Asociación Civil Bolivariana "Defensores del bolívar"

viernes, noviembre 14, 2008

Despilfarros Energéticos(La Energía es tan material como El Petróleo)

Por Manuel C. Martínez M.
13 nov. 08

Para los científicos contemporáneos más actualizados la “energía” representa la “utilización” común de la materia entre las numerosas formas de presentársenos esta con sus no menos cambiantes tipos de movimiento. Esto rige exclusivamente para científicos de punta y además dotados de una cosmovisión dialecticomaterialista.

Esa visión es importantemente contraria al obsoleto “energetismo”, donde por cierto anduvo trajinando el sabio Albert Einstein. Por esta razón no nos extraña para nada que en Venezuela exista un Ministerio denominado: “”Ministerio de Energía y Petróleo (MEP)””, (sic) como si la energía anduviera por un lado y el Petróleo (la materia) por otro.

La explicación de semejante desaguisado científico es que también el Estado venezolano se acoge a la versión energetista que acabamos de declarar obsoleta y contraria la moderna interpretación científica de la materia y de su intrínseco movimiento cuya unidad común nos viene dada por la energía en sus variadas presentaciones conocidas y por conocérseles. Decir materia es decir energía, y esta mal podría contraponerse al petróleo.

Los energetistas identificaron masa con materia y de allí su tremenda confusión. Efectivamente, cuando se habla de “energía y petróleo” (sic) se alude a este como materia, y a aquella como otra cosa distinta a la materia, o significa “desmaterialización” del hidrocarburo.

Las formas energéticas o mediciones dinámicas de la materia más conocidas y divulgadas son la energía mecánica, con sus variantes, la e. cinética y la e. potencial; la calorífica, de vapor, eléctrica, la química o atómica (petróleos e hidrocarburos en general), la nuclear, etc. Estas son las materias más dinámicas descubiertas hasta y por ahora. Son derivables o transformables unas en otras.

Pero curiosa y silenciadamente, la capacidad productiva del trabajador, valga la redundancia, es tal vez la mejor y más acabada forma de la materia, es su manifestación más perfecta conocida hasta ahora. Consecuencialmente su tranformabilidad en otros tipos de materia, es decir en bienes y servicios específicos, mediante su consume energético es virtualmente inagotable e imperecedera.

El trabajo potencial o la materia en forma de Fuerza Productiva humana debe su riqueza energética a que nuestro cerebro y el pensamiento, allí acunado, es la forma más evolucionada de la materia misma. De esta energía cerebral se deriva toda la complejidad de los objetos mercantiles tangibles y fungiblemente intercambiables que moderna, ociosa o despilfarradoramente, llenan los inventarios, almacenes y aparadores del comercio capitalista mundial.

Consecuencialmente, el trabajo humano con todo su potencial y efectividad transformadora es la energía más materializada que podamos concebir y palpar. Es la materia por excelencia.

Ahora bien, como sabemos, casi toda la naturaleza ha recibido el verdadero toque de Midas que “alquimistamente” convierte en valores de uso y de cambio toda tipo de materia que el trabajo humano manipula, que ha creado y puesto al sol por primera vez desde que nos desprendimos del “huevo cósmico”.

El caso es que tenemos un cúmulo permanente y acumulativo de materia, o sea de energía completamente ociosa. Nos referimos a los repletos inventarios no vendibles que suelen irse amontonando en almacenes, galpones y aparadores del los grandes centros de mayoreo y detalleo comerciales de las ciudades burguesas.

Se trata de mercancías pasadas de moda, fabricadas en exceso con una franca desproporción con las necesidades cualitativas y cuantitativas de los consumidores solventes.

Esos invendibles representan uno de mayores “despilfarros energéticos”, al lado de la mano de obra desempleada, si se le compara con los despilfarros de agua, electricidad, combustibles y otros energéticos derivados del petróleo.

Ocurre que como esa riqueza mercantil se nos presenta como objetos de naturaleza material, y a esta se la desliga de la energía, entonces el científico burgués no ha podido asombrarse aún de cómo mediante el trabajo individualista, propio de la sociedad capitalista, se comete uno de los despilfarros energéticos más grandes que pudiera conocerse hasta ahora.

Y ni qué decir del despilfarro de hombres útiles lanzados a guerras que sólo buscan la permisividad y protección del despilfarro de mercancías producidas en régimen burgués.

Digamos que una de las más pesadas contradicciones o paradojas es la de invertir y sacrificar millardos de millones de horas/de energía humana, representados por trabajadores beligerantes, en búsqueda de petróleo y otros energéticos (caso iraquí).

No deja de sorprendernos igualmente que en países con gobernantes con convicción teóricamente socialista se siga manteniendo criterios científicos reñidos con la concepción dialecticomaterialista del mundo y de la sociedad. Negar el carácter material a la energía nos resulta muy impropio de gente con intenciones verdaderamente socialistas.