i r a F e r n á n d e z, E L P O D E R).

Este razonamiento tiene más de dos mil años desde que Aristóteles justificó con él la esclavitud en Grecia. Y ha sido la piedra angular de todo el pensamiento de dominación de la llamada civilización occidental. Hoy podemos comprobar cómo se ha internalizado dentro de los seres humanos este pensamiento aristotélico, cuando Chávez declara que su reelección es necesaria para garantizar la “revolución “y de inmediato salen sus súbditos y lacayos a postrarse de rodillas ante semejante cinismo.


No es extraño este razonamiento en una sociedad como la nuestra donde la ideología dominante ha impuesto un modelo de pensar idealista, dualista, al margen de la clase, donde lo blanco, no puede ser negro, donde democracia es antagónica a dictadura y en definitiva los conceptos, especialmente los referidos a las cuestiones sociales y políticas, son aceptados como naturales, universales y como tal independiente de las clases sociales que lo expresan y de la época donde existan. En ese sentido los conceptos referidos al poder político o al PODER DEL ESTADO pertenecen al reino de las ideas absolutas de Hegel que como fantasmas flotan en la cabeza de los seres humanos, impregnándoles de prejuicios a lo largo de toda la historia de la humanidad.


Este tipo de razonamiento, típico de los sofistas, al cual nos tiene acostumbrado la ideología burguesa dominante se presenta como algo no sólo natural, sino de origen divino: “Mandar y obedecer es un hecho social universal. La experiencia social más rudimentaria nos confirma suficientemente que formar parte de un grupo cualquiera implica la sumisión a un poder. No es concebible un grupo humano sin que exista el poder. En el sentir del escritor francés A. Maurois, toda acción colectiva exige un jefe. Ya se trate de combatir a un enemigo o de tender los rieles de un ferrocarril, el instinto de los hombres les avisa que para ello necesitan someterse al mando de alguien… Varían las formas de poder y los sistemas de gobierno, pero es una característica del poder el que se encuentra por todas partes: aparece como un agente necesario de la cohesión social. …Esto mismo parece que quería expresar la máxima antigua de “Omnis potestas a Deo” (toda autoridad viene de Dios). El poder, en cuanto autoridad suprema es algo que dimana de la misma naturaleza social y comunitaria del hombre; es por lo mismo, algo querido por Dios y que proviene de Él, en último término.”(idem).


Esta joya del pensamiento dominante es precisamente el que nos encontramos tanto entre los compañeros preocupados por los peligros del poder, como entre los amigos anarquistas para quienes todo poder, cualquiera que sea es maligno, nocivo etc.


Es indudable que hay poder y hay poder, no es lo mismo el poder para esclavizar, para oprimir a una clase por parte de otra ,que el poder del oprimido cuando se levanta contra el amo que lo golpea con el látigo; no es lo mismo el poder de las bombas que destruyen las líneas férreas, que el poder para construir un ferrocarril; no es lo mismo el poder militar para someter a otros países y poblaciones, que el poder de todo pueblo o clase para enfrentar esa agresión; no es lo mismo el arma en manos de un violador, que la pistola en manos de la mujer que se defiende; no es lo mismo la guerra preventiva del imperialismo, que la guerra defensiva de los pueblos contra esas pretensiones; en fin hablar del poder, sobre todo en términos políticos y sociales, implica antes que nada preguntarse:


¿Qué clase social detenta ese poder?


¿En beneficio de quienes se ejerce ese poder?


¿Cuál es el objetivo en función del cual se aplica ese poder?


El problema del poder, como PODER DEL ESTADO es antes que nada un concepto histórico- social. Tiene su origen en una determinada época histórica, en medio de una sociedad dada, cuando en ella se dieron las condiciones para que apareciera la propiedad privada sobre los medios de producción, las clases sociales y la consecuente explotación de una clase por otra. Es ese momento cuando aparece el Estado con sus aparatos de coerción, represión, dominación y engaño (ejércitos, policías, tribunales, cárceles, religión, leyes, moral etc.) a través de los cuales precisamente ejercen el poder, no como algo natural, divino o “como una constante social dondequiera que los hombres quieran vivir juntos organizadamente” sino impuesto por un sector minoritario de la sociedad para someter y explotar a la mayoría que es obligada a trabajar y someterse al orden establecido que ellos imponen para preservar sus privilegios y ganancias.




