Asociación Civil Bolivariana "Defensores del bolívar"

jueves, diciembre 30, 2010

Conozcamos Cuánto Vale 1 Dólar (La mentira monetarista)

Manuel C. Martínez M.
29/12/2010 21:32:18


La teoría monetarista, de factura fuertemente burguesa y vulgar, hace depender el valor de los bienes de la mayor o menor cantidad del circulante(1) volcado sobre el mercado. De esta manera, a mayor circulante mayores precios, y de esa forma se termina por ocultar la verdadera fuente del valor, se opera con el mercado y a este se subordina la producción.



Esa teoría es la que suele aplicarse a los efectos del cálculo de la paridad monetaria en cada país que esté colgado a la soga del dólar, vale decir, para cuantificar la paridad de esa divisa, según las diferentes monedas nacionales. Así, si un gobierno acuña mucha moneda, la paridad crece y a ella debe ajustarse la paridad oficial. Esto resultaría marcadamente arbitrario y acientífico.



Sin embargo, el cálculo monetarista de la paridad para el dólar parece lógico, sólo que se trata de un tratamiento desligado del verdadero valor de esta divisa.



Como sabemos, el dólar tiene un uso internacional; su volumen como circulante de los EE UU tiene que determinarse según su acuñación y distribución mundial. Es decir, para que EE UU determine la paridad de su moneda ($) tendría que ajustarse a la misma fórmula monetarista que emplean los países para determinar la paridad que les corresponda.



Para ello, se necesitaría un cálculo estadístico amplio que recoja todos los dólares del mundo emitidos y en circulación, y ese volumen de dólares se haría corresponder con el volumen de todos los circulantes de los países comprometidos con esta divisa, para que, según la fórmula monetarista, determinar una paridad universal, una media mundial y macroeconómica del dólar en cuestión.



Para nadie, salvo para los ingenuos, es un secreto que el dólar vale hoy poco menos que una porción de estiércol, dada la ingente circulación mundial que de ella practica su país de origen.



De manera que los países deberían abandonar esa formulita monetarista, burguesa y vulgar, usada alegremente para determinar la paridad del dólar a nivel local.



Debería mirarse, más bien, el volumen de dólares que respalden la cantidad de monedas locales (sus Reservas Internacionales en dólares), cuando se toma en cuenta la disponibilidad que de esa “moneda” pueda tener cada país, según su propia y particular fuente de obtención.



En el caso venezolano, debe reconocerse (científicamente) que mediante nuestro recurso petrolero seguimos teniendo un auténtico manantial de dólares, no sólo los que tengamos en cartera, sino todos aquellos que a futuro, y perfectamente determinables, podamos disponer en el corto y mediano plazo por concepto de ventas de recursos naturales y de otras exportaciones.



Lo que queremos sugerir y estamos planteando es que, si aplicamos la fórmula monetarista de división de Bs entre dólares, para determinar la paridad de nuestra moneda, entonces debemos conocer la cantidad de dólares que exista en el mundo (su propia paridad) capitalista arropado por esta moneda.



De lo contario, debemos poner a nuestra moneda un valor que no se ajuste rigurosamente a semejante veneno burgués y mercantil, con una paridad ficticia que sólo sirve para inflar nuestra propia Inflación, revalorizar una moneda extranjera, someternos esta, y seguir negando que el valor de los bienes se da en la producción y no en el mercado.

[1]  QP = MV, donde Q = oferta en bienes, P = nivel de precios, M = masa de circulante, y V = velocidad de circulación o actividad mercantil. Allí, si M aumenta arbitrariamente, mientras en paralelo la demanda  (hábitos de consumo o “V”) y la producción (Q) se mantienen constantes, de perogrullo P crecerá., y lo hace independientemente de que los asalariados sean muy productivos.  Esa fórmula es la alcahueta de la emisión de dinero inorgánico, el mismo  que sirve para justificar la Inflación como algo derivado  del mercado,  y de negar que, más bien,  responde a las decisiones irresponsables de gobiernos corruptos.

lunes, diciembre 27, 2010

Conozcamos la Explotación del Hombre por el Hombre (Además de explotados, engañados)

Manuel C. Martínez M.
25/12/2010 18:06:19


Causas de la Revolución Francesa

En términos generales fueron varios los factores que influyeron en la Revolución: a un régimen monárquico sucumbiendo a su propia rigidez en un mundo cambiante se unió el surgimiento de una clase burguesa que cobraba cada vez mayor relevancia económica y el descontento de las clases más bajas, junto con la expansión de las nuevas ideas liberales que surgieron en esta época y que se ubican bajo la firma.



De manera más detallada las causas puntuales de la Revolución incluyen el auge de la burguesía, con un poder económico cada vez más grande y fundamental en la economía de la época. El odio contra el absolutismo monárquico se alimentaba con el resentimiento contra el sistema feudal por parte de la emergente clase burguesa y de las clases populares.



Desde el punto de vista político, fueron fundamentales ideas tales como las expuestas por Voltaire, Rousseau o Monstequieu (como por ejemplo, los conceptos de libertad política, de fraternidad y de igualdad, o de rechazo a una sociedad dividida, o las nuevas teorías políticas sobre la separación de poderes del Estado). Todo ello fue rompiendo el prestigio de las instituciones del Antiguo Régimen y ayudaron a su derrumbe.



Desde el punto de vista económico, la inmanejable deuda del estado fue exacerbada por un sistema de extrema desigualdad social y de altos impuestos que los estamentos privilegiados, nobleza y clero, no tenían obligación de pagar, pero que sí oprimía al resto de la sociedad. Hubo un aumento de los gastos del Estado y el descenso de los beneficios para los terratenientes y los campesinos, y una escasez de alimentos en los meses precedentes a la Revolución. Con el tiempo se agudizaron las tensiones, tanto sociales como políticas, que se desataron cuando se produjo una gran crisis económica a consecuencia de dos hechos puntuales: la colaboración interesada de Francia con la causa de la independencia estadounidense (que ocasionó un gigantesco déficit fiscal) y la disminución de los precios agrícolas.



El conjunto muestra un resentimiento generalizado dirigido hacia los privilegios de los nobles y el dominio de la vida pública por parte de una ambiciosa clase profesional, en el contexto de la Independencia de los Estados Unidos, proceso revolucionario que abrió los horizontes de cambio político a los franceses.”

Tomado de: 


Tanto dialéctica como vulgarmente hablando, la explotación de unos hombres por otros, derivada y connatural de la propiedad privada de los medios de producción, ha sufrido cambios cualitativos y cuantitativos. En poco se parece la explotación esclavista a la feudal, y ambas difieren radicalmente de la explotación capitalista.

Sin embargo, la usura, el maltrato humano, la especulación comercial, las jornadas excesivas, el uso de niños y de mujeres en faenas impropias, todas estas violaciones y aberraciones humanas han sido una constante de vieja data que ha acompañado a todos los regímenes de explotación. Asimismo, las protestas populares y su desacuerdo con tales injusticias sociales han estado presentes en todos ellos. Espartaco, el esclavo, las rebeliones campesinas, y las protestas actuales contra los bajos salarios, han sido ejemplo de protestas contra los fuertes abusos de los esclavistas, de los aristócratas feudales y de los patronos fabriles, pero jamás han sido ni son ataques contra el esclavismo ni contra el feudalismo ni contra el capitalismo.

