Asociación Civil Bolivariana "Defensores del bolívar"

miércoles, junio 13, 2007

La metasensorialidad

Original de Manuel Martínez en www.pagina.de/sadelas

En materia de sensorialidad humana, nos acostumbraron a una interpretación mecanicista y puntual (de primer grado). Así, tenemos entendido que, dado un estímulo óptico, una descomposición luminosa, por ejemplo, nuestra retina sabe percibirla o retenerla con el lenguaje de sus correspondientes ondas, y luego enviarlas al cerebro mediante su traducción electroquímica, para que finalmente sean procesadas y reconvertidas en los diferentes colores que inicialmente un objeto alumbrado le ofreció a nuestra curiosa vista.

Otro tanto podríamos decir de la sensación sonora, de la olfativa, de la gustativa y de la táctil. Digamos que un cielo despejado lo vemos azulado, los acordes emitidos por el violín los percibimos agudos, y el jugo de limón, con su acidez correspondiente. Pero la sensorialidad cerebral va más allá. Para nuestro cerebro las variopintas sensaciones aparecen supersutil o azarosamente combinadas, a veces yuxtapuestas, a veces imbricadas, a veces contrariadas, pero todas concomitante, articulada y armoniosamente empaquetadas en una suerte de menú memorístico que va alargándose o enriqueciéndose con cada una de nuestras metasensaciones de cualquier tipo.

Porque, pongamos por caso, un objeto de color de rosa necesaria e inevitablemente evoca rasgos de otros objetos, de ciertos olores, de ciertos gustos y sonoridades. Toda una percepción de multisensaciones interrelacionadas que son procesadas automáticamente cada vez que ponemos en marcha alguno de nuestros particulares órganos sensoriales.

Digamos que a cada paquete exógeno de sensaciones captadas que impresionan nuestros sentidos, se suman endógenamente las informaciones precedentes ya convertidas en recuerdos debidamente estructurados. A las informaciones externas y netamente objetivas nuestro cerebro añade todas las metainformaciones *subjetivas*, u objetivas de segundo grado o más, en una cadena explosivamente envolvente de datos cuyos detonantes requieren estímulos extraídos del mundo exterior, cuando nos hayamos en vigilia, pero cuyas percepciones cerebrales terminan autonomizándose cuando soñamos, o cuando, estando despiertos, nos abstraemos del mundo exterior e inmediato para penetrar metasensorialmente dentro de nuestro propio Yo a fin procesar toda esa información acumulada desde que se sensibilizaron todos nuestros órganos primosensoriales.

Tal vez usted haya experimentado el irrefrenable y complejo flujo de ideas que suelen venirnos a la mente cada vez que oímos a un interlocutor, cada vez que comemos determinado plato u oímos determinada pieza musical. A tal punto de que eventualmente llegamos a *perder* la concentración in situ para adentrarnos en la encrucijada de mil caminos, y la lectura del caso, el sabor del caso, o la audición correspondiente, si bien siguen impresionando nuestros sentidos, para ese entonces nuestro cerebro divaga a sus anchas por el copioso cúmulo de recuerdos que están allí precisamente para alimentar nuestras reacciones ante tal o cual experiencia sensorial de reciente factura. De otra manera estaríamos padeciendo de demencia senil o del embogado *mal de Alzheimer*.

Es esa metasensorialidad la que marca la diferencia entre informaciones subjetivas y objetivas claramente reconocibles pero que tanta confusión ha inspirado entre pensadores objetivitas y subjetivistas , y redundado en la precipua división filosófica entre idealistas y materialistas, no respectivamente.

Sadelas
Sociedad Amigos de la Salud *