Por lo tanto EL PODER DEL ESTADO en toda sociedad es una necesidad para la clase que quiere mantener su orden explotador, pero también es una necesidad para las clases que quieran abolir la propiedad privada, suprimir las clases y extinguir el Estado. Por lo tanto el problema del poder no puede ser analizado sin tomar en cuenta su origen histórico y su contenido de clase. ¿Hasta cuándo los trabajadores y oprimidos van a repetir como loros los vicios y prejuicios de la clase dominante? Ellos- la minoría dominante- según sus leyes y constitución se reservan el monopolio legitimo de la violencia del Estado y la aplican con especial celo todos los días del mundo en todo el planeta, pero a la vez le inculcan al trabajador que “la violencia es el arma de los que no tienen razón”. De esta manera la violencia en sus manos es legítima, razonable y necesaria pero en manos del trabajador esa violencia es ilegal, irracional, terrorista, subversiva o simplemente criminal. No hay nada que persigan mas y criminalice el orden establecido como los hechos donde el pueblo trabajador aplica la violencia y hace justicia por sus propias manos. Y tienen toda la razón para criminalizar y temerle a estos procedimientos populares, pues son estos actos de violencia insurreccional los que ponen en verdadero peligro el orden establecido de la sociedad burguesa. Los trabajadores pueden terminar aprendiendo que si pueden hacerle justicia contra los delincuentes, también pueden hacerlo con los propios amos del orden: la burguesía y sus representantes políticos y militares. El problema radica simplemente en tener o no poder para ello. Por lo menos una cualidad de ese poder lo tienen los trabajadores: son la mayoría de la población y son lo que todo lo producen.


En Venezuela esas condiciones, para el surgimiento del Estado y su correspondiente poder, se dieron y se aceleraron tras la invasión y conquista de los europeos de este territorio con la consecuente esclavización de los aborígenes y de los africanos arrancados de otro continente. En Venezuela el poder de una clase sobre otra, basada primero en la violencia y en la ideología del vencedor, nace con la violencia asesina de los europeos en el siglo XVI y perdura hasta hoy. Ese PODER DEL ESTADO nacido de la violencia, santificado por la religión, legalizado por el derecho; sostenido y desarrollado a través de la política, educación, moral, costumbre y tradiciones, solo ha cambiado de manos entre explotadores, pero su esencia permanece inalterable: es el poder de una clase para someter, dominar y explotar a otras clases y establecer y desarrollar un orden económico social de acuerdo a sus privilegios e intereses fundado en la violencia y en el dominio ideológico.


Hoy en Venezuela ante el establecimiento, en todos los terrenos, de la dictadura del capital que a través de Chávez gobierna sin someterse a ley alguna- salvo a las leyes y a la lógica del capital- sin ni siquiera rendir cuentas ante los propios “poderes” creados por el sistema y contenidos en su sagrada constitución, vemos como de nuevo surgen sectores sociales que pretenden volver atrás la rueda de la historia retrotrayéndonos a la época de Gómez, cuando la clase obrera naciente y la pequeña burguesía urbana luchaban por la democracia burguesa y por un estado de derecho. Pareciera que ochenta años de luchas políticas, de manifestaciones hubiesen pasado en vano y nos encontramos de nuevo en 1928 luchando contra el dictador de turno por la misma democracia y por los mismos objetivos. No aprendemos que en 1958 se estableció esa democracia burguesa, capitalista y ese estado de derecho fundado en la propiedad privada y que hoy Chávez es la expresión de esa misma democracia burguesa. En 1958 el objetivo democrático era la expresión del capitalismo en ascenso en Venezuela contra todos los restos de feudalismo y atraso, hoy Chávez, su reforma al Estado con su enmienda constitucional son la expresión del nuevo orden mundial que el capital financiero internacional desde Davos y Londres han decretado. Este nuevo orden como ellos lo pregonan abiertamente se basa en el capitalismo sin fronteras, especulativo, depredador, con nada de proteccionismos, ni nacionalismos. Con gobiernos fuertes gobernados por elites y tecnócratas, sin importar su grado de preparación y sobre todo como lo declararon en Davos: con gobiernos a largo plazo que le abran las puertas de par en par al capital extranjero (empresas mixtas y endeudamiento), tal como de la manera más grosera y vulgar lo hace el Sr. Chávez desde hace diez años.