Hoy el mundo proletario está mayoritariamente en desacuerdo con las exacerbaciones del capitalismo, con sus guerras devastadoras de gentes y recursos naturales; lo está contra los abusos sexuales de algunos miembros del ministeriato cristiano; lo está contra la especulación del comercio de artículos, cada día de peor calidad y mayores precios; lo está contra la inseguridad ciudadana derivada del mismo “desorden social” burgués que suele desentenderse de los trabajadores más pobres y hasta propicia medidas maltusianas para reducir su número estadístico por vías de su extermino físico. Sin embargo, ninguna de las protestas emprendidas por este proletario podría asimilarse a ataques contra las bases del capitalismo. Hasta ahora, solo los intelectuales, economistas, sociólogos y filósofos, estudiosos y seguidores del marxismo, han luchado ideológicamente con el sistema actual, pero no así las luchas realizadas contra los mismos abusos que las igualan con las emprendidas antes contra los viejos sistemas de explotación, habida cuenta de que seguimos atrapados en el marco de la “Prehistoria de la Humanidad” .

Efectivamente, mientras haya ganancias, mientras haya mercados solventes y, particularmente, mientras haya asalariados, intelectuales, nobeles y filósofos, que aúpen la causa burguesa, el sistema se mantendrá incólume. Esto nos lleva buscar otras formas de lucha para lo cual es imprescindible seguir leyendo y releyendo el mensaje de Marx .

Hemos citado en el epígrafe la Revolución Francesa porque está connotada como hito político en el paso del modo feudal de “explotación del hombre por el hombre” al capitalista y burgués. Tal revolución se toma como máxima expresión de protesta popular contra el régimen feudal. La Toma de la Bastilla, por ejemplo, fue el derribo popular de una prisión donde pagaban “condena” los aristócratas, y hoy sabemos que esa prisión no tenía nada que envidiarle a un Hotel “5 estrellas”. Cónfer: Grupo Unidad Editorial, Revistas S.L.U. , La Aventura de la Historia, (Madrid, España). Julio 2009, # 129, pág. 36. Tal privilegio para los delincuentes de “cuello blanco y barroco de la aristocracia feudal impulsó esa toma en señal de protesta contra el resto de los privilegios feudales, pero no fue un movimiento propio como iniciativa de los siervos ni de los sirvientes palaciegos. Fue una conmoción preparada, estimulada y liderizada por teóricos burgueses de alta talla intelectual, quienes ya habían alcanzado poder político al lado de la “derecha” de marras. La influencia de esos intelectuales revolucionarios antifeudales y proburgueses repercutió en América Latina, y prendió en los llamados próceres de nuestra Independencia, con Simón Bolívar como el más destacado de los seguidores de ese movimiento europeo libertario, igualitario y fraternario.

Seguir afirmando que los asalariados serán los sepultureros del capitalista, o seguir diciéndoles que tienen chance de liberación si se unen, si toman conciencia, etc., es simplemente seguir engañándolos, con lo cual hacemos del asalariado, además de explotados, unos engañados.



Allí están las estadísticas del lumpen que crecen sin cortapisa alguna. En la misma medida que se expande y desarrolla el capitalismo aumenta el número de pobres, empleados, subempleados y desempleados, de asalariados y de lumpen en general.



De manera que sostener que estos asalariados pobres puedan aspirar y soñar con ser sus propios libertadores es una gran verdad, como sueño, pero también es una de las mentiras mejor diseñadas por la propia izquierda traidora del verdadero movimiento anticapitalista. De allí la “utopía” del comunismo planificado por los trabajadores.



Jamás en la historia de las sociedades clasistas, los pendejos o explotados se han autoliberado; tal sería una contradicción ya que mal puede intentar enfrentarse triunfalmente quien carece de armas, de medios de producción, de instituciones estatales y afines; quienes carezcan de gobernantes, de ejércitos, etc., herramientas y armas que están férreamente controladas por el ente explotador y poderoso, máxime cuando los explotados se hallan atrapados en la miserable contabilidad que le impone su coste de vida para cuya satisfacción trabaja.



Yendo a la historia del acabose del Feudalismo, observamos que fueron los burgueses adinerados y con mayor poder económico quienes instaron y derribaron la aristocracia feudad y religiosa del siglo XVIII d. C.



Escritores y filósofos de la talla de Juan Jacobo Rousseau, Diderot, Monstequieu, Voltaire, etc., no pertenecieron a la clase explotada, ni como siervos ni como servidumbre ni como militares. Pertenecieron a la burguesía emergente, ya adinerada y prestamista de la decadente y consumista clase aristocrática y enfeudada.



Conocer la clase explotada, saber de su indefensión absoluta, y conocer la clase explotadora, todo poderosa, es darnos cuenta de que la lucha contra la especulación, contra los bajos salarios, contra el alto costo de la vida, contra las largas jornadas, contra la violación de los derechos humanos, y contra el latifundio improductivo, no son precisamente las específicas manifestaciones de una verdadera lucha contra el sistema capitalista.



Carlos Marx, muy estudioso de este sistema, arribó a la sabia conclusión de que los capitalistas, lanzados a una despiadada competencia entre sí, están constantemente propendiendo a su propia ruina en tanto y cuanto tales competencias se traducen en una mayor acumulación de capital, permitida por un mayor desarrollo de las fuerzas productivas que mueven a una mayor industrialización, misma que, a su vez, requiere un mercado más amplio e inmediato. Como éste se achica inclementemente, la tasa de ganancia será en definitiva el verdadero veneno que liquidará a este perverso y atornillado régimen de explotación ; pero, los ataques verbales y las más diversas versiones antiimperialistas de corte electoral y politiquero no pueden seguirse manejando como armas contra ese sistema, porque seguir haciéndolo es sencillamente seguir alimentando la explotación y el engaño de unos asalariados impotentes en sí mismos para enfrentar exitosamente semejante tarea.


________________________________
(1)Carlos Marx, Prólogo de su Contribución a la Crítica de la Economía Política.


(2)Carlos Marx, El Capital, Libro Tercero, Secciones II-III.

