DEVALUACIÓN MONETARIA y PRECIOS en GENERAL
Por Manuel C. Martínez M.
2-jul-06
La Venezuela popular del último septenio ha sido sacudida por sostenidas devaluaciones monetarias frente a un DÓLAR cada vez menos respaldado en su país de origen.
Es más, estadísticos o aproximados contables nos hablan de un acumulado devaluatorio de alrededor de 50.000%, a partir del acaparamiento de aquella recordada moneda de plata, momento para el cual el pueblo recibió monedas de níquel a cambio de las de plata en una relación de uno a uno.
Efectivamente, ahora cuando vamos al mercado debemos desembolsillar unas 500 veces el precio que antes pagábamos para adquirir un dólar directamente en las oficinas bancarias o mediante la compra de una mercancía cualquiera nacional o importada.
La presente Administración Pública, lejos de fortalecer o estabilizar nuestro signo monetario, ha sumado varias devaluaciones de cuestionable justificación económica. Sólo sus panegíricos y políticos de oficio en desempeño de funciones altamente burocratizadas sostienen lo contrario.
Desde luego, el dólar se vio metálicamente devaluado porque su paridad frente al bolívar de níquel siguió incólume. Fue entonces cuando entraron las relaciones económicas transnacionalistas, eufemísticamente etiquetadas como diplomáticas. Los resultados de esta gestión imperativa por parte de EE UU sobre nuestra economía y sobre gobernantes de escasa independencia política no tardaron en dejarse sentir. En escasos ocho meses y muy misericordiosamente a favor de unos pocos la presente Admón. Púb. devaluó el bolívar en más de 32%. Los más golpeados fueron los consumidores, los mismos que terminan atribuyendo la culpa de la inflación derivada y de su concomitante empobrecimiento a la carestía, a los comerciantes especuladores, a la falta de Control de Precios y a mil erróneas interpretaciones más.
En paralelo, decimos y sabemos que la demanda solvente de todo tipo de mercancías se forma por un agregado heterogéneo de consumidores que no excluye analfabetos ni ilustrados, ni ricos ni pobres, ni ateos ni religiosos, ni honestos ni delincuentes, ni nacionales ni extranjeros. Tan así es que un asalariado de barrios insalubres igual adquiere una cajetilla de cigarrillos que un litro de leche, como perfectamente lo hace el más adinerado del país o quien gerencie la empresa donde aquél opera.
Así las cosas, inconscientemente los consumidores tienden a fijarse más y casi exclusivamente en el PRECIO de las mercancías, y sólo muy pocos asocian sus alzas a la DEVALUACIÓN MONETARIA. Pareciera que la simple expresión DEVALUACIÓN MONETARIA estuviera reservado al gobierno, y, lo que es más grave, el pueblo llano suele considerarla como medidas económicas acertadas, independientemente de las afiliaciones políticas de los gobernantes y los consumidores.
Pero es que las monedas y el papel moneda también son mercancías y como tales tienen también su PRECIO, un precio que se conoce como PARIDAD CAMBIARIA frente a las divisas que usual y modernamente todo país compra para la cobertura de sus transacciones mercantiles nacionales y extrajeras.
Sería cuestión de que el pueblo pudiera entender que es el PRECIO de los bolívares, el precio de su moneda, la que debería ser regulada por el gobierno, que este debería revalorizarla, es decir: BAJAR el PRECIO del DÓLAR y no el de las mercancías que cotidianamente todo consumidor saca del mercado.
Con un precio alto para el dólar todas las mercancías de Venezuela se encarecen porque sencillamente los comerciantes, productores e intermediarios se limitan, en el mejor de los casos, a trasladar esos aumentos en la PARIDAD CAMBIARIA del DÓLAR , que es como aumentar todos precios de las mercancías sin importar su carácter de extrajeras o hechas en el país
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