La situación política de la Venezuela actual es el resultado de la evolución del capitalismo y su democracia y dictadura correspondiente. El Caracazo, la fractura en el ejercito, el deterioro de los partidos engendraron la crisis de gobernabilidad que hicieron imposible para la burguesía continuar con el dominio político a través de los partidos, la solución a esa crisis la encontró la burguesía en el partido militar. ¿Acaso no es el ejército el pilar fundamental del Estado y de la llamada democracia? Entonces qué tiene de raro que en estas situaciones el capital y la burguesía le entreguen a este, su legítimo producto, el control político de la sociedad.


Hay dos instituciones sostén del sistema y esencialmente antidemocráticas, autoritarias y organizadas bajo una rígida disciplina jerárquica: La iglesia y el ejército. La primera está impedida de ejercer el poder directamente no sólo por la tradición política del país, sino también porque representa y defiende los intereses de un estado extranjero, como es El Vaticano. El ejército y el militarismo bajo el capitalismo no solo son instrumentos de sostén y cohesión del orden establecido, sino que son el gran instrumento, la carta bajo la manga de la burguesía, que la usa cada vez que tiene que cambiar por vías no electorales, ni parlamentarias las condiciones extraeconómica de explotación y abrirle nuevos cursos a la ganancia del capital. Con Chávez la burguesía y el capital lograron el sueño de todo gobierno para la burguesía: Un dictador militar, fruto de elecciones, con apoyo popular, con “comunistas y ex guerrilleros” de disfraz y de ñapa socialista. Ni Hitler reunió en su época estos atributos ideales para la burguesía a la hora de ejercer su dominación “pacífica y democrática’, con elecciones todos los años.


El problema político principal que se le plantea al pueblo trabajador, a los asalariados, no es restablecer el fulano estado de derecho, hacer vigente la constitución, “restablecer la democracia”, salir de Chávez para poner a Rosales o Baduell o cambiar el PSUV por Nuevo Tiempo o Primero Justicia. Este país ya pasó la etapa “democrática”- burguesa en su evolución político-social, el capitalismo es el modo de producción dominante y la burguesía es la que detenta el poder. El problema para el trabajador, para los asalariad@s es hacer su revolución, imponer sus intereses y programa y darle una solución definitiva a su crisis permanente en contra precisamente del gobierno del capital de turno y su eterno aliado en la dominación: la oposición democrática.


Por ello el problema para el trabajador es la cuestión fundamental de toda revolución que no es otra cosa que la cuestión de poder político. Todo lo demás es secundario. Dentro de ese problema, si los trabajador@s y los asalariad@s no quieren seguir siendo mercancía electoral, carne de cañón y furgón de cola de los caudillos, mesías y partidos burgueses y pequeños burgueses, debe tener absoluta claridad de los fines y objetivos de sus luchas de acuerdo a sus intereses. Por ello en cada momento que se plantee la cuestión del poder debe tener la respuesta a la pregunta central en toda revolución: ¿por qué poder, gobierno y sociedad sustituir el poder y Estado derrocado?


Quien plantee la cuestión del poder, se debe plantear antes que nada, con qué sustituir el poder derrocado y sobre todo cómo garantizar la permanencia del nuevo poder y orden naciente ante los inevitables intentos externos o internos de la burguesía y sus aliados por restablecer el poder y orden perdido. Este es el problema principal presente en toda revolución.


Este problema político central pareciera que para muchos amigos no está presente, es muy lejano, o muy estratégico. La burguesía y los diversos sectores pequeño burgueses que hoy nos hablan de restablecer la democracia, de rescatar el estado de derecho, de crear frentes amplios o movimientos civico-miltares, tienen perfecta claridad de objetivos. Para ellos, se trata de salvar al capitalismo de un supuesto “ mal gobierno”, para seguir medrando bajo el capitalismo, se trata del viejo objetivo de todo pequeño burgués: quítate tú para ponerme yo, con su divisa central, no me den sino pónganme donde haiga. La situación de miseria, hambre, desempleo o pobreza de la mayoría trabajadora no cuenta para ellos porque lo importante en sus programas políticos es salir del dictador de turno o del mal gobierno.