[3]  Carlos Marx, El Capital, Ibídem.

viernes, diciembre 24, 2010

Conozcamos a los Refugiados (Migrantes e inmigrantes)

Manuel C. Martínez M.
21/12/2010 5:58:59


Las desgracias naturales y los ciclos climáticos impulsan a las personas a vivir nómadamente; en algunos casos, de manera transitoria y regresiva, y en otros, de forma permanente. En tal sentido, el término emigrante se aplica casi por igual a personas y animales, si se trata de movimientos dentro de un mismo país, y, de preferencia, hablamos de inmigrantes cuando se practican de un país a otro.
Pero también las guerras devastadoras de pueblos y ciudades enteras causan la emigración. Las crisis económicas internacionales y algunas regionales también lo hacen, pero los propios movimientos evolutivos de la economía y política ha sido fuente frecuente de emigraciones o éxodos de un país a otro y de una región a otra dentro de su propio país.
En el caso venezolano, hemos sufrido varias inmigraciones. Entre las más connotadas se halla la gente oriunda de la Colonia Tovar. En primer lugar, como ex colonia, somos un puñado de extranjeros y mestizos de variopintas etnias, sin todavía alcanzar una verdadera caracterización “nacional”. A Venezuela entran y salen extranjeros sin que nada ni nadie los detenga, salvo el billete que durante los últimos años ha sido el leitmotiv de sus llegadas y ausencias.
Pero todas las inmigraciones extranjeras tienen en común haberle resuelto parcialmente su problema social a los países de origen, particularmente los refugiados de guerra luego de la Segunda Confrontación Mundial.
Hoy que buena parte de los venezolanos más golpeados por este sistema burgués está sufriendo por causa de desgracias naturales, causadas por la Naturaleza, pero sobre la base de las miserables condiciones socioeconómicas, sería una buena oportunidad para que los extranjeros, nacionalizados o no, demuestren su agradecimiento.
Como sabemos, la mayoría de nuestros inmigrantes se han dedicado con éxito al comercio e industria, razón por la cual la mayoría de ellos no vive ni ha vivido en “ranchos”, ni son ellos quienes ahorita sufren estas calamidades. Por el contrario, vemos cómo, en esas condiciones mercantiles, algunos parecieran estar haciendo un gran negocio con semejantes desgracias.
Nos gustaría verlos y saber que cada extranjero que ha hecho vida y dinero en esta acogedora región da demostraciones de agradecimiento con algún donativo.

Conozcamos el Valor de las Cosas (La relatividad en Marx y Einstein (E = mc2 y V = v + c + pl), y el falso precio en la cesta petrolera)

Manuel C. Martínez M.
19/12/2010 4:13:37

“El valor de cambio aparece primero como una relación cuantitativa, como la proporción en que los valores de uso de distintos tipos se intercambian, y esa relación se modifica constantemente con el tiempo y el lugar. En consecuencia, el valor de cambio parece algo arbitrario y en todo sentido relativo, un valor de cambio intrínseco , inmanente de la mercancía, parece ser, como dice la escuela, una contradictio in adjecto [un contrasentido]…Una mercancía determinada , un quarter de trigo, por ejemplo, se cambia en las proporciones más diversas por otros artículos. Pero su valor de cambio permanece inmutable, sea cual fuere la manera en que se lo exprese, en x betún, y seda, z oro, etc. Por consiguiente debe tener un contenido (absoluto) de esas diferentes expresiones. … Ese algo que poseen en común no puede ser una propiedad natural cualquiera, geométrica, física, química, etc., de las mercancías. Sus cualidades naturales sólo entran en consideración en la medida en que ofrecen una utilidad que las convierte en valores de uso. … En el intercambio, un valor de uso vale, con exactitud, tanto como cualquier otro, siempre que se encuentre en una proporción adecuada. … Como valores de uso , las mercancías son ante todo de diferente calidad, como valores de cambio sólo pueden ser de distinta cantidad.” . Tomado de Carlos Marx, El Capital, Libro Primero, Cap. I, § I. (Puse los paréntesis y ennegrillado).


“La teoría de la relatividad incluye dos teorías (la de la http://es.wikipedia.org/wiki/Relatividad_especial) formuladas por http://es.wikipedia.org/wiki/Albert_Einstein a principios del siglo XX, que pretendían resolver la incompatibilidad existente entre la http://es.wikipedia.org/wiki/Mec%C3%A1nica_newtoniana y el http://es.wikipedia.org/wiki/Electromagnetismo.
La primera teoría, publicada en http://es.wikipedia.org/wiki/1905 trata de la física del movimiento de los cuerpos en ausencia de fuerzas de http://es.wikipedia.org/wiki/Gravedad en el que se hacían compatibles las http://es.wikipedia.org/wiki/Ecuaciones_de_Maxwell del electromagnetismo con una reformulación de las leyes del movimiento. La segunda, de http://es.wikipedia.org/wiki/1915, es una teoría de la gravedad que reemplaza a la gravedad newtoniana pero coincide numéricamente con ella en http://es.wikipedia.org/wiki/Aproximaci%C3%B3n_para_campos_gravitatorios_d%C3%A9biles. La teoría general se reduce a la teoría especial en ausencia de campos gravitatorios.No fue sino hasta el 7 de marzo de 2010 cuando fueron mostrados públicamente los manuscritos originales de Einstein por parte de la Academia Israelí de Ciencias. El manuscrito tiene 46 páginas de textos y fórmulas matemáticas redactadas a mano, había sido ofrecido por Einstein a la Universidad hebraica de Jerusalén en 1925, con motivo de su inauguración en Palestina, entonces bajo mandato británico.”  Tomado de: http://es.wikipedia.org/wiki/Teoria_de_la_relatividad





Ya a comienzos del último tercio del siglo XIX, la literatura económica revisa la relatividad del valor de las cosas, de la riqueza material, que se le venía atribuyendo al valor de cambio. Para 1867 apareció “El Capital”, de Carlos Marx, y fue en esta obra donde se ventiló por primera vez el carácter absoluto o social y común del valor de las mercancías en tiempo y espacio, y para todos los modos de producción. Lo hizo a fin de derribar cualquier vestigio de arbitrariedades en la apreciación y cuantificación de la riqueza y del valor de las cosas.

Desde luego, no existe un valor absoluto para las mercancías ni para los bienes ya que las fuerzas productivas no cesan en su movimiento o cambios espaciotemporales. Es en este sentido que la relatividad aparente del valor trabajo tiene sentido. Es decir, Marx reserva un valor relativo para el valor de cambio en el tiempo y el espacio, que por cierto todavía no ha sido bien aplicado en las relaciones comerciales internacionales. Mucho menos se aplica al reconocimiento de la transitoriedad del modo de producción capitalista.

Cierto que en el comercio transnacional se maneja el criterio estadístico del valor de cambio absoluto, igualitario para todos los países involucrados. Es así cómo, por ejemplo, se tasa el precio del petróleo extraído en el Oriente Medio al igual que el extraído en Venezuela, a partir de una cesta de precios uniformante o absolutizante en su relación con el dinero (con el dólar), como si todos los países agregaran el mismo valor trabajo a sus ofertas. Así se niega la verdadera relatividad del valor de cambio, puesto que su vez se niega su valor absoluto.

Por el contrario, Albert Einstein introdujo un carácter relativo para el movimiento que se consideraba absoluto, una suerte de extensión inversa de una concepción ya introducida, por lo menos en la ciencia de la Economía Política. Curiosamente, su teoría sobre la relatividad del tiempo y del espacio, cualidades inmanentes a la materia, la r. especial y la r. general, han tenido desde su presentación, a comienzos de siglo XX, una enorme acogida e implantación universal, a diferencia del gran rechazo que ha sufrido el carácter “absoluto” y “relativo” que descubrió Carlos Marx en materia de justipreciación de las mercancías.

Marx parte de que el “valor” de los artículos mercadeables es la expresión del trabajo humano materializado en ellos[1].  Se trata de un valor aparentemente relativo, cuando se comparan cantidades de bienes entre sí, pero mal puede tener “valor” alguno un bien que carezca de valor intrínseco. Este es el meollo de la cuestión económica marxista.

