Las impotentes Sociedades Protectoras de Animales
Por Manuel Martinez
01 de marzo 2006
En las sociedades clasistas resultan ineficaces por demás estas Sociedades Protectoras de Animales, habida cuenta que el Estado mismo es impotente para frenar los abusos de los poderosos cometidos contra los trabajadores y demás excluidos y desechados por estas sociedades.
Cuando la aristocracia romana era frecuente la lucha a muerte entre gladiadores y su derramamiento de sangre sólo era motivo de aplausos y gozo por parte de los idiotizados de marras; jamás nadie pudo oponerse a semejante matanza humana. Más modernamente, las riñas de gallo han sido el deporte favorito de los burgueses, y el placer sentido por los galleros y mirones todavía se oye en muchos pueblos americanos y europeos. Ni frente a la lucha de los gladiadores de otrora ni de los gallos de riña de ahora pudieron ni pueden hacer nada estas sociedades que no terminan protegiendo a nadie, salvo su estatus. Son sociedades fundamentalmente frívolas.
En materia de *fiesta brava*, el barbarismo que sostiene el turismo salvaje de España y que contaminó los pueblos avasallados por este ex imperio continúa llenando las plazas de toros. Alcaldes, gobernadores, Premios Nobeles y Presidentes son los primeros chicharrones en estos horrorosos espectáculos presenciados por indolentes con los animales y rayanos en estados morbosos.
Y en materia de ganado vacuno, sabemos que estos animales son sometidos al herraje al rojo vivo para marcarlos como propiedad privada de tal o cual hacendado, y evitarse de esa manera los costos de los encierros correspondientes. Es una práctica de vieja data, de cuando no había empalizadas ni cercas entre una hacienda ganadera y otras.
De manera que estas sociedades protectoras de animales no pasan de perseguir a una que otra familia a la que descubran maltratando una mascota (cosa paradójica puesto que la relación que allí se da es más bien de sobreprotección).
Una verdadera protección de toros, vacas, gallos, perros, gatos, etc., tendría que aplicarse primero contra los ganaderos en general, y contra los ricos propietarios de galleras de elevado coste. Esto por supuesto es cuesta arriba porque serían medidas sólo tomables en sociedades ya encauzadas en movimientos revolucionarios verdaderos y donde ninguna persona goce de privilegios sociales basados exclusivamente en el billete.
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