La lucha que tiene planteado el trabajador y asalariado es contra la dictadura del capital, y su objetivo no es otro que establecer una sociedad colectiva, donde el objetivo de la producción sean las necesidades de la mayoría de los seres humanos y no la ganancia del capital; erradicar el trabajo asalariado para trabajar para sí mismo y la sociedad y no para un patrón público o privado, para liberarnos de toda opresión política e ideológica. En fin se trata de hacer la revolución para las mayorías- y no seguir siendo peones de los aventureros, caudillos, mesías y partidos de la burguesía que se acuerdan del trabajador en épocas de elecciones o cuando necesitan soldados para sus guerras.


Se trata de construir o intentar forjar una fuerza social autónoma del gobierno y de la oposición, con programa propio. Las alianzas con las capas “democráticas" es posible en las luchas concretas cuando éstas se incorporen activamente a defender verdaderos intereses de clase. Para luchar sólo se requiere la necesidad de hacerlo y no esperar invitaciones, pero reunirse para mítines y marchas al margen de las luchas concretas del pueblo es caer en el terreno del orden burgués del cual la “oposición" es un respetado e importante sector. A la oposición sólo le interesan los puestos electorales y como repartirse la renta petrolera, fuera de allí, nada le interesa. Lo importante para ellos es una alcaldía, una gobernación o un curul parlamentario para repartirse a través del presupuesto el dinero del petróleo y el de los impuestos que paga el pobre. Las luchas entre gobierno y oposición son luchas entre caimanes del mismo pozo. Y en ese pantano el pueblo trabajador no tiene, ni arte, ni parte, ni interés alguno.


El nuevo Frankenstein de Sabaneta es el fruto legítimo de esta democracia y de este sistema, donde la oposición es su madre putativa y su partera. Ella se ha esmerado por criarlo y educarlo, si el monstruo se les escapa de las manos y arremete contra sus progenitores, ese es su problema. ¿Acaso no tiene la oposición diez años convalidando las farsas electorales dirigidas por La Cosa Nostra Electoral (C.N.E)?.


Lo importante para el capital, la burguesía y las compañías petroleras es que el engendro siga pagando la deuda, siga importando alimentos, vehículos y baratijas, continúe endeudándose, siga enriqueciendo a la banca, destruyendo agricultura y la industria y sobre todo que el petróleo y los dólares del negocio sigan fluyendo para todo el mundo capitalista. Total, para ellos, si hay petróleo la democracia es lo de menos.


El trabajad@r y el asalariad@ no son oposición a este u otro gobierno de la burguesía, por su ubicación social y productivas son antagonistas de todo orden, sistema o gobierno de los explotadores, independientemente del nombre que estos adopten o el disfraz que se calcen. El problema para los trabajador@s y asalariad@s públicos y privado sigue siendo el mismo: Como establecer su poder que le da ser mayoría y ser productivo y porque poder y sociedad derrocar al Estado burgués que domina hoy en el país. Aprendamos de la historia, no olvidemos el 23 de enero de 1958, pero menos olvidemos abril del 2002.





CONSTRUIR UNA FUERZA AUTÓNOMA, DE CLASE, INDEPENDIENTE DEL ESTADO, GOBIERNO Y OPOSICIÓN, DEL CAPITAL, PARA DEMOLER LA MAQUINA DE OPRESIÓN DE LA BURGUESÍA; ESA ES LA TAREA PLANTEADA.


ES QUE QUINIENTOS AÑOS DE EXPLOTACIÓN, OPRESIÓN Y MISERIAS BAJO EL REINO DE LA PROPIEDAD PRIVADA NO BASTAN


HASTA CUANDO EL ESCLAVO, CAMPESINO Y OBRERO VA A SEGUIR LUCHANDO PARA QUE PATRIOTAS, LIBERALES, “DEMÓCRATAS”, O “BOLIVARIANOS” GOBIERNEN A FAVOR DE LOS PROPIETARIOS.






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