En el caso de Einstein, su revolución en la Física tuvo y sigue teniendo una extraordinaria acogida, y hasta hoy se admite sin discusión el carácter relativo del movimiento, del tiempo y del espacio. El tiempo y el espacio son las cualidades mensurables que tienen en común los diferentes tipos de materia, los diferentes elementos constitutivos del universo hasta ahora conocidos, cualidades que antes se consideraban como absolutos. Antes de Einstein, el tiempo y el espacio parecían tener vida propia e independiente. En cambio, la revolución de Marx en Economía Política no ha corrido con la misma suerte, puesto que se sigue negando tanto el carácter absoluto del valor trabajo, como el valor relativo en tiempo y espacio que la mano de obra deposita en cada bien fabricado.

A la materia en general se la conoce bajo dos caracteres, cantidad y calidad. La Dialéctica Científica reserva las categorías de calidad y cantidad para explicarnos el cambio o movimiento de la materia. La prescindencia de una de estas cualidades sólo puede servir para fines analíticos. Cuando negamos el carácter absoluto del tiempo o del espacio, como lo hizo Einstein, reconocemos la variabilidad de dichas cualidades, negada hasta su llegada.

Cuando Einstein relativiza las valoraciones espaciales y temporales mediante comparaciones entre sistemas diferentes, no hace otra cosa que introducir cambios en el movimiento de los objetos involucrados, ya que mal pueden cotejarse entre sí los objetos que se muevan con una velocidad igual y constante.
Cuando Marx absolutiza el valor de cambio no hace otra cosa que descubrir la verdadera relatividad del valor ya que todos los bienes cuestan esfuerzos, y estos cambian en cantidad de un bien a otro, por lo que su igualación responde a determinadas proporciones de trabajo.

Para armonizar con famosa fórmula E = mc2, en Economía Política tendríamos la siguiente: V = v + c + pl , para V = valor de cambio; v = salarios, c = medios de producción y pl = plusvalor. Sólo así podemos conocer el valor de las cosas.

Conozcamos las Mercancías Bursátiles (Oferta y demanda de precios)

Manuel C. Martínez M.

16/12/2010 5:00:37

“ Las ciudades fenicias del segundo milenio antes de Cristo consiguieron crear una estructura comercial propia para compensar la diferencia entre sus recursos naturales y los de sus vecinos. Como comerciantes y mercaderes fueron los fenicios activos y prósperos, buscaban y transportaban por las rutas comerciales marítimas de un extremo a otro del mediterráneo, materias primas y toda clase de productos manufacturados por ellos y por los pueblos de oriente.



Excelentes navegantes y audaces exploradores contaban con numerosas flotas comerciales y de guerra, estas últimas protegiendo siempre a los barcos mercantes. Se les ha llamado con mucha propiedad "recaderos del mundo antiguo". Su importante marina iba a buscar los metales útiles como el estaño, cobre y oro en los lugares mas apartados, de los cuales se hacia gran consumo en la corte del faraón y en Ninive y Babilonia. En las colonias fenicias del sur de España encontraron grandes minas de plata, fuente de riqueza y expansión fenicia. Diodoros, escritor clásico anota: " los fenicios allegaron grandes riquezas en el comercio de la plata. Gracias a este comercio que realizaron durante mucho tiempo, crecieron hasta el punto de poder fundar colonias en Sicilia e islas cercanas, en Africa y Cerdeña y en Iberia". Vendían en Grecia, en Italia, en todas las costas bañadas por el Mediterráneo, el incienso y la mirra de Arabia, las piedras preciosas, las especias y marfil de la India, la seda de China, los esclavos y caballos del Cáucaso.






El comercio fenicio era de intercambio y estos no usaron la moneda hasta el año 400 antes de la era cristiana. En Sidón, solo por la influencia de los persas se empezaron a acuñar monedas. En el reverso estaba impresa la cabeza del rey persa, lo que atestigua los estrechos lazos que por aquel tiempo unían a Persia y Sidón. (Articulo enviado por: SEYNI GUZMAN Email: : sealguz21@yahoo.com) Tomado de: http://www.arqhys.com/construccion/fenicio-comercio.html
 
 
De entrada, observemos que toda esa historia del epígrafe está sobrecargada de loas al comercio. Hoy sabemos que más que beneficios ha traído desgracias de toda índole y sin cesar, salvo para la alta burguesía que sigue comerciando en los mercados bursátiles, con títulos volátiles, con presidentes títeres, con economías enteras ya colonizadas capitalistamente, y, peor aun, con dineros obligacionales que lejos de expresar el valor de los valores de uso, sólo expresan el precio del dinero o de un supuesto y artificial “valor” del “valor de cambio original”, aunque los aficionados a la economía siempre lo ignoraron ya que resultaba muy difícil atribuir al trabajo servil y esclavista alguna propiedad productiva.

El comercio arrancó con el trueque, única forma a la sazón de intercambiar los bienes. La experiencia y rutina artesanal y agrícola supo estimar empíricamente el “costo” de los esfuerzos involucrados en dichos bienes, y eso permitió los intercambios con sujeción a los trabajos concretamente aplicados.

El desarrollo del trueque a escalas mayores fue convirtiendo bienes naturales en “mercancías” y con estas apareció el “valor de cambio”, vale decir, el “valor monetario” del “valor de uso”, o sea el precio expresado en dinero. Tales diferencias, entre valor de uso y valor de cambio, les “rompieron el coco” a todos los Economistas premarxistas.

Casi toda la literatura científica económica giró sobre el origen del valor, o de la riqueza material, si bien se tardó miles de años en conocer su fuente. Fueron los clásicos de la Economía Política quienes más se acercaron sin llegar a la meta. Carlos Marx tuvo la virtud de culminar la búsqueda más importante de todos los tiempos, la de hallar el verdadero “origen de la riqueza”, ya que una cosa es el trabajo como fuente del valor de las mercancías intercambiables, y otra, la fuente de la riqueza de algunas naciones y de algunas personas, al lado de la pobreza de las mayoría y de los trabajadores en general de todas las naciones y países en general. La idea es que riqueza y pobreza son categorías históricas, transitorias o sociológicas ligadas a la explotación clasista; desaparecida ésta, ellas también desaparecerán:

Adam Smith (1723-1790), economista y filósofo británico, cuyo famoso tratado Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones, más conocida por su nombre abreviado de La riqueza de las naciones (1776), constituyó el primer intento de analizar los factores determinantes de la formación de capital y el desarrollo histórico de la industria y el comercio entre los países europeos, lo que permitió crear la base de la moderna ciencia de la economía.







PENSAMIENTO E INFLUENCIA






En La riqueza de las naciones, Smith realizó un profundo análisis de los procesos de creación y distribución de la riqueza. Demostró que la fuente fundamental de todos los ingresos, así como la forma en que se distribuye la riqueza, radica en la diferenciación entre la renta, los salarios y los beneficios o ganancias. La tesis central de este escrito es que la mejor forma de emplear el capital en la producción y distribución de la riqueza es aquella en la que no interviene el gobierno, es decir, en condiciones de laissez-faire y de librecambio. Según Smith, la producción y el intercambio de bienes aumenta, y por lo tanto también se eleva el nivel de vida de la población, si el empresario privado, tanto industrial como comercial, puede actuar en libertad mediante una regulación y un control gubernamental mínimos. Para defender este concepto de un gobierno no intervencionista, Smith estableció el principio de la “mano invisible”: al buscar






satisfacer sus propios intereses, todos los individuos son conducidos por una “mano invisible” que permite alcanzar el mejor objetivo social posible. Por ello, cualquier interferencia en la competencia entre los individuos por parte del gobierno será perjudicial.






