Asociación Civil Bolivariana "Defensores del bolívar"

jueves, julio 31, 2008

Algunos comentarios personales al artículo de Johny Altuve sobre el Profesor Francisco R.(29/07/2008)

Por Manuel C. Martínez M.
30 jul. 08


Buenos días, comparto su mensaje de meritoria y oportuna elucidación. Hablo de su apoyo al Profesor Francisco Rivero aparecida ayer por la prestigiosa y popularizada Pág. Web, “aporrea.org”, de la que también soy asiduo lector y coautor.


Efectivamente, en el piso de las uniones sexuales está la reproducción de las especies involucradas en el coito convencional. La sodomía en sus diferentes y variopintas manifestaciones son de partida una desviación del objetivo fundamental, y esto lo afirmamos y corroboramos independientemente de las loables y coadmitidas justificaciones religiosas que se han tejido al respecto y en particular y denodadamente por el Cristianismo en boga.


Los propios homosexuales, curiosamente dotados de una bipersonalidad sexual, están conscientes de su imposibilidad e impotencia natural para la procreación entre sí de ambas personalidades, porque hasta ahora la conjunción de dos espermatozoides no da origen a cigoto alguno y en consecuencia es inconcebible la procreación fetal. Como sabemos, la heterosexualidad es simétrica y comprensiva de rasgos externos para uno y otro sexos perfectamente camuflajeables por los extraordinarios maquillajes que brinda la moderna tecnología esteticoquirúrgica, y de rasgos internos, como lo son los órganos endocrinos productores de esperma y el óvulos, y si se quiere más allá de los diferentes órganos “glandulares” a nivel cerebral, los cuales hasta ahora no admiten transplantes ni implantes intersexuales. Por lo que estas uniones matrimoniales resultarían extemporáneas dada la manifiesta prematurez teconocientífica. Los exitosos implantes silicomatriciales son otra cosa que no niega aquel punto vista.


Desde luego, la promiscuidad es condenable en cualesquiera manifestaciones, particularmente como fuente, no sólo de anormales derivados de uniones heterogéneas entre consanguíneos muy cercados, sino de numerosas enfermedades infectocontagiosas. El Sida a nuestro juicio ha sido los mayores detonantes de tales uniones con miras reducir tan promiscuidad, pero esto no choca ni desvirtúa su anomalidad. Y conste que no se está contra ningún sodomita. De lo que se trata es de no usar este mecanismo como una supuesta revolución contra todas las imprecisiones religiosas que pudiéramos endilgarle a la Iglesia y jerarquía Cristianas, que también tiene sus promiscuos e irregulares.


El hippysmo, la revolución antirracista y no contra el Capitalismo, los movimientos feministas, las protestas religiosas disidentes, etc., jamás han ido al fondo verdaderamente revolucionario en el sentido económico de la palabra. Por el contrario, todas le han hecho un flaco servicio a la necesaria y venidera revolución socialista por ahora de frustrados ensayos.