Los clásicos tomaron de Ricardo el concepto de rendimientos decrecientes, que afirma que a medida que se aumenta la fuerza de trabajo y el capital que se utiliza para labrar la tierra, disminuyen los rendimientos o, como decía Ricardo, "superada cierta etapa, no muy avanzada, el progreso de la agricultura disminuye de una forma paulatina".






La oposición a la Escuela Clásica provino de los primeros autores socialistas, como el filósofo social francés Claude Henri de Rouvroy conde de Saint-Simon, y el utópico británico Robert Owen. Sin embargo, fue Karl Marx el autor de las teorías económicas socialistas más importantes, manifiestas en su principal trabajo, El Capital (3 vols., 1867-1894).






Para la perspectiva clásica del capitalismo, el marxismo representó una seria recusación, aunque no dejaba de ser, en algunos aspectos, una variante de la temática clásica. Por ejemplo, Marx adoptó la teoría del valor trabajo de Ricardo. Con algunas matizaciones, Ricardo explicó que los precios eran la consecuencia de la cantidad de trabajo que se necesitaba para producir un bien. Ricardo formuló esta teoría del valor para facilitar el análisis, de forma que se pudiera entender la diversidad de precios. Para Marx, la teoría del valor trabajo representaba la clave del modo de proceder del capitalismo, la causa de todos los abusos y de toda la explotación generada por un sistema injusto.






Aunque en el Manifiesto Comunista (1848) Marx y Engels pagaban un pequeño tributo a los logros materiales del capitalismo, estaban convencidos que estos logros eran transitorios y que las contradicciones inherentes al capitalismo y al proceso de lucha de clases terminarían por destruirlo, al igual que en el pasado había ocurrido con el extinto feudalismo medieval.










A este respecto, los escritos de Marx se alejan de la tradición de la economía clásica inglesa, siguiendo la metafísica del filósofo alemán Georg Wilhelm Friedrich Hegel, el cual consideraba que la historia de la humanidad y de la filosofía era una progresión dialéctica: tesis, antítesis y síntesis. Por ejemplo, una tesis puede ser un conjunto de acuerdos económicos, como el feudalismo o el capitalismo. Su contrapuesto, o antítesis, sería, por ejemplo, el socialismo, como sistema contrario al capitalismo. La confrontación de la tesis y la antítesis daría paso a una evolución, que sería la síntesis, en este caso, el comunismo que permite combinar la tecnología capitalista con la propiedad pública de las fábricas y las granjas.






A largo plazo, Marx creía que el sistema capitalista desaparecería debido a que su tendencia a acumular la riqueza en unas pocas manos provocaría crecientes crisis debidas al exceso de oferta y a un progresivo aumento del desempleo. Para Marx, la contradicción entre los adelantos tecnológicos, y el consiguiente aumento de la eficacia productiva y la reducción del poder adquisitivo que impediría adquirir las cantidades adicionales de productos, sería la causa del hundimiento del capitalismo.

Con la aparición de las mercancías surgió la moneda o el dinero, y este tuvo su propia evolución hasta arribarse al dinero metálico que se perfeccionó con el uso del oro gracias a sus extraordinarias cualidades físicas: máximamente fraccionable e inoxidable. Como sabemos, el dinero funge de “equivalente” del “valor” (trabajo humano) de los bienes con expresos y visibles “valores de uso”. Como tal, el dinero no expresa su valor per se, y de allí que cuando se le use como mercancías se desprenda de él un supuesto valor de uso (financiero) que consecuencialmente tiene su propio “valor de cambio”; este “v. de cambio” del dinero representa las mercancías bursátiles que nos ocupan.


Luego, apareció el dinero fiduciario que sigue desarrollándose mediante formas virtuales para un megamercado mundial de unas “mercancías” o “valores dinerarios” que ya no conocen fronteras ni costos de hechura ni de transportación. Tal es el resultado de que todo bien convertido en mercancía posee un valor dinerario (precio) que expresa su valor genérico o social, capaz de enfrentarla, para su cambio, a cualesquiera otras que también se expresan con determinados precios. El desarrollo del dinero permitió su autonomización, y con ello la de las “acciones” y obligaciones financieras que expresan el valor de cambio de los patrimonios fabriles y productivos en general.


Pero cuando se inicia el comercio de dinero, de obligaciones, entonces los valores de uso de las mercancías van perdiendo importancia comercial, la oferta se aparta de la demanda real y las crisis financieras hacen su aparición. Los compradores de tales obligaciones pueden terminar arruinados, sus incumplimientos comerciales arruinan a los fabricantes y la ruina de estos deviene en desempleo. Así, pues, el volumen comercial de las transacciones de los principales países fabricantes, importadores y exportadores, devino en el mercado bursátil, suerte de “bolsa” o centro operacional que hoy logra y permite el intercambio con dinero fiduciario en las diferentes formas financieras conocidas: acciones, pagarés y demás obligaciones, pero más recientemente, permite el comercio de los inventarios de “paramercancías”, tanto ya producidas y almacenadas como las vendidas para entrega futura a mediano y largo plazos que se hallan en proceso de fabricación. Decimos “paramercancías”, habida cuenta de que tales intercambios bursátiles las realizan personas desvinculadas de los fabricantes, y sus transacciones giran alrededor de “los precios de los precios” de tales o cuales mercancías.

Se comprende que si en el trueque puede haber disparidades de valoración de los bienes intercambiados, aunque mínimas, entre el valor trabajo de un valor de uso y su valor de cambio en especie, esas disparidades se hacen mayores en el comercio de mercancías, y, de perogrullo, los precios de las obligaciones en los mercados bursátiles ya no guardan ninguna relación de valor con los valores de las mercancías que les sirven de referencia ya que se trata de una especie de dinero que se usa para valorar el dinero, siendo que este ya en sí mismo está sujeto a desviaciones como equivalente de “valor trabajo”.

De manera que desde sus comienzos (siglo XV), las bolsas siempre han encerrado una potencial engañifa financiera por el hecho de que, en esos centros, el precio anda por un lado y el valor de los bienes por otro. Hoy los precios de las bolsas son la representación de un mercado de mercancías que ya no tienen compradores solventes como tales, pero la compraventa del patrimonio y las obligaciones de sus fabricantes están reemplazándolo; por tales motivos se recurre a la venta de las correspondientes obligaciones, de las acciones de las compañías, de los compromisos de entregas de unas mercancías a futuro, con todo el riesgo que toda producción involucra.

Las bolsas son mercados donde las mercancías reales han perdido importancia, los asalariados y el propio mercado de bienes útiles pasan a un segundo plano de inferioridad e importancia económica; su mercado es reemplazado por papeles financieros donde los capitalistas y mercaderes modernos buscan obtener apresuradas ganancias de mercado sobre la convicción todavía imperante de que no hay explotación del trabajo en fábricas de valores de uso, de que las ganancias son una cuestión de “olfato”, de aptitudes gerenciales, de iniciativas y de cierta metodología empresarial.

Esas cualidades extraeconómicas aplicadas a la bolsa permiten que unos ganen mientras otros pierden, y si bien dan buenos resultados individuales, lo hacen sólo a nivel de los transaccionistas de cada día, de c. hora, porque, para las fábricas, los valores negociados en las bolsas no son dinero que exprese el valor de las mercancías, sino un espurio “dinero” expresivo de dinero, una suerte de intercambios de segundo orden donde la producción de bienes no corre a cargo de los bolsistas, los precios ya no expresan el valor de ellos, y el mercado pasa a convertirse en un “mercado de mercados”.

El mercado bursátil queda reducido al mercadeo de los valores de cambio entre sí, y los valores de uso terminan perdiendo relevancia. Por esta razón, se está en presencia de una especie de trueque cambiario, o sea de trueque entre valores de cambio y no trueque entre valores de uso. De manera que retomando la historia del dinero, de las mercancías, hemos pasado del intercambio de valores de uso entre sí, al i. de mercancías con sus respectivos valores de uso y de cambio, para arribar modernamente al trueque de valores de cambio. Toda una especie de fase última que vendría a cerrar el ciclo circulatorio de la producción de bienes en régimen capitalista.

En última instancia, la quiebra de los bolsistas repercute en la esfera de la producción, y sus fabricantes se sienten defraudados con dinero devaluado y con precios muy alejados de los verdaderos costes de fabricación. Es que desde el trueque a esta parte, en cada intercambio de mercancías damos por supuesto que determinada cantidad de dinero equivale al valor del bien comerciado, y este bien debe tener un valor de uso determinado, un valor tangible muy apartado, por supuesto, de los papeles negociados a través de dineros fiduciarios. Sin embargo, ignorando sus consecuencias para toda la Economía, a mediano y largo plazos, desde que se imprimieron los primeros billetes, se crearon los primeros títulos accionarios, se empezó a negar la ligazón que debe existir entre valores de cambio y v. de uso. El canje de valor de uso por otro valor de uso es un comercio concreto o trueque a secas, mientras el cambio de valores de cambio por v. de cambio es un comercio de otras cosas que no son mercancías.

El bien natural que funge de equivalente del valor del otro bien comienza a adulterar el valor de los bienes. Con el dinero metálico el distanciamiento del precio expresado en monedas comienza a despegarse y a tener vida y un mercado propio, y al pasarse a la moneda fiduciaria (papel moneda) los riesgos son máximos. Pero cuando el mercado bursátil se limita a negociar e intercambiar obligaciones, o sea “dinero” equivalente de otro dinero, la separación se consuma, se habrá creado otro mercado alternativo donde no hay manera de garantizarle a ningún comprador si con el dinero recibido, si con las obligaciones compradas, podrá hacer uso de bienes de uso y en cantidades determinadas. Los tenedores de obligaciones se limitan a reciclar sus compraventas durante un tiempo indefinido, lo hacen viciosamente hasta el momento de los vencimientos masivos y encadenados de tales obligaciones. Entonces sobrevienen los famosos estallidos tipo crack.

El craso error que comete el comerciante bursátil, desde sus prolegómenos medievales, es negar la identidad que liga los valores de uso (material, útil y concreto) a sus valores de cambio. Este v. de cambio adoptó la forma dineraria, pero cuando los tipos de dinero empleados carecen de valor per se, como el oro, la plata o afines, entonces queda rota la relación entre el verdadero valor trabajo de las mercancías y ese dinero artificial que le sirva de medida. Cuando esto ocurre, el dinero fiduciario ocupa el papel de sustituto de la oferta en especie, y hasta hace mercado aparte y paralelo, y potencialmente alberga todos los vaivenes, desgracias y fortunas que arruina o enriquece a sus intermediarios.

Los gobiernos que optan por viejas formas de comercio, están desgraciadamente dándole una nueva oportunidad a un sistema que agoniza. Desde acá, recomendamos más libertad comercial burguesa para que dicho sistema termine de botar toda su carga de malignidad económica y lo reemplacemos definitivamente por otro modo de vida “sin mercados” ya que estaríamos ante una nueva economía donde la producción de bienes útiles sería distribuida entre la población pero no ya a través de intermediario alguno. Los mercados desaparecerían, y con ello la amenaza del mercado de las mercancías bursátiles.

[1] Carlos Marx, “El Capital”, Libro Primero, Cap. I, Íntegro.
[1] Carlos Marx, obra citada, “Prefacio de la Primera Edición Alemana”.

miércoles, diciembre 15, 2010

Conozcamos la División Social Clasista (Dos clases, dos explotadores y una sola víctima)

Manuel C. Martínez M.

14/12/2010 9:07:24


Cuando decimos “explotación del hombre por el hombre”, aludimos a las sociedades divididas en clases; estas son agrupaciones de personas de partida muy desiguales entre sí, acusan marcadas diferencias en poder económico y consecuencialmente en educación, en independencia de criterios y en control ideológico.



Los miembros de cada clase tienen en común el origen y modo de obtener sus ingresos, y tales ingresos responden a la separación contranatural de las fuerzas productivas, separación del trabajo de los medios de producción. Estos medios han terminado concentrándose en la clase burguesa, propia del capitalismo, ya que este sistema deja sin ellos a la clase proletaria, y esta queda limitada al “alquiler” de la fuerza de trabajo de los trabajadores a cambio de salarios.



La clase burguesa inicia su poder sobre las demás clases durante las décadas tardías del Medioevo, si bien tuvo relevancia meramente comercial en sus comienzos como relevista de la clase aristocrática feudal. Remonta sus antecedentes históricos al nacimiento mismo del comercio practicado por los pioneros del esa actividad mercantil en el Cercano Oriente fenicio. Es tal su fuerza social que todas las transacciones que giren sobre la producción de bienes parecieran correr a cargo de comerciantes. Por eso Carlos Marx interpretó como mercancía a la fuerza de trabajo cuyo precio sería el monto de salarios recibido en cambio.



Ha costado mucho entender que la clase burguesa industrial capitalista, dedicada a la producción de las mercancías, no comercia cuando paga salarios a sus trabajadores agrupados en centros fabriles. Como esta clase controla los medios de producción, el trabajador se ve compelido a ofrecer su capacidad técnica a los burgueses al “precio” de su conveniencia, y sólo pagan salarios en dinero amonedado para que este pueda acudir al mercado. Ni siquiera les permiten a los trabajadores cobrar en mercancías producidas por ellos con lo cual podrían aminorar la explotación de los capitalistas comerciales intermediarios.



Teóricamente, los salarios representan el precio de la fuerza de trabajo, ya que es en la sociedad capitalista donde todos los bienes son mercadeables con inclusión de la propia capacidad de trabajo que por esta razón queda asimilada a una mercancía autoproducida por los trabajadores mediante la ingesta de sus bienes de subsistencia.



Pero, bien miradas las cosas, si los trabajadores del capitalismo pudieran vender su fuerza de trabajo, serían ellos quienes fijarían sus correspondientes precios y condiciones colaterales. Esto no ocurre así, y aunque la puja por mejoras salariales pareciera ser una lucha patrono-obreril por mejores precios para la “fuerza de trabajo”, tal puja sólo revela una modalidad de explotación paralela sufrida por el asalariado, ante un mercado que suele maximizarle los precios de las cesta básica, y por causa de un gobierno X que suele recurrir a devaluaciones monetarias con fines estrictamente políticos. De resultas, este consumidor se ve obligado a pedir más por sus servicios, pero vender, en el sentido comercial de la palabra, es imposible dada la naturaleza especial del trabajo, ya que este se manifiesta sólo en la producción transformativa de los medios de producción pertenecientes a su patrono. La fuerza de trabajo sería la única mercancía que se sólo se vendería al crédito y sin cargo de intereses.



Esta división clasista capitalista no se detiene en la formación de ricos y pobres, sino que le permite a la clase burguesa condicionar, modelar y deslindar la educación de los proletarios a fin de que en cada uno de sus miembros prospere la convicción ideológica de que son libres, de que realmente el trabajador negocia con su patrono y de que la educación técnica recibida en los centros de enseñanza burguesa podrían sacarlo del hueco de la pobreza, así nada más.



Los pocos trabajadores que logran salir de la pobreza son aquellos listos para la gerencia fabril, comercial o financiera, con funciones específicamente improductivas, sólo útiles para la coordinación de unos equipos de trabajo que fuera de la fábrica son incapaces de hacer grupos solidarios, pero que dentro de la fábrica son despojados de todo tipo de libertad con inclusión de la referente a su ideología y hasta convicción religiosa.



Así las cosas, tenemos una clase proletaria que vive en un mundo de completa ignorancia sobre la razón de su existencia, incapaz de explicarse por qué unos pocos, y sin trabajar, se hacen ricos (los patronos) mientras la mayoría de los trabajadores se limita a reciclar su pobreza día tras a pesar de trabajar continuamente para vivir.



En la sociedad clasista se da dos corrientes de seres humanos que jamás han hecho una sociedad como tal, sino una combinación de dos clase radicalmente opuestas e inmezclables, con dos tipos de explotadores, unos fabriles y otros comerciales, sólo amalgamadas en una unidad mediante instituciones estatales que ayer, monárquicas, y hoy las democráticas, siguen manteniendo gobiernos conservadores al servicio de unos patronos ociosos que explotan a unos trabajadores siempre cargados de faenas fabriles y caseras, y quienes como consumidores viven en permanente desventaja frente a unos comerciantes y gobernantes que hasta ahora sólo han sabido continuar y complementar la obra explotadora de los patronos fabriles.

viernes, diciembre 10, 2010

Conozcamos el Origen de los Auxilios contra las Catástrofes

Manuel C. Martínez M.

10/12/2010 7:42:01


Resulta por demás alegre e imprecisa la afirmación de que tal o cual país ayudan a otro en caso de tragedias colectivas, como la sufrida por una considerable porción de ciudadanos en la Venezuela de estos momentos. Gente de las más pobre y desauxiliada de todos los tiempos que hoy ha perdido todas sus miserables pertenencias por causa de las conocidas crecidas pluviales y fluviales.



Efectivamente, cualquier gasto o consumo que realicen los gobiernos tiene como origen o fuente principal el trabajo impago de sus trabajadores. Paradójicamente, los impuestos sobre la renta, como el “IVA”, con cargo al consumo, o como los impuestos anuales, con cargo a los ingresos, recaen exclusivamente sobre los asalariados y demás personas trabajadoras, los pequeños industriales y comerciantes, los profesionales de libre ejercicio, los artesanos, artistas, y deja a un lado las altas rentas percibidas por la alta burguesía comercial, fabril y bancaria. Buena parte del consumo personal de los muy ricos va con cargo a los costes de producción de sus empresas, pero en general siempre con cargo a los trabajadores porque sencillamente toda ganancia deriva de la misma explotación burguesa.



Ninguna ganancia procede del comercio, sino, en todo caso, de reducciones del salario cuando este es aplicado al consumo de bienes finales y fuera de los centros fabriles. Así, imaginémonos que el dueño de la fábrica sea también el vendedor directo de su producción a sus correspondientes trabajadores. Este fabricante, en función de comerciante al menor, le venderá a sus trabajadores a un precio superior a sus costes medios involucrados, lo cual se traduce en un aumento de la tasa de plusvalía, ya que ésta es la relación entre ganancia y salario, un salario que habrá sido amputado justo en el monto de esa ganancia comercial internamente tomada.



Entonces, cuando leemos u oímos en los medios de comunicación que, pongamos por caso, España dona, Bolivia dona, Brasil dona, la empresa X dona, la empresa Y dona, etc., no estamos reconociendo al verdadero auxiliar, ni a la verdadera fuente de esos donativos.



Desde acá le sugerimos a esos medios que, por favor, no se olviden de que los Presupuestos Nacionales de cada gobierno y la caja de las empresas privadas cargan dichos donativos a los impuestos recaudados o por recaudar de los ciudadanos trabajadores, y a sus costes expresados en sus estados financieros, respectivamente.



Es a estos trabajadores nacionales y extranjeros de esos países donantes a quienes debemos agradecerles sus ayudas como gestos de solidaridad del proletariado internacional, sólo que lo hacen a través de esos impuestos con los que resultan pechados en todas partes y como parte de la explotación que sufren, fábricas adentro. Tal es el origen de de los auxilios contra las catástrofes.

jueves, diciembre 09, 2010

Bondades del Pre “Diluvio” (“No hay mal que por bien no venga”)

Manuel C. Martínez M.

09/12/2010 6:40:21


La presente tragedia “natural”, que lleva semanas asolando las barriadas más indigentes de esta Venezuela capitalista, tendrá consecuencias sociales nunca vistas, además de revelar el verdadero carácter clasista de nuestro modo de producción.



Sólo sistemas económicos burgueses revelan que la clase proletaria en general y su parte más empobrecida están absolutamente desamparadas por el resto de la sociedad, y que la policía y demás cuerpos de seguridad afines sólo están diseñadas para vigilarla, controlarla y someterla para resguardo de los clasistas intereses de quienes, por ejemplo, ignoran tales barriadas, comercian con sus tragedias en condición de proveedores de todo los equipamientos de muebles y enseres, o que, si tienen control político sobre el gobierno de turno, entonces aprovechan para ganar simpatías con la sociedad en general: entonces se muestran generosos y dolientes de la tragedia ajena.



Hoy se observa que la burguesía, como tal, y sus “escuálidos”, ni los partidos políticos que siguen representándolos abiertamente, no se hallan presentes ante la calamidad presente, una calamidad que es el resultado de aquellas promisiones emanadas del Fondo Monetario Internacional (FMI) de vieja data, de los programas imperialistas, como aquel de “Alianza para el Progreso”, y demás ofertas de “industrialización” -léase pauperización-, que se sigue manejando en estos países gracias a la perversa conseja “keynesianista”. Hasta ahora, desconocemos algún aporte de la banca privada que tantos millones de dólares se embolsilla anualmente, tampoco de las transnacionales que hacen otro tanto. ¡Claro!, mal pueden colaborar con el gobierno “socialista” quienes se sientan enfrentados a este.



El gobierno actual, coherente con su planteamiento político de matiz o carácter “socialista y antiimperialista”, dispone de un Ejército sui generis: Este se halla al lado de los estratos sociales más necesitados, y hasta ahora no ha habido arremetidas antipopulares contra las protestas como fue frecuente durante la república precedente a esta V República. Por supuesto, mal podría hacerlo ya que su piso político descansa precisamente sobre estos golpeados estratos sociales.



Bien, entre las consecuencias positivas de esta tragedia, que evidentemente le permite al gobierno retomar nuevas cuotas de popularidad, está la atención oportuna de estos millares de damnificados, pero, la más importante sería acabar definitivamente con la impenetrabilidad vial de muchas barriadas montañosas de la periferia capitalina de Caracas y alrededores, y de la periferia e interior de muchas ciudades de Venezuela.



Sabemos que la improvisada configuración urbana de esos barios fue laberíntica. Allí sólo entraban las bandas de antisociales y quiénes tenían visto bueno de estas. Si recordamos a la Roma Imperial, señalemos que una de sus mejores estrategias de dominación y control eficaz sobre sus colonias fue la vialidad. Excelentes calles y carretas, acueductos y afines fueron las principales obras emprendidas por los ejércitos y esclavos romanos.



Esperamos que el gobierno trace de una vez por todas un diseño urbanístico reservado a futuros pobladores, de tal manera que el acceso por todos los ciudadanos resulte tan expedito como lo es en el resto de las zonas residenciales. Que aproveche para censar quién es quién dentro de tales damnificados: grado de instrucción, oficios, ocupaciones, currículo, etc. Así, el gobierno podría hallar su buena cuota de personas aptas para seguir disfrutando de las bondades que teóricamente sigue brindado.la Constitución.

lunes, diciembre 06, 2010

Conozcamos la Burguesía

Manuel C. Martínez M.

06/12/2010 5:41:03

“Los recién llegados fueron acomodados en las sillas y en el sofá. Luego hablaron de los chicos e hicieron unos comentarios sobre el frío prematuro y sobre la casa…El señor Hoffstede se quedó más tarde extasiado ante un magnífico tintero de porcelana de Sévres`, colocado sobre el secreter y que representaba un perro de caza, con la piel manchada de negro. El doctor Grabow, de edad aproximada a la del cónsul, con sus cortas patillas, entre las cuales aparecía un rostro apacible y bonachón, contemplaba los pasteles, los panes de Corinto y la curiosa colección de saleros, todos rebosantes que había sobre la mesa. Tratábase del “pan y la sal”, ofrenda tradicional que los parientes y amigos habían hecho a la familia con motivo de su cambio de residencia. Y para que se viera que tales obsequios procedían de gente de alcurnia, el pan venía en exquisitos y trabajados bollos y la sal en saleros de oro macizo” (Nobel Tomás Mann, Los Buddenbrook, Pra. Parte, cap. Primero).



“Iván Ilich se sentía todo este tiempo muy alegre y en perfecto estado de salud. Era, según escribía a sus familiares, como si le hubiesen quitado quince años de encima. Pensaba terminar en setiembre, pero la empresa no se vio coronada hasta mediados de octubre. En cambio, todo resultaba encantador: no lo decía él solo, sino que así lo aseguraban cuantos lo veían.

En esencia, se trataba de lo mismo que podemos ver en las casas de las personas no muy ricas, pero que quieren aparentarlo, y por eso lo único que logran es parecerse entre sí.: ébanos, flores, alfombras, y bronces, tonos oscuros y resplandecientes; todo cuanto las personas de cierta clase hacen por parecerse a todas las personas de cierta clase”
(León Tolstoi, La muerte de Iván Ilich, cap. III).


Burguesía es un término utilizado principalmente en la economía política, y también extensivamente en sociología e historia. La palabra de origen francés describía originalmente a los habitantes urbanos (característicamente mercaderes o artesanos en la edad media tardía)., caracterizado por una posición en las estructuras de producción y por establecer relaciones de producción específicas con otras clases. En el caso de la burguesía se caracteriza por poseer medios de producción y, gracias a esto, establecer una relación mercantil con el proletariado, que al no poseer estos medios debe vender su fuerza de trabajo a la burguesía. La relación mercantil entre burguesía y proletariado permite la acumulación de capital por parte de la burguesía que caracteriza al capitalismo.  

Puede identificarse por su papel en un modo de producción
 
Al poner fin al Antiguo Régimen los revolucionarios franceses y norteamericanos sentaron las bases de las ideas de la burguesía, clase social que saltaba a la escena para defensa social:
 
  • Gobiernos parlamentarios democráticos y basados en una Constitución.
  • Más libertad para expresarse, publicar, discutir los problemas, cambiar de trabajo y pago para los trabajadores.
  • Mayor movilidad social, es decir, ascenso o descenso de los individuos en la escala social gracias a su educación, su trabajo, a sus méritos y no a cuestiones de sangre, herencia o pertenencia a un Estamento.
  •  Inventiva e iniciativa individuales además de dividuales en ciertos casos.
  • Propiedad privada para invertir, producir más y, con ello, impulsar capitalismo.
Históricamente, fueron los pequeños empresarios, artesanos y comerciantes y algunos intelectuales y profesionales, los iniciadores del capitalismo, de las clases burguesas, es decir: la burguesía y el proletariado. Con la evolución industrial apareció el gran capital, y los pequeños empresarios pasaron a formar parte de la explotación por parte de aquél. Sin embargo, es a estos pequeños empresarios a quienes más les agrada la etiqueta de burgueses “medios”, e integrantes de la clase media, aunque científicamente no lo sean.

Porque es común negarle a la sociedad capitalista su carácter clasista, y es así cómo los Sociólogos vulgares la dividen en estratos salariales: Obreros de salario mínimo, de salarios medios y gente de elevados y elevadísimos ingresos (ganancias) y con rentas inmobiliarias de corte feudaloide.

En verdad, los trabajadores que dependan de salarios son todos proletarios, pero a los integrantes de la llamada “clase media” les resulta denigrante y repulsivo este tratamiento científico. Ellos prefieren el vulgar trato de trabajadores especialistas, de profesionales, intelectuales, artistas y demás eufemismos más técnicos que económicos.

Esa falsa clasificación responde a la marcadas diferencias salariales que imperan en la sociedad burguesa, habida cuenta de que mientras unos trabajadores apenas reciben salarios de sustento vital, otros hasta logran acumular pequeños capitales para comprar acciones menores y ciertas propiedades rentables, generalmente inmobiliarias, y talleres con nóminas pequeñas de “obreros de bajo precio”. Por cierto, estos trabajadores de medianos ingresos, al lado de las plantillas gerenciales y asesoras, suelen ser las principales víctimas de los “cracks” financieros.

Mediante las dos citas de nuestro epígrafe se puede conocer y apreciar quiénes forman parte de la “clase media” y quiénes realmente constituyen la clase burguesa.